miércoles, 31 de octubre de 2018

! A SER SANTOS!


Desde Apocalipsis 7





Hace unos días escribía de hojas,
de hojas caídas, ¿hojas muertas?.
¡Ciertamente no!: Hojas memoria
que llevan grabado en su cutícula
nombres, fechas, amores,
encuentros y también desencuentros,
ilusiones y también empresas
que no llegaron a ser lo que querían
pero que, más allá de eso,
pasaron superando el desencanto.
Hojas “historia”, hojas “experiencias”,
vida contenida en esas hojas,
vidas servidas que, alfombrando senderos,
enmarcan rutas, alientan caminos,
y, desde la mirada, provocan
solaz, descanso y calma.
Pero hoy, entre las hojas,
se abre paso un destello:
¿Es lágrima vertida, gota de lluvia,
diamante de joyero?.
ES SONRISA DE TRIUNFO,
del triunfo que emerge  de esas hojas,
del triunfo de ser y de ir siendo
lo que quiero y deseo,
lo que, como llamada, fui sintiendo
a través de la noche, la aurora y el viento,
sonrisa enraizada en el vivir de muchos,
sonrisa compartida
en el abrazo de miles de romeros.
                        José Luis Molina
                                 1 de noviembre de 2018

Felicidades                                               

martes, 30 de octubre de 2018

DESDE SAN ROMERO DE AMÉRICA, REFLEXIONES SOBRE LA SANTIDAD PARA NUESTROS DÍAS

San Romero de América

por Blogger
romero4SAN ROMERO DE AMÉRICAJUAN ZAPATERO BALLESTEROS, zapatero_j@yahoo.es
SANT FELIU DE LLOBREGAT (BARCELONA).
ECLESALIA, 29/10/18.- Por fin Óscar Romero, arzobispo de San Salvador, asesinado el 24 de marzo de 1980, ha sido canonizado por la Iglesia; lo que equivale a decir en lenguaje de román paladino que ha sido declarado Santo. La ceremonia en qué fue declarado como tal tuvo lugar el domingo 14 de octubre, en la plaza de san Pedro del Vaticano, presidida por el Papa Francisco. El Vaticano lo había informado ya el miércoles 7 de marzo de este mismo año; entonces el propio Papa dio su aprobación final a varios procesos de canonización, incluido el del arzobispo Romero. El Papa determinó que Óscar Arnulfo Romero podía ser declarado Santo, después de que una comisión de teólogos y médicos del Vaticano dictaminaran que la curación de una persona había sido milagrosa, es decir, gracias a su intercesión.
Bien, no voy yo a entrar ahora en la cuestión de los milagros, tal y como se entienden, es decir, como algo sobrenatural, como requisito para que la Iglesia declare santa a una persona. Pienso que eso de la creencia en los milagros, en el sentido de sobrepasar y superar lo meramente natural, no forma parte del núcleo esencial de la fe, por lo cual ninguna persona católica está obligada a profesarlo y no por ello deja de pertenecer a la comunidad eclesial. Personalmente ahí lo dejo para que sea cada cual quien, con la libertad del Espíritu, lo acepte, lo rechace o sencillamente prefiera mantenerse al margen, que, por cierto, me parece más apropiado que decir que le resulta indiferente.
Yo entiendo que declarar santa a una persona, en este caso al arzobispo Romero, significa ponerle ante los fieles católicos como intercesor, no lo niego, pero sobre todo como modelo y ejemplo de cómo tendría que vivir el Evangelio toda persona que intenta seguir a Jesús; una vivencia que debería llegar hasta las últimas consecuencias; que es lo que hizo, ni más ni menos, monseñor Romero.
Pero resulta curioso como en este caso concreto el pueblo salvadoreño y prácticamente toda América Latina principalmente, aunque también ocurrió lo mismo en otros lugares católicos del mundo, ya reconocieron que el arzobispo Romero llevó el Evangelio hasta lo más elevado de la vida. Como dice Jesús “Dando su vida por sus amigos” (Jn 15,13) que no eran otros sino los más pobres fundamentalmente. Por tanto, no necesitó San Salvador ni todo el pueblo salvadoreño ni la mayoría de los rincones de Latinoamérica ninguna prueba extraordinaria para recocer que este sencillo religioso era Santo. De hecho, muy pronto comenzaron a llamarlo ya “San Romero de América”, sin que les importase en absoluto si se había llevado o no a cabo algún hecho extraordinario en su nombre.
Resulta curioso como el pueblo sencillo es a veces mucho más intuitivo y, por lo mismo, no necesita según qué tipo de pruebas para descubrir que Dios se hace o se ha hecho presente en una persona de manera especial; incluso, yo iría un poco más allá; este pueblo sencillo, quizás sin saberlo, ya vislumbró que su obispo, una vez asesinado, tenía que ser Santo, porque había muerto, ni más ni menos, que por causa de la justicia, es decir, por defender del sufrimiento, de la violencia y del dolor a todas y todos los que lo sufrían; “Felices los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5,10). ¿O es que acaso se necesita alguna prueba mayor que esta?
De hecho, el propio Jesús se mostró en algunas ocasiones bastante reticente respecto a esto de las pruebas, sobre todo cuando se las pedían los fariseos como signo de su origen divino. Claro que aquí ya nos adentraríamos en la mala intención y en la suspicacia de quienes las solicitaban, lo cual no viene al caso.
El arzobispo Romero ha sido finalmente declarado Santo, aunque no con la celeridad con que muchísimos hubiéramos deseado. Claro, que los pobres, por no tener, no tienen siquiera ni la fuerza ni la voz suficientes como para pedir que lo hicieran de manera “súbita”, como sí que ocurrió en algún otro caso.
Ha tenido que ser la clarividencia, la valentía y el empeño de otro obispo venido de las mismas tierras, el Papa Francisco, quien desde el principio tuvo muy claro que había que reabrir su causa, parada no se sabe por qué razones por los dos Papas anteriores a él. Una vez más Francisco nos ha sorprendido con uno más de sus signos proféticos que no lo sabemos con certeza, pero que intuimos que sus disgustos o males de cabeza le habrán debido costar, provocados por ciertos sectores de la Iglesia. Por ello, creo que es de justicia que, quienes nos consideramos creyentes, pidamos de manera muy especial para Francisco la intercesión y la protección de san Romero de América (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
-oOo-
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domingo, 28 de octubre de 2018

