martes, 28 de julio de 2020

DE NOCHE






Un vaso roto.
Una noche rajada
por un grito que retumbó…
y … silencio.
Unos ojos abiertos
más allá de la noche y la vida.
Una sombra sin ruido,
un fantasma sin sombra.
Un temblor en las manos
y un dolor en el pecho.
Una luna sin agua,
un reflejo sin luna.
Un ay casi sin terminar,
un hueco en el lecho vacío.
Un cansancio en los luceros
y un beso congelado en el aire.
Todo eso
y la agonía del “quejío”
que corre monte abajo.
Todo eso
obstruyendo mi mano y mi pluma:
Esta noche no duermo.
           José Luis Molina
                       22 de junio 2020

sábado, 25 de julio de 2020

CERRANDO CAPÍTULO






Con el evangelio de este domingo se concluye la perícopa que hemos venido leyendo también en los dos anterores.
Bueno, ¿qué tal si comenzamos aclarando esa palabeja?: Perícopa.
¿Qué es una perícopa?
Así, rápidamente, para entendernos, es un trozo de evangelio que hace referencia a algo en común. Por ejemplo, nos imaginamos el Evangelio de Mateo y le damos un corte en el cap 13, versículo 1 y otro corte en el versículo 53. Este trozo que hemos cortado  es una perícopa ya que todo él, a pesar de los diferentes temas, tiene algo en común: Nos dice cómo es el Reino de Dios. Esta perícopa está constituida por las parábolas del Reino de Dios.
Por eso, de toda ella destacamos, ya lo hemos hecho en reflexiones anteriores, dos frases:
                       El Reino de Dios se parece
                                   Y
                       El que tenga oídos que oiga
Y por eso, hoy que terminamos estas parábolas, es interesante hacer recuerdo
-         El Reino de Dios se parece. Podemos decirlo de otra manera: En el Reino de Dios ocurre como en estas parábolas que siguen.
-         El sembrador, es decir,  el Reino no nace por arte de magia, es consecuencia, es fruto, de aceptar la Palabra como semilla y, dándole calor en nosotros, hacer que brote. En esta parábola hay dos aspectos  importantes:
-                   Actitudes que la reciben pero no se comprometen con
-                   ella. No sirven. Ahí no nace Reino
-          
-                    Y otros que la acogen y dan fruto, pero no se mide por
-                     la cantidad de fruto que dan, sino por la calidad: el 
-                     30%, el 40%, el 100%. Todo eso es Reino. No se trata
-                     de ser eficaces en rentabilidad, pero sí en coherencia.
-          
Seguimos: El Reino de Dios es como ese trigo que nace en el campo que lo acogió. Crecerá rodeado de cizaña. Lo importante es la identidad. No puede confundirse con la cizaña. Si es trigo tiene que dar pan y si se hace pan tiene que terminar en eucaristía..
Continuamos viendo como es el Reino de Dios. No es un árbol grande, magnífico, solemne, poderoso, envidiable. Es pequeño, aparentemente Casi pudiera decirse que insignificante, pero donde la vida se posa y se hace música de Dios, porque esa vida que cobija no consistirá en destruir nidos, ni aplastar u olvidar a los pequeños.
Avanzamos en esta comprensión del Reino de Dios y vemos que, enraizado en la tierra y hecho pan compartido construye vida a ras de tierra y por eso tiene que transformar la que hay y ser levadura que empuje ese caminar hacia “otra alternativa posible” (Laudatus sí)
Y por último las tres de hoy:
Las dos primeras: el tesoro escondido y la perla fina. Nos dice que   el Reino de Dios, participar de él, no se logra bajando el listón. Quien lo descubre vende lo que sea necesario, hipoteca lo que sea, para conseguirlo.. Son las parábolas del amor loco que desecha la precaución, que no guarda la retirada,  que se tira al agua sin que le retenga la ropa en la orilla.
Y bueno, llegamos a la última parábola: La red repleta de peces. Todos los peces pueden entrar en la red. Pero, y esto son palabras mayores, no se puede ser mediocre. No quiere decir que haya que ser superinteligente, superfacultado, superdotado, supersupersuper. No, no. No nos olvidemos de la semilla de mostaza. Pero en la red del Reino no se puede ser mediocres. Hay que ser persona-persona en cabalidad, persona en las opciones,  persona humana en los valores que humanizan a la persona humana.
Y ya terminamos la perícopa. Si tenemos oídos, oigamos.

