Hoy, poniéndome frente al evangelio,
frente al texto del Hijo Pródigo, la verdad, me parecía que era tan conocido
que ya se le habían dado todas las vueltas habidas y por haber y todas las
reflexiones propias y prestadas. Pero, de pronto me detuve frente a algo
novedoso del texto. Siempre ha estado ahí, pero me parece que , habitualmente,
pasa desapercibido.
Está en el final del relato de la
parábola. En las palabras del padre al hijo mayor. Cuesta trabajo decir que el
padre se equivoca, que lo que dice no es cierto. Además, ¿quién soy yo para
enmendarle la plana al Padre?. Sí, ciertamente, yo mismo me he interpelado así.
Pero, no obstante, sigue hurgándome la frase. Me refiero a cuando dice “Tú
estás siempre conmigo”. Porque no. Es verdad que se quedó a habitar en la casa del
Padre mientras le llegaba la hora de heredar. Pero con el Padre no estuvo.
No estuvo al lado del padre, cuando el
hermano se marchó, para que el anciano pudiera llorar sobre su hombro. No
estuvo, cuando el padre hacía frente a lo interminable del camino, para no perderse el momento
gozoso de descubrirlo en la lejanía y sentir que el corazón comenzaba a
acelerar sus latidos, hasta verlo, a pesar de que , probablemente, sus ojos ya no fueran excesivamente eficaces,
pero lo era su corazón y su humanidad. Y, cuando ya no tenía duda, salir
corriendo para fundirse en un abrazo. (Cuando estoy pensando esto y por mi
mente pasan las imágenes descritas, me llegan con hondura. Me remueven
experiencias. Pienso que, tal vez,
Antoine de Saint- Exupery, se acordaba
de esta escena en el pasaje del
Principito con el zorro y el sacramento de la espera y el encuentro hecho campo
de trigo. Allí tampoco estuvo).
Tampoco estuvo allí para participar
de un abrazo que pudo ser tripartito.
Por eso se quedó fuera y no
entró. Tampoco estaba en la fiesta. O
por lo menos no tenía intención de acudir. No sabemos si al final iría o no. Lo
que si es cierto es que no estuvo, no participó, estuvo al margen de todo.
Y, ¿qué es todo?
La vida del Padre.
¿O no es la vida del Padre aceptar la
decisión de su hijo segundo, asumirla mientras lo destrozaba, esperar contra
toda esperanza y que el hijo segundo recuperara lo que el Padre nunca perdió?
¿No es eso la vida del Padre? Pero el
hijo mayor nunca estuvo. Por eso mi dificultad ante el “tú estás siempre
conmigo”.
Después de darle muchas vueltas,
llego a la conclusión de que equivocarse, no. El Padre, además de Padre, era
listo. Por eso creo, y así no me cuesta aceptar esta frase, que el Padre, con
ella, lo que hacía era lanzarle un guiño al hijo mayor a ver si él también ,
ciertamente de otra manera, él también volvía. Era una manera de decirle:
“Alégrate, no desperdicies lo que tienes. No desperdicies la vida”.
Una frase para ponerla en el dintel
de nuestra morada, donde de verdad estemos morando.
Un abrazo
José Luis Molina
27 de marzo 2022.