domingo, 19 de mayo de 2019

LA EQUIDAD DE GÉNERO TAMBIÉN HAY QUE PELEARLA AL INTERIOR DE LA IGLESIA

Mujeres diaconisas: cristianas subalternas

por Blogger
stringioJUAN JOSÉ TAMAYO, director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid, juanjotamayo@gmail.com
MADRID.
ECLESALIA, 17/05/19.- En la Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de Superioras Generales celebrada en Roma en mayo de 2016, le preguntaron al papa Francisco si había algún impedimento para incluir a las mujeres entre los diáconos permanentes, al igual que ocurrió en la iglesia primitiva, y por qué no creaba una comisión oficial para estudiar el tema.
Unos meses después el papa despejó la incógnita y creó una Comisión, formada por seis hombres y seis mujeres, presidida por el entonces secretario –hoy presidente- de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el arzobispo español Luis Ladaria Ferrer- hoy cardenal- , para el estudio del diaconado femenino en la Iglesia católica. De la Comisión fueron excluidos cuatro continentes: Asia, África, América Latina y Oceanía. Había doce miembros europeos y una estadounidense. El inicio de dicha comisión no podía ser más asimétrico y desigual.
En la rueda de prensa ofrecida el 7 de mayo en el avión de vuelta de su viaje a Macedonia el papa reconoció la disparidad de criterios de los miembros de la Comisión tras dos años de estudio e, implícitamente, se refirió a la disolución de la misma sin que hubiera emitido un informe al respecto. A la vista de la falta de resultados, el papa no ha tomado ninguna decisión.
Mejor, así, porque, en mi modesta opinión, se trataba de una Comisión tan innecesaria como ineficaz, como se ha demostrado por la falta de resultados y su rápida disolución. Era innecesaria porque el estudio ya está hecho por exegetas, teólogos, teólogas, historiadoras e historiadores del cristianismo. Las conclusiones cuentan con un amplio consenso entre quienes vienen investigando desde siglos sobre el tema: Jesús de Nazaret formó un movimiento contrahegemónico igualitario de hombres y mujeres que lo acompañaron por los caminos de Galilea, compartieron su estilo de vida itinerante y asumieron responsabilidades sin discriminación alguna por razones de género.
En los primeros siglos del cristianismo hubo mujeres sacerdotes, diaconisas y obispas que ejercieron funciones ministeriales y tareas directivas hasta que la Iglesia se jerarquizó, clericalizó, patriarcalizó y las mujeres fueron reducidas al silencio. El libro de la teóloga estadounidense Karen Jo Torjesen Cuando las mujeres eran sacerdotes. El liderazgo de las mujeres en la iglesia primitiva y el escándalo de su subordinación con el auge del cristianismo (El Almendro, Córdoba, 1996) lo demuestra con todo tipo de argumentos: arqueológicos, históricos, teológicos y hermenéuticos. Y más recientemente Sacerdotas. La mujer en las diferentes liturgias y religiones, de Yolanda alba /Almuzara, Córdoba, 2018).
La Comisión me parecía ineficaz, si faltaba voluntad de incorporar a las mujeres a las funciones eclesiales directivas, al acceso directo a lo sagrado sin mediación patriarcal y a la participación en la elaboración de la doctrina y de la moral. Hoy puede afirmarse que faltaba dicha voluntad. A los hechos me remito. En la encíclica Inter insigniores, el papa Pablo VI cerró a cal y canto la puerta al acceso de las mujeres al ministerio sacerdotal alegando que Jesucristo solo ordenó a varones.
Sus sucesores han repetido tan falaz argumento como un mantra. Juan Pablo II, asesorado por el cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, radicalizó el cierre al afirmar que el asunto quedaba zanjado definitivamente. Benedicto XVI, conocedor como teólogo que era, de la existencia de mujeres diaconisas, sacerdotes y obispas en el cristianismo primitivo, se mostró igualmente contumaz y siguió el mismo camino de obstrucción al sacerdocio de las mujeres. El papa Francisco ha vuelto a ratificarlo citando la contundente afirmación excluyente de Juan Pablo II.
