lunes, 7 de marzo de 2022

CAMINAR POR EL DESIERTO

 



 

 

Hoy comencé a leer el texto del evangelio (Lc 4, 1-13) y, sin darme cuenta , me descubrí parafraseándolo.

Así que decidí ofreceros mi reflexión de esta manera.

 

Tras el bautismo, es decir, la consecuencia de asumir Jesús su tarea de enviado,  la vida continuaba.

Siento que el asunto me está tocando. Yo también he hecho opciones fundamentales en mi vida pero la que es cimiento fue optar por la vida desde los valores de Jesús. Pero la vida sigue   y no precisamente lo hace  respetándolos o teniéndolos en cuenta.

Pues bien, Jesús no podía caminar por la vida de cualquier manera, por coherencia -lo hacía movido por el Espíritu

de Dios-, haciendo discernimiento, según el Espíritu de Dios, siendo fuerte, sostenido por ese mismo Espíritu,. Y esto hacía que a la vida por la que tenía que atravesar, se la pudiera llamar desierto.

¿Desierto? ¿Por qué?

·      Porque en un desierto es difícil vivir y, de igual manera, era difícil el proyecto del Reino de Dios en medio de aquello que eran los valores del mundo que le rodeaba.

·      Porque podía obviar la situación comiendo del pastel, pero el decide ayunar.

·      Porque tenía que hacer frente a lso ataques de las alimañas y fieras salvajes.

·       Etc.

Muchas veces me he parado a pensar  cómo es posible que El Espíritu lo llevara a un sitio inhóspito y perverso. Creo que no había entendido bien la forma gramatical “lo fue llevando”. Creo que es más el que, tras el bautismo, lanzado a la vida y lleno del Espíritu, éste lo llevaba, éste lo impulsaba en medio de una vida que el ser humano había convertido en desierto y donde las alimañas atacan a quiénes se oponen y no pasan por el aro. Y por eso, lo importante es la coherencia de Jesús: ayunaba, no se alimentaba de los frutos que le ofrecían y, por eso, el hecho de construir así la historia, la vida se te convierte en desierto.

Nosotros sabemos que esto también va con nosotros. Que el escenario sirve para nosotros. Pero nos justificamos diciendo que es muy difícil y nos quedamos tranquilos. Pero qué es muy lo sabemos todos, por eso lo llamamos desierto.

Pero hay algo más: 40 días. El número 40. Totalidad. Siempre. Durante toda la vida. Es decir esto no es en los tiempos malos no más. Esto es una consecuencia lógica de “llevados por el Espíritu” porque al Espíritu también se le rechaza.

Ante esto me aparecen tentaciones tales como:

·      La ley de los mínimos: “Se hace lo que se pueda”

·      “No hay que ser tan exagerado”

·      Eso era para Jesús, porque le acompañaba el Espíritu.

·      Dios quiere que seamos felices y lo pasemos bien (es cierto) , pero no es él el que nos manda un desierto como mundo ni quiere que la sed la pasen otros mientras los demás hacen estériles las espigas de trigo porque no les llega el agua que ellos gastaron en piscinas..

·      No podemos amargarnos. La realidad es de tales dimensiones que se escapa de nuestras posibilidades. También es cierto pero no podemos ignorar que esa realidad se construye con millones de pequeños aportes que forman un sistema que la mantiene y que por ello somos cómplices porque participamos de ello.

Creo que por aquí es por donde hay que situar el sentido de la conversión que es los 40 de cuaresma y no del arrepentimiento tan solo que a veces sigue siendo mantenedor.

Llegado aquí, termino. Pudiera ocurrir que si lo que Jesús nos propone es pasar este desierto “40 días”, no merece la pena. Eso depende de nosotros. El resultado dice , como punto final, que esta postura de Jesús llevaba, como consecuencia, ser servido por los ángeles, es decir participar de un Dios que quiere “ el paraíso para todos”, nos muestra el sentido para llegar a él y nos advierte de las dificultades pero también de la plenitud de la meta.

Nosotros decidimos

Un abrazo

José Luis <Molina

6 de marzo 2022

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