Hola amigos:
Nuevamente pido perdón si la
reflexión de hoy va un poco comprimida. No dispongo de mucho tiempo, pero ahí
va:
Creo nos puede servir también partir
del discurso del Papa Francisco con profesores de liturgia en Roma y que colgué
hace unos días en el grupo de reflexión. Óiganlo si no lo han hecho. En el dijo que la
liturgia es una acción de Jesús y de la Iglesia y por lo tanto viva. Cuando se
apoya en el tradicionalismo y el ritualismo es algo muerto que hacen quienes tenían que estar vivos.
Esto viene a cuento con la parábola
del evangelio de hoy: el Hijo Pródigo. El hijo mayor no podía participar de la
fiesta final porque no estaba vivo para el amor, la misericordia, el perdón, el
encuentro. Estuvo allí, donde el Padre, pero nada más que manteniendo la
apariencia: RITUALISMO.
Y esto me lleva a pensar y ,a
invitaros a que igualmente lo hagáis
vosotros, en cuantos matrimonios, teóricamente casados “como Di os manda”: en
muchos casos su liturgia está muerta, con mucha parafernalia, pero le falta el
compromiso del amor mutuo comprometido en el amor que construye y engendra vida
para muchos. En cuantas comuniones solemnes, rituales, etc, que carecen de un
vivir comprometiendo con los demás la vida como un participar de Cristo. O
cuantos bautismos se celebran careciendo de una opción de seguimiento de Jesús.
Bueno, creo que es bastante ya.
No puede haber fiesta. La fiesta
final tiene que ser expresión de lo que se es y se vive y para lo que se vive.
Y ahí no estaba la vida del hijo mayor.
Pues bien. En la realidad, así están
las cosas. En todo ello, todos tenemos responsabilidad: curas y monjas, agentes
de pastoral y bautizados en general. Responsabilidad de revalorizar la fiesta y
hacerla posible.
Un abrazo festivo
José Luis Molina
11 de septiembre del 2022.
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