No puedo compartir la idea del diaconado femenino, porque, de instaurarse institucionalmente y atendiendo a las funciones auxiliares que se les asignaría, las mujeres seguirían siendo subalternas y estarían al servicio de los sacerdotes y de los obispos, no de la comunidad cristiana. Más que de entrar en el estatus de colaboradoras directas de los sacerdotes y obispos, pasarían a un estado de servidumbre permanente.
Creo que es hora de pasar de la subalternidad de las mujeres a la igualdad; de la sumisión al empoderamiento; de su estatuto de dependencia a la autonomía; de ser objetos decorativos a sujetos activos. Y eso con el diaconado femenino no se lograría, sino todo lo contrario: se prolongaría la minoría de edad de las mujeres bajo el espejismo de que se está dando un importante paso hacia adelante y de que se les concede protagonismo.
Insisto, lo que se haría sería perpetuar la humillación y la servidumbre, la subalternidad y la dependencia del clero sacerdotal, episcopal y papal. Para que se produzca un cambio real en el estatuto de inferioridad de las mujeres es necesario que sean reconocidas como sujetos religiosos, eclesiales, éticos y teológicos, cosa que ahora no sucede.
Y para que esto suceda es necesario mirar al pasado, ciertamente, pero no con la añoranza de reproducir acríticamente la tradición, sino con el objetivo de recuperar creativamente el protagonismo que las mujeres tuvieron en el movimiento de Jesús y en los primeros siglos de la Iglesia cristiana. Pero, sobre todo, hay que mirar al presente y al futuro para poner en práctica en el interior de la Iglesia el principio de igualdad y no discriminación de género que rige, aunque imperfectamente, en la sociedad.
Cualquier discriminación y cualquier injusticia de género son, antropológicamente, contrarias a la igual dignidad de todos los seres humanos; teológicamente, van en contra de la creación de ser humano como hombre y mujer a imagen y semejanza de Dios; eclesialmente, son contrarias al movimiento igualitario de Jesús de Nazaret, al principio de fraternidad-sororidad que debe regir en la Iglesia y a la igualdad de las cristianas y los cristianos por el bautismo.
Sin igualdad y justicia de género, la Iglesia seguirá siendo una de los últimos, si no el último, de los bastiones del patriarcado que quedan en el mundo. En otras palabras, se mantendrá como una patriarquía perfecta. Y para justificar dicha patriarquía no podrá apelar a Jesús de Nazaret, su fundador, sino al patriarcado religioso, basado en la masculinidad sagrada, que apela al carácter varonil de Dios para convertir al hombre en único representante y portavoz de la divinidad.
Como afirmara la filósofa feminista Mary Daly, “Si Dios es varón, entonces el varón es Dios”. ¡Patriarcado en estado puro! Como escribe la intelectual feminista de la tercera ola, Kate Millet, en su libro Política sexual, “el patriarcado tiene a Dios de su parte”. Es verdad. Y lo es desde su alianza y complicidad con Adán en contra de su primera esposa, Lilith, defensora de la igualdad entre ella y Adán, como cuenta un Midrash del siglo XII,
O quizá habría que decir, mejor, que son las masculinidades sagradas, las que se arrogan la representación patriarcal de Dios y es a ellas a quienes el patriarcado ha tenido y sigue teniendo de su parte. ¿Hasta cuándo? De nosotros y nosotras depende que esa situación se perpetúe o, por el contrario, cambie (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