MI MANO






Mi mano,
la mano que te tuvo,
con la que acaricié
todo tu cuerpo entero.
La mano que jugó
con tu pelo y el viento,
mi mano que ensartó
con tus dedos, en lo oscuro,
divinas melodías.

Mi mano, ¡está vacía!

La mano que te puso
en los labios su dedo,
un dedo entre tus diente
para explorar tu boca,
para arrancar tu beso.
La mano que escribió
con las nubes un verso,
un nombre, una quimera,
y, de nubes, incrustó
en el cielo un te quiero.
Mi mano está vacía
de tiempos y sondeos.
Yo coloco mi mano
ahuecando en mi oreja
su hueco de caracola
y toda ella, repleta de ti,
revierte en mis oídos
rumores de oleajes,
sobre los que cabalgas,
con sabores de sal y de sol,
con olores de hierba, de heno.
                             José Luis Molina
                                26 de octubre 2018


viernes, 19 de octubre de 2018

ASOMBRO


por Blogger
asia-malasia-dabong-actividad-amanecerASOMBRO
GABRIEL Mª OTALORA, gabriel.otalora@outlook.com
BILBAO (VIZCAYA).
ECLESALIA, 19/10/18.- En algún sitio he leído que existe una iglesia católica en Malasia en la que sus exiguos feligreses tiene desplegado un eslogan que dice: “Si no has podido ver el amanecer de hoy, no importa. Mañana te regalo otro. Firmado: Dios”. Me parece un buen punto de reflexión sobre una forma de orar que estamos pasando por alto en nuestro mundo mecanizado y positivista; una expresión oracional que asimilamos a la vida monástica que tanto invita a la contemplación, pero que no identificamos suficientemente con toda persona con experiencia de Cristo (es decir, cristiana).
Toda filosofía nace del asombro que nos lleva a hacernos preguntas. Y el asombro como oración es una variante de la acción de gracias. Como dice San Pablo en la Primera a los Corintios, ¿qué tienes que no hayas recibido? Solo con pasear la mirada por la naturaleza, contemplar un atardecer en verano o un amanecer en otoño, tenemos suficiente material espiritual para abrirnos al asombro, que no es más que una manifestación genuina de la humildad, del hacernos como niños con la intención que le dio Jesús a esta expresión. La humildad, ¡ay!, es el mejor camino para asombrarse también de las propias capacidades dormidas: pinta, canta, baila, cocina, escribe, escucha, sonríe, ayuda…
El Todopoderoso ha hecho obran grandes en mí, es una exclamación que Lucas pone en labios de María para hacerla hacer nuestra y repetir con frecuencia. Cuando algo o alguien nos emocionan, no podemos evitar expresarlo. El regocijo no es completo si no lo compartimos. La experiencia gozosa de un Dios perdonador hizo exclamar los bellos salmos que nos legó David llenos de bendición y asombro agradecido. Seguro que disfrutó intensamente en su corazón con semejantes sentimientos exultantes.
Lograr la actitud de asombro ante lo mucho que tenemos -en lugar de vivir centrados en lo que nos falta- tiene una consecuencia enraizada en el propio Cristo: sabernos bendecidos invita a compartir lo recibido, la alegría sí, pero también los dones que a otros les faltan: compartir el amor de Dios en mil formas e intensidades, conforme a lo recibido gratis.
