Es fuerte la tentación de
enfrentarnos con la primera lectura de Amós, pero sigue en la misma línea del
domingo pasado y creo que lo que se comentó en la anterior reflexión sirve para
ésta. Por tanto, si a alguno le interesa, a ella le remito.
Por ello os propongo concentrarnos en caminar
con Jesús hacia Jerusalén y escuchar la conocida parábola de Lázaro y el
rico.
Es sumamente conocida. No obstante os
aconsejo que detengáis esta grabación, busquéis el Evangelio de Lucas 16,
19-31, lo leáis y luego volvamos a
nuestra reflexión.
Lo hago así porque hoy el método que
voy a seguir es fijarnos en expresiones y palabras concretas de la
parábola y profundizar desde ellas.
Vamos a intentarlo:
Las primeras que me llaman la
atención son: Seno de Abraham (es decir, vivir sumergido en Abraham que es lo
mismo que en la realidad que nace de su fe, de la fe) y el infierno.
No son lugares o, al menos, yo así lo
entiendo. Son estados que se determinan por la postura y el desarrollo de la
vida.
Continuemos.
Lo que sigue es duro. Entre ellos,
entre estos dos estados, hay un abismo inmenso que impide la comunicación, es
decir, o blanco o negro, o frío o caliente, pero no tibio el “si pero ,,,” no vale. Es imposible picotear
de aquí y de allá. O se es o no se es.
Otra frase fundamental: “Envía a
Lázaro”
Podríamos equipararlo a dar consejos,
buenos consejos, consejos cargados de moralina con lo que nos quedamos tranquilos.
La respuesta es tajante: “Tienen a
Moisés y los Profetas”, es decir la Palabra y la función referencial de los testigos de la fe. (Ahí
entrarían Casaldáliga, Vicente Ferrer, Teresa de Calcuta, Mujica (1)y tantos
otros próximos y cotidianos).
Otra tentativa: Un milagro (Que aparezca un muerto).
Igual de tajante la respuesta: Si no
aceptan la Palabra, los milagros son valdíos.
Pero analicemos las palabras que
determinan a los dos personajes de la parábola:
· Rico, es decir:
Vivir para él.
Aspirar a lo mejor
para él.
No tiene en cuenta
al otro que con solo su
existencia denuncia
su status.
· Ahora Lázaro
Echado en su portal.
Su víctima a la
puerta de su casa.
Víctima de su
despilfarro y egolatría.
Es la humanidad
dolorosa, llena de hambre, llena de
oprobio, llena de
llagas de perros.
El mendigo es víctima.
Del rico no dice “haya hecho nada
algo intrínsecamente malo”. No dice que robara, etc. Hasta es posible que sus
riquezas puedan ser legítimas o heredadas.
El tema es que vuelve la espalda al
mendigo de su puerta. Lo ignora. No le hace titubear en continuar su vida.
Posiblemente se justifique dando algunas limosnas en el templo.
En síntesis: Está claro el modelo de
vida que Dios propone. ¿No te parece?
Para acabar termina con el inicio del
texto de 1 Timoteo 6, 11:
“Hombre de Dios, busca la justicia…”
Que así sea.
Un abrazo
José Luis Molina
25 de septiembre del 2022
PD.-Soy consciente de que Pepe Mújica
no es santo “oficialmente”, es más incluso él se declara no creyente. Pero eso
no quita que su vida sea un testimonio que interpela mi fe y desafía
referencialmente mi coherencia al asumir el modelo de vida que con mi confesión
proclamo haber aceptado. Y esto se puede generalizar en un mundo que muy numerosamente se declara
cristiano.