viernes, 18 de marzo de 2022

UN APÓCRIFO

 



 

Este relato que voy a contar posiblemente, de entrada, llame la atención porque otros lo han contado colocándolo en lo alto de un monte y yo no sé pero creo que pudiera ser en cualquier lugar, en un alto en el camino, en un oasis, o a la lumbre del fuego en cualquier campamento mientras la mayoría se hubieran ido a dormir.

Si como digo normalmente se ubica en lo alto de un monte  es porque al hablar de terreno de Dios, lugar sagrado, etc, en aquellas culturas religiosas siempre eran lo alto de los montes donde se ubicaba la presencia y manifestación de Dios.

Os cuento:  Jesús estaba con sus discípulos y aprovechó una ocasión en que se encontraba con Pedro, Santiago y Juan. Él pensaba que estos tres habían captado mejor su mensaje y tenían mayor conciencia de su misión.

Aprovechó que estaban separados del grupo y Jesús se puso a orar y les invitó a hacerlo.

Él no imponía que lo hicieran pero aquel día les invitó a hacerlo con él.

Ellos andaban un poco despistados. Jesús se puso a compartirles su experiencia del Padre, y les hablaba con tanta intensidad que parecía otro, como si en torno a él la realidad fuera distinta. Les hablaba de Dios Padre como una experiencia  tan íntima que Jesús debió pensar si lo entenderían porque estaban como soñando, entumidos. Pero lo que sí tenían cierto los discípulos es que el momento que estaban viviendo con Jesús, era  único.

Jesús seguí aclarándoles:

-Mirad, nosotros somos el pueblo que tuvo la experiencia de un Dios creador de personas libres, a las que amaba y libraba de toda esclavitud. A lo largo de nuestra historia hemos celebrado, en muchas ocasiones (Abraham, Moisés, etc) ritos de alianza con Dios. Por eso, de nuestra experiencia de liberación, con Moisés fuimos teniendo la LEY para tener pautas en nuestro vivir. Pero también, en muchas ocasiones, esa Ley la adulteramos, la torcimos, y ese Dios envió profetas (Elías, Isaías, Amos, Oseas,…)para avisarnos, para jalarnos las orejas, para explicarnos, con más claridad, como es Dios Padre.

Pues bien, atended. Esto os lo digo a vosotros: AHORA YA SABÉIS COMO ES DIOS PORQUE QUIEN ME VE A MI, VE A DIOS.

Esto convenció a los discípulos para caer en la cuenta que Jesús era el Señor.

Jesús continuó diciendo:

-         Se fueron elaborando muchas leyes, leyes para las que, muchas veces también, se hicieron la trampa torciéndola a conveniencia de los poderosos religiosos y en detrimento de los pobres, los huérfanos y las viudas. Pero, mirad, si Moisés fue el legislador, yo soy la ley y mi ley no es una ley que esclaviza sino que da plenitud y solo es una: Todos los seres somos iguales y nadie tiene derecho a aprovecharse del otro. El otro siempre debe poder contar conmigo. Y no os inventéis otros dioses, ni un dios con rostro distinto. Elías y los profetas nos lo han ido mostrando, pero en mi está la profecía, , la Palabra de Dios, y desde mi y en el vivir que os propongo, conocéis  lo que está de acuerdo con él. Dios no quiere ni ofrendas, ni sacrificios, ni ayunos, ni mortificaciones.  Nos propone su justicia, que es él mismo, y asumiéndola lo aceptamos a él.

Cuando terminó de decir todo esto, quedó en silencio. Su rostro estaba perlado de sudor, pero poco a poco regresó a su estado habitual.

Los discípulos quedaron mudos, como aterrados, ante  la hondura de la experiencia. No sabían que decir.

Al fin Pedro, tan impulsivo como siempre, le dijo a Jesús:

-         Maestro, esto que nos has compartido es extraordinario y no debe quedar en nada, como si nada hubiera pasado. Se me ocurre  que podríamos declarar sagrado este lugar, hacer un templo tan maravilloso como el de Jerusalén, organizar peregrinaciones , procesiones, jubileos, ceremonias solemnes que manifestaran que este es lugar de Dios. Contando contigo ,aprobar premios reconociendo como primeros a los más religiosos, etc.

Nosotros estaríamos aquí, contigo. Sería como un anticipo de tu gloria con tan solo señalar algunas normas sobre lo que se podría hacer (vestidos recatados,  respeto y reverencia al superior,  etc) y lo que no se podría hacer (desobedecer las órdenes de los superiores, formas ordinarias, bromas picantes, mala educación, etc)

 

En aquella ocasión, aunque no lo digan ninguno de los otros evangelios, Pedro también lloró al fijarse en Jesús.

Jesús nos miró y había cierta tristeza en su mirada. No habíamos entendido nada. Pedro ni sabía lo que decía y nosotros tampoco. Pensábamos que, ante todo lo que Jesús nos había compartido, había que darlo a conocer (alguna voz había hablado de lanzarse desde lo alto para demostrar su poder) y ganarles la vez a los sacerdotes del templo de Jerusalén. Nosotros les ganaríamos y tendríamos el mundo religioso y el dominio sobre las conciencias.

Lo que interpretamos fue seguir lo mismo pero cogiendo nosotros la sartén por el mango.

Pero, a pesar de todo, nos pasó la mano por el hombro y nos encaminamos hacia donde los demás. Solamente dijo: - Aún es pronto. Guardad silencio hasta que lo entendáis.   Pero id teniendo clara una cosa. El lugar de Dios sois vosotros. Cada persona es lugar de Dios.  Y en ella, respetándola, compartiendo, construyendo la vida en solidaridad se puede descubrir la presencia de Dios y la grandeza de Dios

Por eso yo lo escribo ahora.

Un abrazo

José Luis Molina

13 de marzo 2022

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