lunes, 13 de mayo de 2019

EN TORNO A MI VEJEZ






Estoy triste.
¿Triste es la palabra?. No sé si es la acertada, pero, por ahora, voy a recurrir a ella.
Siempre he soñado con la libertad, la autogestión, la autonomía,… Creo que nada más empezar a esbozar mis primeros pasos ya me soltaba de los brazos de mi madre para hacer mi andadura. Pero no nos engañemos. Siempre recurría y recurrí a ellos, pero no para que hicieran mi camino sino para vivir el encuentro de donde nace y se nutre el amor.
Desde siempre, desde bien pronto, creo que con la ayuda de mi padre, pero con algo que nacía con fuerza en mi, me fui forjando en la autogestión, en ir fortaleciendo mi esqueleto para soportar, afrontar, asumir, las consecuencias de mis decisiones, de mis opciones.
Duro me golpeó la vida. Y estuve a punto de sucumbir, de buscar una madriguera y esconderme. ¡Me salvó una carcajada! (Bertol Brecht: “Las  muletas”). Me salvó ese afán de ser yo quien buscara, siguiera eligiendo e hiciera mi camino. Desde esta perspectiva, y a pesar de las dificultades, me he sentido feliz cuando el lápiz que escribía mi historia era mi mano quien lo sostenía y le hacía llenar, muchas veces emborronándolo, es cierto, el papel que estaba en mi mesa.
Nunca tuve miedo a la vejez. También intenté forjarme para afrontarla, para asumirla, para hacerla siendo yo mismo, pero, no sé si me equivoqué. Siempre concebí la vejez como “mi vejez” donde tendría que buscar y descubrir mi sitio. Bebedor asiduo de las Escrituras me sublevaba y rechazaba enérgicamente el texto de Juan que dice “… cuando viejo extenderás los brazos y será otro el que te ponga el cinturón para llevarte donde no quieres” (Jn 21, 18b). Me niego con todas las energías que aún me quedan a que eso sea la vejez. A lo sumo creo que será inevitable asumirlo en aquellos casos y circunstancias que hagan necesario suplir la imposibilidad, pero nunca llegar a constituir esencia de estado.


