martes, 23 de abril de 2024

POR EL AIRE

 

Cuando estés en la sombra y un rayo de sol la atraviese frente a ti, 

fíjate, verás partículas flotando y brillando.

Si te dicen que son partículas de polvo,

no lo creas, son letras, palabras que está buscando su lugar.

 

 

 

 

   Esas letras sueltas

que en el viento flotan

y fulgen, si cruzan la luz,

siempre planeando

en eterna búsqueda

de otras letras sueltas

que igualmente buscan

para ser palabras

que impulsen la vida,

se juntaron hoy

y, de mutuo acuerdo,

eligieron tres

que al viento lanzaron

soplando con fuerza.

Que no se te escapen,

que inunden la tierra.

¡Sopla tú también!

¡Qué sean posibles!

Ellas dicen : PAZ.

 

José Luis Molina

23 de abril del 2024.- Día del Libro

 

 

 

 

 

domingo, 21 de abril de 2024

APRENDIENDO A PROFESAR EL CREDO

 





Os lo he comentado otras veces, creo que bastantes. Tener fe no es decir simplemente creo en Jesucristo sin más. Tampoco es recitar el Credo. Recitar el Credo es proclamarla, hacer pública la fe que se tiene, la fe que da sentido a mi historia, a mi vida.

Pero, ¿qué es la fe?

Para empezar podríamos decir que la fe, repito nuevamente, no es una afirmación teórica, rutinaria, sino una experiencia de relación personal con el resucitado.

Vuelvo a repetirlo:

EXPERIENCIA, es decir, mi fe se hace concreta, no anda por las nubes, en mi RELACIÓN, PERSONAL (los demás, los santos, pueden ser y son  referentes ) pero no pueden ser sustituidos por esa relación mía con Jesús que da cuerpo y contenido a mi historia.

Esa es la esencia del discurso de Pedro en Hechos de los Apóstoles  4, 8-12, en las lecturas de hoy y que os invito a que desde él hagamos hoy nuestra reflexión.

A Pedro y a Juan se les pide cuentas de sus actos, se les exige que den explicación de lo que hacen, por qué lo hacen, el fundamento de su hacer.

Dice el texto: “Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les respondió”.

Lleno del Espíritu Santo quiere decir que no pretendía ofrecer un discurso inteligente para escaparse de las asechanzas de aquellos que los atosigaban y  los perseguían.

Llenos del Espíritu Santo Significa actuando según el Espíritu de Dios, siendo este Espíritu quien  trazaba la pauta de su disertación.

Y, ¿cuál fue ésta?

Pues si nos fijamos fue una denuncia y una proclamación de fe, ambas cosas, desde la experiencia.

1º.- El hecho liberador, salvífico, que dignifica al ser humano y lo libera de lo que lo esclaviza, se llama Jesucristo.

2º.- Jesucristo es el proyecto de Dios que vosotros rechazáis.

3º.- Pero sigue vivo y actuando y este hombre curado (transformado) que está entre nosotros lo manifiesta y nosotros nos declaramos testigos (experiencia) en esa acción salvadora en este hombre y en nosotros. Jesús es la piedra angular, cimiento y sentido para edificar la vida.

Bueno, pues yo no os digo más.

Simplemente, con el corazón en la mano,  analicemos las respuestas que hoy, los que nos decimos discípulos, damos a quienes nos piden razón de nuestro actuar. Lógicamente, de manera previa , debemos analizar si nuestro actuar provoca que se nos interrogue.

Para terminar: Hoy, Día Mundial de Oración por las Vocaciones , no pidamos a Dios que mande “obreros a su mies “ sin más, por contagio. Pidamos por todas nuestras vocaciones (ser cristiano debe ser el resultado de una vocación -llamada- del Pastor del que conocemos su voz. Pidamos por todas las vocaciones para que nazcan de la experiencia de relación personal con él y con los demás, donde lo encontramos a él.

Un abrazo

José Luis Molina

21 de abril del 2024.

 

miércoles, 17 de abril de 2024

PELÍCULA POLICIACA

 



 

Espero no me tomen por loco.  De la misma manera espero no os asustéis y sigáis con esta reflexión.

Hay una serie de películas en tve de las que, alguna vez, he visto algunas. Se llaman “Los misterios de Laura” o algo así.    