                                  José Luis Molina
                                            26 de julio 2020


domingo, 19 de julio de 2020

EN EL AGUA






En el agua que salta,
en el agua que canta,
en el agua que moja,
en el agua que queda
suspendida en la hierba,
en la gota que rueda
lenta, lenta en la hoja
para, al final, quedarse,
para, al final, caer
y quedar huida por la tierra
para, al final, secarse
en ella y dejarle su beso:
En el agua te siento
y, si me moja,
me empapo de tu esencia.



En el agua que brilla,
en el agua que riega,
en el agua que lava
heridas y apaga las candelas
que quemaban el monte,
en el agua que limpia
el sudor de la frente,
la sangre de una herida,
el barro y la hediondez,
en el agua que empapa
y hace vendas la vida, 
con esa agua me tocas
y empapado me dejas
mientras cae la lluvia,
mientras corre en la tierra
sus regueros vitales,
y mis pies se hacen barro,
y en el barro se hunden
y con el barro lloran
y desde el barro sueñan

                      José Luis Molina
                                    15 de julio 2020



sábado, 18 de julio de 2020

TRIGALES CON CIZAÑA EN VEZ DE AMAPOLAS






Nuevamente este domingo el Evangelio vuelve a insistir en que quién tenga oídos que oiga.
Oídos para oír.
Orejas sí, que soporten las mascarillas, o que se hermoseen meciendo , desde ellas, aretes o zarcillos. Pero, sobre todo, que hagan de antenas parabólicas que recojan las ondas que cruzan los aires, que hagan resonar los ritmos musicales de la vida y, sobre todo, que sean sensibles a los latidos en los que se debate la humanidad.
Pero … ante esta insistencia, en ese “tener oídos para oír”, ¿cómo hacerlo?, ¿cómo lograrlo?.
Creo que el propio evangelio da pautas claras:
El trigo tiene que crecer y, junto a él, también crecerá la cizaña.
¿Por qué el dueño del campo no la arranca? Porque el trigo debe ser trigo hasta el final. Ciertamente que al trigo y a la cizaña los regará la lluvia, los calentara el sol,  los alimentará la tierra, pero, lo definitivo es que el trigo se transformará en pan para ser compartido humanamente en la mesa de la solidaridad. La cizaña quedará , simplemente, en hierbajos que arden.
Por tanto, oídos para oír la llamada a la cosecha. Oídos para saber moler el trigo,  amasar el pan, convocar a la mesa, repartirlo sin miedo porque sobrará. Oídos para descubrir las alarmas que denuncian los intentos  de monopolizarlo, negociarlo, venderlo, negarlo. Oídos para oír los cantos de los segadores, o del que trilla en la parva o amasa en la artesa y con mimo lo mete en el horno para que se dore. Oír estos cantos también es importante porque dan fuerzas y vencen el silencio y el miedo cuando estás afónico.  No esperemos que el dueño de los campos venga a arrancar la cizaña. Tengamos oídos para distinguir la música con la que el trigo crece, se dora y baila en los campos y fuerza para apuntarnos a esa danza. Tangamos, también, oídos para captar los crujidos de la cizaña y no equivocarnos.
El Reino de Dios se parece …   Es decir, el que tenga oídos que oiga, no nos inventemos una manera distinta de las pautas que marca Jesús. El Reino de Dios se parece  o , mejor dicho, el Reino de Dios no se parece al nacionalcatolicismo, a la religión oficial del Estado, a la imposición de la cruz por la fuerza de la espada, la violencia, la diplomacia o el poderío fáctico en connivencia con otros poderes fácticos. No se manifiesta, ni se construye, el Reino de Dios  en las misas oficiales o en las bendiciones políticamente correctas. El Reino de Dios se parece, es, el que tenga oídos que oiga, al campo de la vida  donde nace  y coexisten  cizaña, hierbajos, pero donde también aflora, que como tiene oídos, oye, el cántico de Dios en las creaturas y el cántico de las criaturas a Dios. Y en las ramas de esos esfuerzos cantan los pájaros y sus trinos son color de esperanza.
Creemos y esperamos que la covid 19 tendrá solución y, para ello, necesitamos “oír” un actuar concreto, respetuoso  y correcto que proteja a los demás para que crezcan. Igual para el Reino: “oír adentrando” el compromiso con otro mundo que es posible. Seamos levadura.
                              José Luis Molina
                                             19 de julio 2020

