sábado, 25 de julio de 2020

CERRANDO CAPÍTULO






Con el evangelio de este domingo se concluye la perícopa que hemos venido leyendo también en los dos anterores.
Bueno, ¿qué tal si comenzamos aclarando esa palabeja?: Perícopa.
¿Qué es una perícopa?
Así, rápidamente, para entendernos, es un trozo de evangelio que hace referencia a algo en común. Por ejemplo, nos imaginamos el Evangelio de Mateo y le damos un corte en el cap 13, versículo 1 y otro corte en el versículo 53. Este trozo que hemos cortado  es una perícopa ya que todo él, a pesar de los diferentes temas, tiene algo en común: Nos dice cómo es el Reino de Dios. Esta perícopa está constituida por las parábolas del Reino de Dios.
Por eso, de toda ella destacamos, ya lo hemos hecho en reflexiones anteriores, dos frases:
                       El Reino de Dios se parece
                                   Y
                       El que tenga oídos que oiga
Y por eso, hoy que terminamos estas parábolas, es interesante hacer recuerdo
-         El Reino de Dios se parece. Podemos decirlo de otra manera: En el Reino de Dios ocurre como en estas parábolas que siguen.
-         El sembrador, es decir,  el Reino no nace por arte de magia, es consecuencia, es fruto, de aceptar la Palabra como semilla y, dándole calor en nosotros, hacer que brote. En esta parábola hay dos aspectos  importantes:
-                   Actitudes que la reciben pero no se comprometen con
-                   ella. No sirven. Ahí no nace Reino
-          
-                    Y otros que la acogen y dan fruto, pero no se mide por
-                     la cantidad de fruto que dan, sino por la calidad: el 
-                     30%, el 40%, el 100%. Todo eso es Reino. No se trata
-                     de ser eficaces en rentabilidad, pero sí en coherencia.
-          
Seguimos: El Reino de Dios es como ese trigo que nace en el campo que lo acogió. Crecerá rodeado de cizaña. Lo importante es la identidad. No puede confundirse con la cizaña. Si es trigo tiene que dar pan y si se hace pan tiene que terminar en eucaristía..
Continuamos viendo como es el Reino de Dios. No es un árbol grande, magnífico, solemne, poderoso, envidiable. Es pequeño, aparentemente Casi pudiera decirse que insignificante, pero donde la vida se posa y se hace música de Dios, porque esa vida que cobija no consistirá en destruir nidos, ni aplastar u olvidar a los pequeños.
Avanzamos en esta comprensión del Reino de Dios y vemos que, enraizado en la tierra y hecho pan compartido construye vida a ras de tierra y por eso tiene que transformar la que hay y ser levadura que empuje ese caminar hacia “otra alternativa posible” (Laudatus sí)
Y por último las tres de hoy:
Las dos primeras: el tesoro escondido y la perla fina. Nos dice que   el Reino de Dios, participar de él, no se logra bajando el listón. Quien lo descubre vende lo que sea necesario, hipoteca lo que sea, para conseguirlo.. Son las parábolas del amor loco que desecha la precaución, que no guarda la retirada,  que se tira al agua sin que le retenga la ropa en la orilla.
Y bueno, llegamos a la última parábola: La red repleta de peces. Todos los peces pueden entrar en la red. Pero, y esto son palabras mayores, no se puede ser mediocre. No quiere decir que haya que ser superinteligente, superfacultado, superdotado, supersupersuper. No, no. No nos olvidemos de la semilla de mostaza. Pero en la red del Reino no se puede ser mediocres. Hay que ser persona-persona en cabalidad, persona en las opciones,  persona humana en los valores que humanizan a la persona humana.
Y ya terminamos la perícopa. Si tenemos oídos, oigamos.

                                  José Luis Molina
                                            26 de julio 2020


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