sábado, 19 de marzo de 2022

LA MIRADA DE DIOS

 


Hoy nos encontramos, en la primera lectura, con un Dios que mira a la tierra, mira a los hombres, y se compadece de sus penurias y de sus tragedias.

Por eso , Dios es seguro que está mirando a Ucrania, a los niños de Ucrania, a las mujeres de Ucrania, a los ancianos de Ucrania, a los pacíficos  y  no  violentos  a  los que  promete  que  heredarán  la tierra  (Mt. 4,5).

Lo cual quiere decir que, desde Dios, no es la guerra y la violencia el camino de construir y heredar una tierra de paz y de justicia.

Este Dios mira a su pueblo, a sus hijos que sufren violencia y quiere librarlos de los violentos que los condenan a torbellinos de desastres y horrores.

Seguro que quienes me estáis oyendo o leyendo tenéis en el pensamiento  Putin. Ciertamente es lógico y merece muchos calificativos con certeza muy poco positivos.

Pero Dios, seguro, no solo mira a las víctimas de Putin porque todas las víctimas del mundo constituyen humanidad que nace de él y son imagen y semejanza suya.

Por eso, seguro que también oyó los lamentos de la oblación ucraniana, por los años 2013-2014, masacrados y reprimidos violentamente, desde los propios ucranianos.

Y seguro que este Dios no verá con buenos ojos no solo a Putin  sino a los que se levantan y construyen en el mundo, al precio que sea,  su lugar como potencia preponderante y aplicando la justicia según su conveniencia: Una OTAN que no se conforma con existir, pese a la desaparición de la causa que provocaba su existencia, sino que intenta crecer cada día más y que enarbola como bandera el armamentismo  para la paz, para la paz que se impone , por la propia fuerza, subyugando. Unos Estados Unidos que se sienten soberanos del mundo y están por encima del bien y del mal, que, hasta ayer, no regateaban epítetos denigrantes contra el venezolano Maduro y que hoy, por obvias razones, baila con él bailes caribeños, que condena y califica a Putin de criminal de guerra mientras ordena bombardeos en Somalia. Dios escucha los llantos en Yemen bombardeado por Arabia Saudí, oye los gritos de los saharauis (niños, mujeres, ancianos) en Agüenit que se quedaron sin escuela y sin pozos de agua por bombas de Marruecos. A Dios le injuria Israel queriendo ser árbitro de paz mientras sus bombas caen sobre los palestinos de Gaza y Cisjordania y se somete a la población a un expolio territorial  enchiquerándolos cada día más.



Dios oye lamentos de muchas partes del mundo: Siria, Congo, etc.

Dios oye sus gritos, el llanto de los inocentes ensangrentados, heridos, mutilados, muertos…

Y nosotros. ¿Oímos solo a Ucrania o también nos llegan esos otros lamentos?

Ucrania nos queda más cerca y, tal vez, eso facilite su escucha. No estoy en contra, sino todo lo contrario. Pero bien cerca tenemos el grito silencioso de los cadáveres perdidos en el Mediterráneo y el Atlántico.

Pero Dios es un Dios que oye y que habla, que no enmudece. Y manda a Moisés que sea higuera (evangelio de hoy) frente a la opresión.

A nosotros nos ha preparado el terreno, lo ha abonado, desbrozado, … para que demos fruto. Moisés es tartamudo y quiere justificarse en la inanición (basta con el lamento) con su pequeñez frente al gigante egipcio. Y Dios no acepta esa justificación.

Pensémonos en higuera y en los frutos de ella. Ciertamente no serán muchos. Pero, una vez más, no se trata de la cantidad sino de la autenticidad.

Podemos realizarnos en la solidaridad: Pero más allá de hasta donde nos resulte cómoda.

Pero hay un terreno en el que interactuamos todos: El de la educación. Lo ejercemos con nuestros hijos, con nuestros convivientes, con quienes compartimos vida, afectos, trabajo, tiempo, ocio, cultura, etc.

Y en todo eso vamos haciendo nuestro aporte a la realidad más próxima, pero también a la colectiva.

Y creo que en ese hacer es mucho lo que podemos hacer para sensibilizar y concientizar hacia un mundo más solidario, menos competitivo, sostenible, no construido sobre aprovechamientos injustos y abusos de poder sino sobre el diálogo, el respeto, la paz.

No sé si será mucho o poco, suficiente o irrelevante. Pero si creo que son frutos que se pueden pedir a la higuera.

Ayer leí una frase:

     “En vez de dejar un mundo mejor para nuestros  hijos, la solución es dejar unos hijos mejores para el mundo” que son los demás.

Ahí queda.

Un abrazo

José Luis Molina

20 de marzo del 2022

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