He de reconocer que me gustan las películas policiacas. Como supongo que a muchos, me hacen pensar e ir por delante de la proyección  buscando soluciones, interpretando pistas, etc.

Pues bien , en esta serie, también en otras películas del género, es corriente el recurso del narrador (guionista) de romper nuestras elucubraciones con la frase: “Hemos seguido el camino equivocado” o “La solución la teníamos delante pero nos equivocamos interpretando inadecuadamente una pista que teníamos ahí”.

Pues  bien, hoy, al leer el texto del evangelio (Lc . 24, 35-48), y teniendo también presente otros textos pascuales, me he acordado de estas frases de las películas, que os comentaba, porque, en definitiva, creo que muchas veces nos ha ocurrido lo mismo. A fuerzas de sabernos el final que nos habían dado, lo hemos recibido  pero, tal vez, en muchos casos nos ha faltado tener experiencia de él. Y sin esa experiencia, que sería la roca firme sobre la que construir, los muros se nos han venido abajo como arenisca sin armazón.

Paso a explicar el por qué de todo lo anterior con algunos detalles.

Los relatos  nos dicen que se nos daban para que pudiéramos creer, pero ¿cómo?, ¿de qué manera?

Las heridas de las manos, los pies y el costado, interpretados como evidencias “físicas” de la resurrección. Pero, de pronto, surge lo de si  los clavos los clavaron en las muñecas o en las palmas de las manos, o el de mantener unas heridas abiertas y si un “cuerpo glorioso” podía mantener las heridas. Y nos dejamos deslumbrar por el poder de lo mágico, lo misterioso, lo inconcebible, como respaldo de autoridad. Hoy por hoy, creo que estos signos, por ejemplo, nos hablan en otro sentido, sentido de tremenda transcendencia para nuestra fe. Las señales de la cruz, las señales del crucificado, del ajusticiado, del Varón de Dolores de Isaías ante cuyo horror uno cubre su mirada y su rostro por el temor y el pánico. Ese es el que ha triunfado por encima de los poderes de muerte. Y esas señales significan que no separemos al que las sufrió del Resucitado en quien creemos, no sea que el  “triunfalismo” , la “hipervalración”, nos impida aceptar “en la vida” las “consecuencias” de vivirla como en él la contemplamos. Y por eso, con esos signos se afirma rotundamente que es el mismo, que no es un fantasma.

Otro signo que tenemos delante en e evangelio de hoy es que Jesús comió un trozo de pescado asado. El lo comió delante de todos. Los presentes no comieron. Eran espectadores. Y no acabo de comprender como comen los seres resucitados.

Esto lo hace a continuación de decir el texto que los discípulos, desbordados por el acontecimiento de la resurrección, del admitir el triunfo del crucificado, tenían dificultad para colocarse en él: alegres, admirados, resistentes a asumirlo, corriendo, por ello, el riesgo de desubicarse o desubicarlo.

Por último dice: “Cuando todavía andaba con ustedes”. Pero, ¿aún lo está!. ¿Sí, pero no?

Sí, ahora también está pero deben mantener su presencia teniendo, haciendo presente, al que anduvo con ellos invitándoles a una vida concreta y específica.

Y aquí está la clave que muchas veces no hemos tenido en cuenta y se nos ha esfumado la experiencia. La experiencia y la presencia del Jesús resucitado (a los que aún nos encontramos por Jerusalén , por Palestina y hasta los confines del mundo, tenemos que sentirla, experimentarla, no desde una teoría, por muy devocional que sea, sino desde y en un vivir (ahí los signos de “tócame” , “comer”, las huellas de la realidad física) en la realidad cotidiana pero desde perspectivas únicas, extraordinarias. Nuestra experiencia del Resucitado, del que debemos ser testigos, no se trata de hablar de un fantasma sino de compartir en la vida, con los demás, su presencia en las razones de nuestro actuar y los valores por los que vivir  que siempre terminarán en ellos.

Me parece que sería interesante entender así el “tiempo pascual” y, también, ser base y estructura de nuestra evangelización para niños y mayores.

Un abrazo

José Luis Molina

14 de abril del 2024

jueves, 11 de abril de 2024

HILVANANDO LECTURAS

 



 

 

Las puertas cerradas por miedo.

En medio de ese miedo viven la experiencia de que Jesús está en medio de ellos, que estaba vivo.

