Subían y bajaban, por el aire, globos
de variados colores. Yo estaba apoyado en la
balaustrada del pase marítimo. Al fondo, la inmensidad. La inmensidad
del mar. La inmensidad del cielo y la arena, caliente primero, fresca en la
orilla.
Estaba ensimismado con los globos.
Llamaban poderosamente mi atención. Sus colores luminosos los hacían
atractivos. Pero, en cambio, en la playa, la gente parecía ignorarlos. Unos estaban tendidos, inmóviles, tostándose,
aspirando a hacerlo cuanto antes. Otros
jugaban con una pelota, menos luminosa que los globos, pero ser poseedor de
ella y dominar sus movimientos direccionándola, etc, era la máxima aspiración. Otros, en fin, en
pequeños grupos, conversaban. Algunos se sentían felices paseando a su perro.!
Feliz esclavitud! .
Los niños, sí, repararon en los
globos, siguieron sus piruetas , pero,
al final, presionados por los demás, volvieron a sus castillos de arena .
Yo permanecía embelesado contemplándolos
cuando, de pronto, observé que uno comenzó a elevarse cada vez más hasta
desaparecer de vista. En ese momento me
acordé de la fiesta de la Ascensión que los cristianos celebramos. Y, de verdad
que no es por llevar la contraria, pero, en esas circunstancias, me surgió el
concepto de la ASCENSIÓN DESCENDENTE.
Ciertamente que los textos hablan de
“subir hacia lo alto” (Hc 1, 9) pero también es verdad que, culturalmente, el ser humano ha pensado siempre en la
divinidad colocándola por las alturas.
Eso explica que el relato se haga bajo esa manera. Pero hay otros datos a tener
en cuenta.
Los textos hablan de que desaparecía
de la vista (Hc, 1, 10: Lc. 24, 51). Pero también hablan de “se marcha pero volverá” (Jn 16, 16-17).
De acuerdo con estos datos pienso que
la Ascensión no hay que interpretarla estrictamente como un irse, sino un paso a una manera distinta de estar. Esta forma de estar lo es
de presencia invisible.
Por eso el texto Hechos 1,11,
desaprueba la actitud de “quedarse plantados mirando el cielo”, como el globo
que se perdió de mi vista, y, sin embargo, habla de que descenderá la fuerza,
la plenitud, el Espíritu , con el que seremos testigos suyo como miembros de la Iglesia que es su cuerpo,
presencia suya (Efesios 1,23) aquí “abajo”.
El globo que se marchó no sé que
sería de él. Posiblemente, si se hinchó de
vanidad , pudiera ser que se acercara mucho al sol y reventara.
No obstante, también pudiera ser que,
el que creo desaparecido, surcara los
aires y llegara a otras playas para “descender” y acercar (hacer visible) una buena noticia. La hacemos
visible cuando anunciamos este tiempo de ascensión descendente como nuestro
tiempo.
Yo seguía ocupado con mis
disquisiciones y, al final, decidí la Ascensión como una lluvia de globos.
Veía globos que subían; unos
explotaban, otros desaparecían. Y me entretuve en seguirlos y, mientras lo
hacía, les iba poniendo nombres. Así explotó
el globo al que llamé envidia que hizo reventar también al que llamé
competitividad. El llamado orgullo y la vanidad que intentaban deslizarse entre
los demás presumiendo, desaparecieron sin dejar rastro. Los globos comodidad,
consumismo, despilfarro, se enredaron unos con otros y no lograban moverse.
Otros: odio, violencia, corrupción,
perdieron el brillo, se quedaron opacos y explotaron.
Por el contrario, otros; alegría,
respeto, solidaridad, dignidad, justicia, abrazos, latidos del corazón,
frontalidad, honestidad, coherencia, fueron cayendo, bajando a la arena, allí,
por donde los niños jugaban, esperando los cogieran.
Algunos se decidieron a hacerlo . Y
cosa curiosa: Aunque tomaban globos y los retenían en sus manos, los que
estaban en la arena no disminuían. Se iban autorreponiendo.
No sé como acabó el juego. Yo me
acerqué con intención de coger unos cuantos. Entonces oí que me llamaban, Miré
hacia de donde procedía la voz y desperté
Me había dormido.
Me dio pena despertarme.
Pero mis brazos abarcaban unos globos
de colores.
José Luis Molina
29 de mayo del 2022