Estaba yo tratando de situarme frente
a las lecturas de esta semana.
Y la verdad es que me encontraba un
poco liado.
La primera lectura, del Eclesiastés 1:2,
a primera vista, aparecía con cierto tono pesimista, de derrota.
Todo es vanidad.
Entonces, ¿Qué saca el
ser humano de todos sus trabajos y preocupaciones?
Me parecía que forzosamente llevaba
al terreno del desánimo.
El evangelio (Lc 12, 13-21) intentaba
dar una respuesta de esperanza, pero la colocaba en el más allá.
Y, estando en esto, me llegó un
pedido de una comunidad cristiana que hoy celebran una convivencia sobre
EVANGELIZACIÓN, y me pedía les enviara algún material para la oración
Más difícil se me puso el tema.¡
Evangelizar hoy! ¿Cómo?, ¿qué anunciar? ¿A quiénes?.
Miraba a la realidad y, con
honestidad, tenía que admitir que a los jóvenes no les llegamos con el
Evangelio. Con honradez, tampoco mucho a los adultos pues en los espacios
religiosos que permanecen, lamentablemente, no siempre su savia es el
Evangelio.
Siguiendo en mi reflexión personal,
que ahora os comparto, confieso que a mi tampoco me satisfacía demasiado la
solución del más allá de manera exclusiva y excluyente. No me convencen
demasiado los espiritualismos trasnochados que cohabitan en armonía con las causas
de las realidades de muerte de aquí.
Y entonces me acordé de una frase de
Jesús: “El Reino de Dios ha llegado”.
En Colosenses 3, 1-11, hoy se dice:
“Habéis resucitado con Cristo”
Hemos resucitado con Cristo y esto ya
cambia , desde aquí y ahora, hasta la eternidad, el sentido y la razón de la
vida. Por eso nuestro afán no sería (o no debería ser) construir graneros sino
construir humanidad, humanidad nueva
¿Es esto Buena Noticia?
¿Da sentido a nuestro vivir, a
nuestras opciones, nos hace felices?
¿Marca esto nuestro hacer humanidad,
sin judíos ni griegos, sin exclusiones, sin racismos, xenofobia, machismo y
todo lo que divide?
Entonces entendí que Colosenses
hablaba de qué tenemos que evangelizar.
Y sobre ello me entraron ganas de
escribir y me salió, con pretensión de poema, esto que sigue.
MÁS FUERTE QUE EL SILENCIO
Que no calle mi voz
porque aún queda viento
que pueda transportarla
y esparcirla.
Que no calle mi voz
porque hay orillas
donde arribarla puedan
las espumas que brincan
sobre incansables olas.
Que no calle mi voz
porque vagando quedan
por solitarias calles
corazones que esperan
un sentido, un abrazo, una sonrisa,
una caricia que arrope con ternura
su desnudez y, con brío,
defienda su injusto desamparo.
Que no calle mi voz
ni que mis brazos, vacíos,
se cierren sobre mi pecho seco
porque
lo que debiera sea otra cosa
a la que hay que acuciar y empujar
y, así, queriendo sea.
Que mi voz no se calle ni aún dormido,
que lo mismo sea grito que susurro,
que, modulada, llegue, y sus registros
inunden los valles y los ríos,
las cumbres y los desiertos
retumben, desciendan las laderas
y estremezca a mirtos y azaleas.
Que no calle mi voz
ni la tuya enmudezca:
unidos, o en distancia,
nos queda por cantar
aún mucho poema.
JLM
Después, me quedaba pensando, me acordé de Rabindranath
Tagore. Lo encontré y me alegró que
coincidiéramos. Decía:
“Dormía y soñaba que la
vida no era más que alegría. Me desperté y vi que la vida no era más que
servir. Serví y vi que servir era la alegría.
Un abrazo
José Luis Molina