domingo, 12 de julio de 2020

CON LAS MASCARILLAS SE HAN REVALORIZADO LAS OREJAS





Voy a empezar extrayendo de los textos de este domingo unas frases que me parecen fundamentales y luego trataré de estructurar con ellas mi reflexión.
En la Lectura de Isaías 55, 10-11 se dice:
“ Así será mi palabra, que sale de mi boca, no volverá a mí vacía…”
De la carta de Pablo a los Romanos 8, 18-23 subrayo:
hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto”
Y en el Evangelio de Mateo 13, 1-23, la parábola del sembrador termina diciendo:
“El que tenga oídos que oiga”
Pues bueno, empezaré por el final.
El que tenga oídos que oiga.
Es decir, los oídos, incluyendo las orejas, no las tenemos para sujetar las mascarillas o las gafas., sino para oír. Y oír no es por aquí entra y por el otro sale. Oír es que entre en nosotros y sea procesado lo que hemos oído. No vale, ya lo dice la parábola  del sembrador, con la buena voluntad y no más, construida sin cimientos y arrastrada por el aire y el agua.
Oídos para oír. Para que, procesada la Palabra en nuestro cerebro dinamice el desarrollo de nuestro actuar.
No es por tanto una teoría. Nos equivocamos cuando hablamos de “doctrina cristiana”. No es una doctrina. Cristo nos liberó de la rigidez de las normas que matan el espíritu y están muertas.
No es una doctrina seguir a Cristo. No es saberse una doctrina para declararse cristiano. Es apostar, decidirse, por el Reino de Dios que propone Jesús. No impone, propone.  Por tanto, al no ser impuesto, no hay que engañar sabiéndose la lección de memoria.
Si tenemos oídos y oímos, no nos engañemos ni engañemos a nadie con el “lo que buenamente se pueda”. Si tenemos oídos y oímos su Palabra, ésta no se perderá en el aire, no se esfumará, debe volver a él como el agua de la lluvia que, después de regar la tierra, vuelve evaporada a la nube para proseguir con el ciclo fecundativo.
Por último, del oír su Palabra teniendo oídos, y por eso oímos,  se hace una concreción clara en la segunda lectura.: Ahí está el mundo gimiendo con dolores de parto. Vivimos este tiempo pandémico que nos ha puesto al descubierto muchas cosas, aspectos, motivaciones, comportamientos que no sirven, y está expectante para un tiempo nuevo. Arriesguémonos. Tengamos fe. Construyamos “otra vida posible” que dice Francisco, el  Papa. Tengamos oídos para  y coherencia para recibir esa Palabra que se haga semilla de un mundo distinto, mejor, nuevo. Demos gracias a Dios que él nos da su fuerza.
                             José Luis Molina
                                            12 julio 2020

viernes, 10 de julio de 2020

HABLANDO DEL MIEDO



Hoy he hablado del miedo, de que tengo miedo.
He hablado del miedo en medio de una asamblea sublimada y sublimante que, muy a la ligera, decía en voz alta que no hay que tener miedo. Seres sacando pecho para gritar: “!No hay que tener miedo!”.
Yo, humildemente lo digo, he sentido miedo de hablar. Pensaba que mis palabras podían sonar, a pesar de nacer temerosas, a pretenciosas,  podían resultar ofensivas, podían provocar resentimiento. Por eso tenía miedo, pero hablé.
Me dan miedo la gente que dice no tener miedo. Me da miedo estar entre  gentes que dicen no tener miedo, porque temo la insensatez a la que se puede llegar desde posturas presuntuosas empeñadas  en ocultar el miedo o la hecatombe que puede provocar el pánico cuando ya no se le contiene ni se le puede disimular.
Por eso tenia miedo de hablar, dudaba si hacerlo, pero también, por el mismo motivo, no debía callarme.
Y entonces hablé, fui capaz de hablar y con cierta timidez, pero con decisión, dije:

Yo si tengo miedo, he sentido miedo, me da miedo el miedo: No quiero ocultarlo y no envidio a los que dicen no lo tienen. Porque lo verdaderamente importante no es decir “No tengo miedo”. Lo verdaderamente importante es decir: “A pesar del miedo…” y actuar en coherencia. Así, el miedo, te humaniza.
                                           José Luis Molina
                                                      21 de junio 2020

lunes, 6 de julio de 2020

LA MÍSTICA DE LA COMPASIÓN


LA MÍSTICA DE LA COMPASIÓN
MIGUEL ÁNGEL MESA, miguelmesabouzas@gmail.com
MADRID.
ECLESALIA, 03/07/20.- La mística de la compasión impregna a la persona cuando se deja afectar por el rostro sufriente del otro, cuando las miradas doloridas se le clavan en la piel del alma y siente su tristeza como propia, en sus propias entrañas.
La mística de la compasión es todo lo contrario a la impasibilidad, la apatía, la indiferencia y la tibieza.
La mística de la compasión nos impulsa a estar vigilantes y dispuestos, con los ojos y los oídos siempre bien abiertos, para descubrir dónde se encuentran los empobrecidos, rechazados y marginados por el sistema, para salir a su encuentro.
La mística de la compasión se enfrenta y denuncia a los distintos poderes económicos y políticos que excluyen y discriminan; y cuida de las víctimas, las consuela y reincorpora a la vida social, ofreciéndoles una nueva perspectiva a su vida, después de haber recuperado su dignidad.  
La mística de la compasión no vive de certezas dogmáticas, sino de búsquedas a tientas, pero conjuntas, desde el desconcierto de sentirnos frágiles, vulnerables pero, a la vez, con el humilde convencimiento de tener un Espíritu, un aliento interior, que nos da fuerzas para enfrentar y sobreponernos a cualquier dificultad.
La mística de la compasión sabe que una persona tiene una capacidad limitada para aliviar tanto dolor, pero si muchas se unen, si se animan y abrazan, si se comprometen a liberar de la miseria, el odio, el racismo… tienen muchas más posibilidades de solucionar los problemas.
La mística de la compasión se deja acompañar muchos días por la tristeza, al no ver ningún resultado, ni vislumbrar caminos ni soluciones para solventar las dificultades. Entonces las tardes se vuelven grises y hay que aceptarla como compañera, permanecer en silencio y respirar profundamente hasta que vaya pasando.
La mística de la compasión, a pesar de todo, no se deja vencer y saca del hondón interior resistencia y fortaleza para seguir caminando, compartiendo, abriendo la mente, el corazón y las manos, y tendiéndolas hacia el otro que camina a nuestro lado. 
La mística de la compasión es la compañera fiel de la esperanza. Pero una esperanza activa que ofrece ánimos y entusiasmo: construyendo alternativas para quien se encuentra sin empleo, dando alimentos a quien hoy carecen de ellos, acogiendo e integrando al inmigrante, sanando las heridas del odio y la violencia, ofreciendo casas para la gente sin hogar, luchando por la igualdad de la mujer y respeto para las personas LGTBI…
La mística de la compasión también sabe celebrar el gozo de la amistad y la fraternidad, organizando encuentros y fiestas para dialogar, recargar las pilas y sentirnos unidos. Así, comiendo y brindando, bailando y riendo, apreciamos la íntima satisfacción de sentirnos hermanados con quienes nos regalan el don gratuito de la confianza y la alegría compartida (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Blogger | 3 julio, 2020 de 15:35 | Etiquetas: AlegríaCompasiónDiálogoFraternidadMística | Categorías: REFLEXIONES | URL: https://wp.me/pICCL-4Pj

sábado, 4 de julio de 2020

CRITERIOS CONTRAVERTIDOS



Se lo escondes a los sabios y entendidos (Mt 11, 25)
Si alguno desea ser el primero, será el último (Mc. 9,35)
El que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos (Mc 10,44)
Dichosos los sencillos… (Mt 5)