Me niego a que, aunque sea bajo formas disimuladas, otros piensen por mi, otros tomen decisiones por mí, otros aporten su comentario, sí,  pero no con la pretensión de que eso “vaya a misa”
¿Qué puedo equivocarme? ¿Cuántas veces nos hemos equivocado a lo largo de nuestras vidas?. Tengo derecho a equivocarme, ¡cómo todos!. El tema no está en que, paternalista o dictatorialmente, impidan que me equivoque. El asunto está en ayudarme a descubrir y admitir mis errores y, también , a asumir sus consecuencias. Reclamo este derecho. Lo reclamo para mi y admito a todo quien se adhiera a esta reclamación.
Ahora retorno al inicio. Y no debería ser, no sería acertado, decir “estoy triste”. A lo sumo puedo decir: Me agota esta pelea, esta lucha que no cesa. Pero no cejaré en ello. Me va lo que soy.
                                             José Luis Molina                        13 mayo 2019

NACIDOS DE LA LUZ

Alumbro

por Blogger
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ALUMBRO
MAGDALENA  BENNASAR, espiritualidadcym@gmail.comBILBAO.
ECLESALIA, 13/05/19.- El  mar cambia de color según la luz. Si tienes la oportunidad, fíjate en la intensidad y diversidad de sus colores y contempla la causa.
También los ojos, nuestros ojos, cambian de color según la intensidad de la luz exterior y también interior. El brillo del mar y el de los ojos es el resultado de una experiencia de luz, de una luz que se acoge de dentro afuera y de afuera adentro.
Dicen los científicos que somos fruto de la luz, que gracias a ella se da la evolución…
Si algo caracteriza este Tiempo de Pascua es que la comunidad cristiana nos invita a recibir la Luz para comprender lo vivido: lo sufrido, lo amado, lo perdido, lo recibido, el presente y el futuro… es decir, ver y descubrir nuestra propia evolución como seres humanos fieles a la luz de la Vida que es Él y seguir acogiéndola para hoy y para mañana.
Como el mar, también cambia de color la percepción de lo vivido, según la luz. Si alumbro con mi inteligencia crítica, perfeccionista… mi mar está grisáceo porque no salgo de las nubes de mis exigencias.
Si alumbro con las opiniones de los demás me someto a su luz, que posiblemente, como la mía, está condicionada por miedos, dudas e inseguridades…
El Resucitado trae una luz que cruza el umbral de las cientos de muertes y apagones que la vida tiene, y desde su luz tu mar, mi mar, recobra el azul intenso, el color y calor que da sentido y brillo a nuestra vida.
La persona cristiana tiene luz porque la recibe del Cristo que habita dentro. El movimiento ocurre de afuera a dentro: la Palabra, la Naturaleza, la Comunidad… y de dentro hacia afuera: la experiencia, el cariño, la reconciliación, la alegría por  la convivencia con el Cristo que habita en ti y hace que transmitas su luz, su risa, su empatía, su silencio, su brillo achispado cuando acoges y danzas como las matriarcas, llena de liberación.
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Mirar la realidad desde la Luz cambia el color y la apreciación de todo. Es vivir lo mismo pero con una energía renovada. Tal vez es una sencilla experiencia de sosiego interior que transmites con ternura a los tuyos. Tal vez, con su luz, te “ves” capaz de activar lo paralizado o de desechar lo que te hace estéril… y reírte con Sara, ¿de alegría? ante un anuncio que traspasa toda lógica pero es capaz de poner brillo y color a la vida de una mujer estéril, mayor, y triste por una esterilidad ya irreversible que la hacía sentir inferior desde los parámetros de su tiempo (Gn 18,13-14).
No son las posibilidades de Sara, estéril, las que están en juego, sino las de Dios. De pronto esa Palabra trae luz y vida, y hace evolucionar la vida que aplasta con sus límites y transporta a Sara, a todas las “Saras” de la historia, a una dimensión que se experimenta cuando dejamos entrar la Luz de la Palabra: “tendrás un hijo”
¿Y eso? ¿Qué lenguaje es este? Es una palabra que ilumina la esterilidad ya crónica otorgándole la energía de la Vida que viene de otro y que se nos regala a manos llenas siempre, en todo lugar, en cualquier circunstancia.
Esa vida regalada, nos permite comprender que el seguimiento del Resucitado no es una creencia sino una vida iluminada paso a paso, en la tiniebla del día a día, por su Luz que fecunda lo estéril.
Al final todo es muy rápido. La vida parece que es muy larga, y es sólo una percepción. La vida es hoy. ¿Con color?  ¿Con fecundidad?
Si espero que cambien las cosas… pierdo el color del momento, la belleza de ese ángulo que ahora contemplo y antes no veía porque le daba la sombra cuando dudaba. Si no descubro la luz de Dios en la mirada del que llama a mi tienda, a mi vulnerabilidad con su Luz… no he experimentado la Resurrección.
Cuando a la luz y calor de su Palabra sientes que algo se mueve en ti, este es el hijo de la promesa, la fuerza de Dios resucitando, levantando lo estéril, lo incrédulo, lo cronificado y esclerotizado.
Jesús Resucitado no inicia una institución que tiene que prolongarse en el tiempo…Jesús inicia un movimiento de Vida, de Luz, de Fecundidad. Los y las que se arriman a él no es por cultura o costumbre, sino por decisión madura de optar por su Luz por encima de las otras.
Yo creo que el Resucitado me/nos invita a seguir con su Luz y Vida formando comunidades que no se queden atrapadas en las opacidades  institucionales. No es lo mismo identificarse con el Resucitado y la comunidad que se forma alrededor de esa experiencia,  que hacerlo con una institución. El pueblo de Dios lo forman aquellas personas guiadas por su Luz, dispuestas a cambiar de rumbo según la Luz. De ahí la importancia de acoger la Luz. Todo depende de ella. No la escondas dirá el evangelio; sin ella caminamos en tinieblas.
La Luz trae fecundidad, es como un quitamiedos en alta montaña, de pronto te sientes segura. La subida sigue siendo empinada pero hay Luz y esa luz nos protege. ¿Qué sería el mar sin luz? Una terrible masa oscura que infundiría miedo incluso pavor… ¿Qué es una vida sin Vida?
El mar con luz es una maravilla inexplicable que no te cansas de mirar, de tocar, de sentir, de sumergirte en él, de sentirte parte de él, de alimentarte de él, de curarte, descansar, divertirte en él… y todo porque se deja iluminar por la Luz. Así nuestra vida. ¿Te imaginas?
Acoge la Luz: la necesitamos, compártela. Seremos como el mar, que las personas estarán a gusto y no hará falta explicar… porque con la Luz, somos. Estamos vivos y vivas.
Y con la risa por la alegría de la fecundidad más allá de toda impuesta esterilidad… una pascua, ciertamente (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Feliz y bendito (bien dicho) Tiempo Pascual.