En medio de ese miedo no hubiera sido raro no solo que se escondieran, sino más, que huyeran, que hubieran corrido a esconderse lejos de Jerusalén.

Pero, por el contrario, a pesar del miedo, miedo real ante un peligro real, en esa situación de pánico,  ocurren muchas cosas.

No solo, como ya he mencionado,  que  vivían la experiencia cierta de que Jesús está en medio de ellos, , de que la muerte no ha podido con él, de que está vivo, sigue existiendo. No es una psicosis, pero sí es una experiencia transformadora.

Descubren, precisamente, en los signos de su muerte, la certeza de su triunfo. No necesitan tocar y palpar pero si llegan a la comprensión de que el proyecto de Dios es más fuerte que los poderes de muerte. Y por ello, en medio de ellos, cae un nuevo maná que alimenta, fortalece y da valor a los reunidos. A pesar de miedo, paz. Paz. Una y otra vez se proclama la paz.

Paz a ustedes.

Paz entre ellos.

Paz para con los demás.

Paz desde el respeto, el tener en cuenta al otro.

Y aquí me paro.

No sé a ustedes, pero a mi este saludo, este deseo, este rocío liberador, hoy por hoy, me suena a fantasía.

Entre los que nos reunimos bajo el mismo techo, bajo una misma “confesión de fe”, la paz brilla por su ausencia con demasiada frecuencia. Identificada, tal vez, muchas veces, de buenos modales, frases hechas, apariencias, etc, pero muy lejos de la comunión, la empatía y la aceptación del otro.

¿Paz entre los que nos llamamos cristianos?  Habría que desbrozar mucho bosque de competencias y rivalidades.

Paz entre los que proclamamos una fe en un único Dios. Aquí la evidencia de la ausencia de paz es aterradora, trágica, insultante, criminal.

Y, sin embargo, somos enviados para ser agentes de convivencia, de respeto, de armonía, de solidaridad humana, de ser todos humanidad en nuestro Dios. Enviados a la manera de Jesús.

Y entonces estas puntadas llegan a una frase que me parece clave. Está en la primera lectura. Con la experiencia del Resucitado, de la resurrección, pasan por el miedo, la búsqueda pero, sobre todo, la coherencia con lo que descubren y experimentan. Ellos no tienen que enseñar las llagas, ni el costado ni las manos ni los pies pero daban testimonio de la resurrección. Y lo hacían con valor, con entusiasmo. Sin palabrerías.

No se llamaban hermanos con lenguas que luego traicionan, sino con el corazón empapado en el mismo empeño, sin rebajas, sin regateos: la vida nueva.

Termino pensando que hoy debemos también observarnos en el testimonio que de entre nosotros se puede discernir.

Un abrazo

José Luis Molina

7 de abril del 2024

CRUCES Y PAVESAS



 

 

 

Allá, en la raya,

rojo el firmamento

mientras el suelo negro

sigue ganando espacio.

 

No hay llanto ya,

no hay duelo,

resecas las mejillas,

sin lágrimas, se agrietan.

La mirada loca

anda perdida

recorriendo el espacio

o metiéndose dentro

por esa herida

que sangra, ya sin sangre,

y, abierta, se le escapa la vida.

Me aplasta la barbarie,

no soporto la escena

donde el poder, ufano,

se pasea y derrama

falsas palabras, ofensivas promesas.

 

En este campo

que perdió sus estrellas,

solo, de mi hombro cuelga

una mochila que pesa:

repleta de abrazos que apuñalan,

besos que envenenan,

muertos que gritan,

sus entrañas abiertas,

buscando el día

que les fue arrebatado.

 

Ingenuos los cristianos,

y tal vez culpables,

quedándonos parados

en un solo Calvario,

en un único Gólgota.

Muchos Gólgotas aúpan,

en el perfil de la noche,

cruces vacías con sus brazos vacíos

y, muchas veces, cruces vacías

de cuyas colgaduras se olvidaron.

 

Por el suelo, buscando,

hallé restos de cruces

dispersas y denunciantes.

Hice de ellos

un majano de leña:

Leña de cruces,

leña que ardiera

y quemara el crimen

y la muerte muriera.

 

Sobre las llamas

volaban las pavesas,

se extendía la luz

que cerró horizonte

Se abrió mientras se abría

en respuestas que esperan,

que te esperan

y que la vida necesita

para que lo sea.