Hoy he empezado con las citas evangélicas que anteceden porque pensaban si los “cristianos” no tendremos un problema de comprensión idiomática.
El evangelio de hoy, a mi juicio, insiste en algo que ha venido perfilando en las semanas anteriores. Y es que, con el paso del tiempo, de los siglos y de la Institución, hemos domesticado la fuerza de esta Palabra y la hemos acomodado a los intereses que, desde una cultura determinada, han impuesto su vigencia, de tal manera,  que la levadura no se metió en la masa y ni la transformó ni la fermentó, es más, en muchos, muchísimos casos, quedó neutralizada.
Por eso las palabras de Jesús calan en los sencillos, hay que ser sencillos.
Pero sencillo no es “simple”. Sencillo es el que no tiene recovecos frente a esa palabra, se deja interpelar por ella y en ella se sumerge. Pero no el “simple” que le achaca a Dios todo lo que ocurre movido por los poderosos.
Intentaré aclararme:
Dice el evangelio : “Mi yugo es suave y mi carga ligera”. Y me atrevo a pensar que a muchos no nos parece suave el asumir el evangelio y sentimos su carga aplastante.
Entonces, ¿en qué quedamos? Pues sencillamente en aceptar, en primer lugar, que la opción por el evangelio son palabras mayores. Pero, ¿entonces Jesús nos engatusa?. No. Y ahí es donde creo  que hemos deformado el contenido de la Buena Noticia.
Jesús dice “cansados y agobiados”. Cansados y agobiados por el Evangelio. Luego reconoce la dificultad. Pero continúa: “Los cansados y agobiados (por el Evangelio) venid a mi” es decir, sumerjámonos en la Humanidad Nueva que él está abriendo..
Y cuando pongamos en valor ese ir a él, sin justificaciones filosóficas de sabios y prudentes, , sin que desaparezca la  dificultad,  aparecerá el alivio, el sentido pleno, el descanso para nuestras vidas .
Pablo lo sintetiza en el final del texto de hoy: “Los que se guían por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios”

                                José Luis Molina

                                             4 de julio del 2020

viernes, 3 de julio de 2020

MIELLE

Esta historia tiene la fuerza de la sencillez y la evidencia. Es un canto al espíritu de Libertad, de ganarse la libertad, de hacerse libertad liberando. Es denuncia de injusticia y canto de solidaridad. Ahora, cuando no tenemos rubor para declararnos cansados por el esfuerzo realizado frente al covid 19, y también sin rubor damos rienda suelta a un comportamiento desconsiderado con el otro, al que podemos poner en riesgo, esta historia no dice que hay muchos motivos por los que cansarse de verdad hasta el agotamiento si es preciso.
José Luis Molina

jueves, 2 de julio de 2020

ENCONTRAR UNA PIEDRA





Me senté.
Me senté en una roca.
Me parecía cansado.
Me sentía cansado.
Comprendí,
creo que entendí
que sentirse cansado
no es estar cansado.
No es lo mismo.
Muchas veredas he andado hoy:
Estoy cansado.
Me pesan los giros del mundo.
Me pesa cada anochecida
que era amanecida esta mañana:
Me siento cansado.

Es buena esta piedra que encontré.
Me he quedado tranquilo.
Miro más allá
del allá donde miro.
Miro, y mi mirada
atraviesa el aire de la tarde
filtrando luz de despedida,
pero no veo el aire
que mi mirada cruza.
Esperaba escuchar
que sonaran las olas
de los mares surcados.
De  lado
vi la orilla que avanza y retrocede,
o es la ola
la que se pierde incierta
en su límite incierto.

Fue bueno
me encontrara esa roca.
Siempre,
o casi siempre,
o a menudo,
aparece una roca en la vereda.
Súbete a ella.
Siempre habrá camino,
no siempre habrá una roca
desde donde otear ese camino,
desde donde secar sudor
y regar lágrimas
que a sus pies harán que broten tréboles.
Seguro, seguro, alguno
será de cuatro hojas.
                         José Luis Molina
                                        1 de julio 2020