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En la carta de Pablo a los Gálatas,
en el fragmento que hoy se proclama, hay una frase de una rotundidad
apabullante:
“Lo que cuenta no es
la circuncisión o la incircuncisión,
sino la criatura nueva”
Los judíos ponían el acento en la
circuncisión, pero después nada: “Este
pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mi. Su religión no
es más que costumbre y lección aprendida (rutina) (Mt 15, 8 ; Is, 29, 13). Dios,
hasta en la sopa estaba, pero no estaba en la vida. Y por ello, lo que
aceptaron como señal de identidad de fe y de pueblo, no cuenta, se quedó en
nada. Más que en nada. En nombre de este pacto se ajustició al propio proyecto
de Dios.
Pablo, judío ferviente, lo retoma.
Tuvo que hacer un duro recorrido (a caballo y caerse de él) para asumir que
aquello carecía de valor.
Lo que sigue no es lo mismo,
ciertamente. El sacramento es otra cosa cuando se dan las circunstancias y
condiciones que lo autentifican. Pero los cristianos, en cierta manera, hemos
hecho aplicable para nosotros la frase de Mateo e Isaías. Decimos “Echar el
agua”, “Ya no es moro”, “Acristianar”, y ya está, no ha cambiado nada. Bueno,
sí, decimos que un pecado de origen que había que precisar porque el sujeto no
es responsable.
En mi pueblo, cuando yo era pequeño,
las madres no solían ir a la iglesia al bautismo de sus hijos. Como se hacía
pronto, estaba aún convalecientes. Los padrinos, al menos la madrina, cogían al
niño y lo llevaban a la iglesia y se realizaba el rito. Cuando llegaban a la casa de vuelta, se lo entregaban a la
madre mientras le decían: “Me lo diste moro, te lo devuelvo cristiano”.
¿Qué había pasado?
Yo diría que nada8
No leíamos, entonces, mucho la
Biblia. No habíamos leído Gálatas, 6,14-18. Tal vez, entonces, las frases que
la madrina y la madre, padrinos y padres, y toda la comunidad que lo acepta,
tendríamos que expresar formular, como oración, etc, un deseo, un compromiso:
“Qué Dios nos ayude a ser testigos para este niño, para que descubra los
caminos de la nueva humanidad y seamos fuerza y apoyo para que lo logre”.
Porque lo que cuenta es la criatura
nueva. Y nosotros, padres creyentes, padrinos creyentes, creyentes simplemente,
tenemos hoy, de frente, ese compromiso: Lo que importa es la criatura nueva.
Pasemos al texto del Evangelio y
sigamos leyendo:
· Poneos en camino: No vale la ociosidad o no ser practicante del
Reino
porque
· La mies es mucha: Pidamos obreros, pero nosotros con las manos
en el
azadón.
Lo que importa es la nueva criatura.
Por eso este trabajo es de pura gratuidad, pero sin rebajas. No es tarea reversible
en beneficios. Estemos alertas pues los lobos son ladrones y, disfrazados de
corderos intentarán comprarnos y es fácil caer en dejarnos vender.
· No es impositivo el espíritu de la tarea. Es de anuncio, de oferta,
testimonial, y
de implicarse en la sociedad. Los
que quieran
otra cosa, tranquilos. Dejémoslos,
sacudámonos los
pies, pero no claudiquemos.
Lo que importa es la criatura nueva.
· El pago de la tarea es la tarea misma. En ella, sentirnos plenos.
· A la caída de la tarde volveremos
O deseo que volvamos contentos. En la
lista del Reino están nuestros nombres.
Un abrazo
José Luis Molina
3 de julio del 2022
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