jueves, 9 de mayo de 2019

REFLEXIONES EN SEMANA SANTA





Con un poquito de desfase









No estaba en la isla de Pátmos.
Estaba en una isla personal (iba a poner particular y he cambiado porque no es excluyente). Una noche estaba en mi isla personal. Es una isla que flota sobre el mar como si éste fura un inmenso magma. A veces, este océano (magma) es ardiente como lava. Otras,  gélido, como glaciar. Pero no atenta contra mi isla, en la que me encuentro. Esta isla a veces permanece fijada, otras a la deriva impulsada por corrientes que no siempre alcanzo a comprender.
Me encontraba en mi isla, repito de nuevo. Era de noche. Acababa de llegar. Así, de pronto, llego como de un salto. Otras aparezco allí.
Había estado viajando. Todo el mundo viaja en estos días. Las carreteras se llenan de coches, los trenes agotan su capacidad, los aviones necesitarían más pistas para evitar retrasos (sobre todo si hay alguna huelga en ejecución). Todo el mundo viaja en estos días. Se llenan los hospitales: Hay dolor y fastidio, muertes y lágrimas, planes truncados. Los perros se van abriendo camino y hay hoteles donde ya se les admite. Los viejos son un problema: ¿qué hacer con ellos?. En cuanto salen de su entorno se ponen insoportables.
La España vaciada se queda más vacía: las playas repletas, las calles de arquetípicas ciudades, repletas al sonido de cornetas y tambores. Chocan unos cuerpos con otros en la playa, en los supermercados, en los transportes colectivos, en las procesiones. Chocan unos cuerpos con otros, a veces hasta con violencia, pero ya no se emplea tiempo en disculpas.
Ahora que he regresado a mi isla personal después de no haber sucumbido en la tentación de viajar en estas fechas de viajes, estoy tranquilo, solo, miro las estrellas y pienso: Y todo esto, ¿por qué?
Semana Santa.
Tiempo Santo.
Santas tradiciones.
¿Qué?
¿Qué hay de santo?
Desterremos ese nombre. Al menos yo reivindico que no lo profanemos.
El espacio, el tiempo, el lugar santo, andan por otro lado. Solo será santo si está empapado de Dios caído como rocío mañanero.
¿Dios está en esos viajes con los que escapamos a no sé que parte (o sé a muchas) y con las que olvidamos a otros al borde de la cuneta de cualquier camino de Jericó? ¿O, tal vez, estará apretujado en las pateras mediterráneas? ¿Dios estará en la cerveza y los whiskys de la playa o de las noches costeras o en el agua no potable que los sudaneses tienen que conseguir tras caminar un montón de kilómetros? ¿En los achuchones y apretujones que nos damos, concentrados y movidos por el consumismo, pero ignorándonos unos a otros porque no hay encuentros en ellos, estará Dios? ¿ O en ese caminar de quien viaja para encontrar a los que se quedaron tirados e el camino?.
Semana Santa desde hace más de dos mil años. Pero una cosa moderna en la de hoy: Después de estos días, la gente regresa con el síndrome postvacacional: Resulta que no han bajado del calvario.
En la Semana Santa de Dios, la semana cotidiana que eslabona la vida, se baja del calvario y se saborea la resurrección.
Ah, no he dicho como se llama mi isla personal. Se llama “Yo mismo”, y descubro, una vez más, que estoy a gusto en ella.
                                                            José Luis Molina
                                                                            18 de abril del 2019