 

Pascua de Resurrección 2024

José Luis Molina

 

 

 

lunes, 8 de abril de 2024

¿OS SUENA A VIERNES SANTO?

 


Si miras, siempre brillará el azabache

 

 


Por las veredas

que bordean el camino,

las alimañas

esconden su negrura

mientras aguardan

pase la frágil presa

pa´destrozarla.

 

Ayer era Romero

quien transitaba

buscando aires limpios

que curarán el asma.

Hoy se asoma Francisco

a una ventana

pues no quiere andar preso,

pero hay arañas,

tarántulas, viudas negras

con sangre envenenada

que se alambrean,

muerden, devoran

y enmarañan

brazos de libertad y vida.

 

La luna llena

quiere escurrirse pronto:

 Por una mancha oscura

 gotea carmín rojo

de una amapola alta

que allí quedó enganchada

volando desde un Gólgota cualquiera.

 

Solo una cosa brilla

en esta noche negra:

Los ojos de azabache

que Platero refleja

desde el brocal del pozo.

Pero él espera,

está esperando

para brincar,                          

que emerja el agua

que empapará la huerta

y regará la campánula

que, desde la luna,

tiñó una amapola.

 

José Luis Molina

29 de marzo del 2024

LA LUNA LLENA DE NISAN NOS LAVA

 



 

 

Jueves Santo.

Voy a celebrar la Eucaristía. La Cena del Señor.

Tal vez, ustedes también.

El evangelio de Juan, como siempre, me desconcierta, de alguna manera me descoloca.

Tradicionalmente los curas y mundo religioso en general (mucho más la jerarquía), siempre hemos puesto el acento en la fidelidad, la exactitud en las palabras de la consagración. Y yo no voy a borrar ese acento.

Pero el evangelio de Juan me cambia el ángulo:

 

Jesús se dispone a cenar, está reunido con los suyos. Teóricamente, porque Judas también anda colado, van a celebrar la Pascua, la experiencia del Paso de Señor con su pueblo para la liberación, para ser “pueblo suyo”

 

El manto: Bíblicamente el manto es símbolo de la identidad de la persona. Es expresión del “ser” de su dueño.

 

Jesús se levanta y se quita el manto. No niega su identidad. Ni  reniega   de ella: “Vosotros me decís Señor, y Maestro, y lo soy”

. No reniega de su identidad, pero se despoja de lo que esa identidad podría proporcionarle de encumbramiento. El manto, su categoría, lo que es, no puede ser obstáculo para su hacer. Entre el ser y el hacer tiene que haber total correspondencia equiparable.

Se quita el manto, pero se ciñe la toalla. Podríamos traducir también se coloca el delantal de servir. Todavía no es raro ver, en aquellos cuyo trabajo es servir la mesa, tener en la cintura, un delantal, un paño, una toalla , para limpiar lo que se necesite en el servicio. Máximo allí, en Israel, donde en el ritual de las comidas se incluía el ritual de las abluciones o lavatorios.

Se quita el manto, se puso el delantal y se convirtió en servicio. Servicio que limpia, servicio que hace crecer, servicio que libera, servicio que clarifica, , que rompe la oscuridad, el engaño y la traición, servicio que opta por el ser humano.

Y ese servicio se hace sacramento de participar de Dios, de participar de

Dios en Jesucristo. Ese servicio nos introduce de lleno, nos mete en la realidad de Dios. Es servicio de comunión.

 

Cuando termina la ritualidad del servicio, continua la cena: Celebrarlo. Hacedlo en memoria mía, nos dice.

 

De todo esto concluyo: De Dios se participa, con Dios se comulga, a través del otro al que  servir. Y orientar de esta manera la vida, da identidad (recupera de nuevo el manto) y nos impulsa, cuando todo lo anterior se da, a celebrarlo.

 

La Eucaristía, sacramento de Jesús, presencia de Cristo, no puede  anquilosar la vida y reducirla a la mera y estática contemplación.  De situarnos frente a ella tiene que surgir el servicio de me importa el otro, me encuentro con el otro, comparto con el otro y con el otro esperamos la plenitud de la vida, esa vida que a algunos les sigue siendo arrebatada en nuestro mundo.

Si somos felices cuando nos aman, no nos perdamos la alegría de amar.

Abrazos en Jueves Santo.

 

José Luis Molina

28 marzo 2024