Qué pocos cristianos son conscientes de donde viene la fiesta. Tanto “fiesta” como “festival” proceden del término festus, que significa lo referente a los días destinados a los actos religiosos. Hemos institucionalizado la celebración “festiva” (¡celebración litúrgica!) para expresar el gozo por el amor que Dios nos tiene, pero carecemos de la chispa propia de la experiencia asombrosa de sentirnos amados por Dios (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Gracias, Señor, por mi cuerpo, del que doy sentadas tantas cosas:
Gracias, Señor, por mi cuerpo,
tu regalo y mi tesoro más estimado
para andar por este mundo.
Por los pies con que camino
al encuentro de mis hermanos,
gracias, Señor.
Por las piernas que me sostienen
y que nunca se cansan de mí,
gracias, Señor.
Por las manos, útiles herramientas,
para trabajar, servir y abrazar,
gracias Señor.
3a2483215795a7891f54a5f4a43c59cdPor los labios, boca, dientes y lengua
con que río, hablo y como gozosamente,
gracias, Señor.
Por los ojos con que descubro y veo
tanta gracia y hermosura a mi lado,
gracias, Señor.
Por mi sexo entrañable
con el que me siento y expreso,
gracias, Señor.
Por los nervios, rápidos y sensibles conductores
de sensaciones y emociones, y también de mis quereres,
gracias, Señor.
Por mi cabeza, hermoso ingenio
que piensa, maquina y ordena,
gracias, Señor.
Por la piel que me protege
dándome forma, figura y seguridad,
gracias, Señor.
Por este corazón que nunca descansa,
que ama y se deja amar,
gracias, Señor.
Por mi cuerpo entero, hecho con ternura
por tus manos y tu soplo,
gracias, Señor.
(Florentino Ulibarri)

domingo, 14 de octubre de 2018

SAN ROMERO DE AMÉRICA


 
“Profeta de nuestra tierra,/ profeta de nuestro tiempo, /que la vida entera das/ por la paz y la justicia”.  Con este verso el cantautor ecuatoriano Juan Morales empieza su canción dedicada a Monseñor Romero, que la compuso con ocasión de su beatificación, que tuvo lugar el 23 de mayo de 2015, en San Salvador.
Ahora, en la canonización que se cumplirá el domingo 14 de octubre, muchas voces se sumarán también para cantarle a San Romero de América

martes, 9 de octubre de 2018

SE TURBARON MIS OJOS





Se turbaron mis ojos
cuando cayó tu mirada
sobre mi sombra tímida
porque en la sombra estaba yo
escondido, trémulo de deseo de ti
y sintiendo desangrarme
cuando la sombra de tu piel
en la mía se hizo nido.
Era dulce sentir como la vida
como que se escapaba
sintiéndome repleto de ella.
Por entre las cortinas
se cuela brevemente
un halo de luz del sol intruso.



¡Suficiente!
Me hice rayo,
me hice sol,
tacto me hice,
tacto de sueño
para depositar mi beso entre tus senos
y, abandonado en la arena de tu playa,
sentir como el coral que nacía de tu boca,
serpenteando, recorría mis venas,
me taladraba el tuétano
Y en tus olas me mecía
abandonado al rumor de  caracolas.
José Luis Molina
               9 0ctubre 2018