miércoles, 8 de mayo de 2019

ES OPORTUNO PARA LA REALIDAD DE LA FAMILIA HOY

Variedad de tiposA VUELTAS CON LA FAMILIAJUAN ZAPATERO BALLESTEROS, zapatero_j@yahoo.es
SANT FELIU DE LLOBREGAT (BARCELONA).
ECLESALIA, 06/05/19.- En setiembre de 1993 la Asamblea general de las Naciones Unidas decidió que cada 15 de mayo se celebrara el Día Internacional de la Familia. Fue a partir del año siguiente cuando comenzó a celebrarse dicha efeméride en la mencionada fecha; también se celebra este, por supuesto.
Han cambiado mucho las cosas desde entonces hasta hoy en esta cuestión, como también en muchas otras, por descontado. Hasta el punto de que la familia es una de las instituciones más sometidas al conflicto en los últimos tiempos. Cabe decir, no obstante, que hablar de conflicto no supone, lo tengo muy claro, ningún tipo de menosprecio respecto a esta realidad en la que de una manera o de otra todos estamos implicados. El concepto “conflicto" no tiene por qué ser asumido como algo negativo. Sólo en un cementerio no hay ningún tipo de conflicto. En todo caso, a veces sí que los hay, pero, cuando se dan, es debido a enfrentamientos entre los vivos.
Que la familia esté en proceso constante de cambio no significa dudar de su validez en los momentos en que nos encontramos y creo que para siempre. Negar este cambio de la familia hoy en día, significaría cerrar los ojos a la evolución que ha hecho la persona en general y, por lo mismo, la familia en la mayor parte de las culturas a lo largo de la historia y también, por lo que a la cultura judía se refiere, la familia patriarcal desde el Antiguo Testamento hasta la llegada de Jesús. Él, según sus mismas palabras, no vino a destruir nada, tampoco el sistema antiguo de familia, sino a perfeccionarlo; poniendo en este caso las bases de lo que sería lo realmente esencial de la vida familiar según el nuevo estilo que Él vino a traer. Ahora bien, la cuestión es saber cuál es realmente lo esencial.  Pienso personalmente que muy pocas cosas.
Antes de abordar el meollo de la cuestión, quiero dejar claro que estoy totalmente de acuerdo con el hecho de que cada persona elija para vivir la forma comunitaria que mejor le ayude a conseguir la propia felicidad, al tiempo que la empuje a darse con más ganas y más fuerza para trabajar en favor de la de los demás. A partir de aquí, no seré yo quien pierda el tiempo en discutir si a estos diversos tipos de vida comunitaria que se dan hoy en día tienen que llamarse de esta manera o de la otra. Me importa el grado de sinceridad y de generosidad con la que afrontan la convivencia. Nada más. Porque es sólo desde aquí que tiene razón un proyecto de convivencia en todos los sentidos y, por supuesto, la convivencia a nivel de pareja.
Dicho esto, y tras revisar algunos pasajes del Evangelio, no tengo la menor duda en afirmar que Jesús, cuando habla en el Evangelio de matrimonio, lo hace desde la vertiente de hombre y mujer. No podía hacerlo de otra manera, porque los parámetros sociales de entonces eran aquellos y porque un elemento importante, para mí no esencial de la pareja, como es la reproducción, no se podía llevar a cabo en aquellos momentos de otra manera que a través del hombre y de la mujer. Ahora bien, Jesús, una vez dicho esto, calla. Lo cual quiere decir que no debemos buscar las mil y una para hacerle decir lo que no dijo y que, en el fondo, es lo que a muchos y muchas les gustaría que hubiera dicho.
Pero, claro; la cuestión no termina con el hecho de que sea hombre y mujer. A mí eso no me da respuesta a muchos de los interrogantes que tengo ni me justifica el matrimonio heterosexual como fundamento de la familia. Y me explico: si aquella familia formada por un hombre y una mujer no es generosa, abierta, solidaria, austera, sensible a la problemática existente a su alrededor y también de lejos, etc. no la considero familia como tal. Dice Jesús: "Dejarán al padre y la madre y ambos formarán una sola carne", refiriéndose al matrimonio. ¿Dónde está "esta sola carne” en tantos y tantos casos, casados ​​según el ritual de la madre Iglesia, pero, en cambio, cada uno de ellos ignorando totalmente al otro y, no digamos, a cualquier persona que pueda estar pasándolo mal? O en el mejor de los casos, ¿existiendo entre ambos con una avenencia normal o, incluso, buena, pero totalmente despreocupados de todo tipo de problemática social, respecto a la que podrían hacer algo, dadas sus cualidades y situación?
¿Es este el tipo de pareja que debemos defender como fundamento de una familia posterior? ¿Por qué no tienen el mismo coraje a la hora de decir "no" a este tipo de matrimonio y de familia todas y todos aquellos que atacan otros tipos de convivencia que están totalmente fuera de los criterios de la Iglesia y, según dicen muchos de ellos, fuera también de la "Ley natural"?
Me temo que “hemos casado” con demasiada ligereza y, en cambio, nos hemos apresurado para condenar rápidamente otros tipos de convivencia que posiblemente, no casados ​​o casados ​​de otra manera, eran en muchos casos mucho más evangélicos. Y no porque lo diga este o el otro. Sino porque lo dice el mismo Jesús: "Por sus frutos los conoceréis".
No perdamos más tiempo en llamar de una manera o de otra, en vociferar y ponernos a la defensiva por sistema. Trabajemos para ayudar a madurar a las personas y hacer crecer el grado de generosidad de sus conciencias. De eso se trata; pues según el mismo Jesús: "Sólo los árboles buenos pueden dar frutos buenos". Me temo que muchas veces nos estamos autoengañando con demasiado "bisutería" y, también, con demasiados "árboles de plástico" que adornan, pero, en cambio, son incapaces de dar fruto.
Lo único realmente sagrado es el amor. Por tanto, por muchos rituales que hagamos o por mucho que sigamos lo que según nosotros es “Ley natural”, "Si no tengo amor, no soy nada", tal y como recuerda el apóstol Pablo (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Blogger | 6 mayo, 2019 en 00:00 | Etiquetas: AmorBondad