sábado, 30 de julio de 2022

VANITAS VANITATUM


Estaba yo tratando de situarme frente a las lecturas de esta semana.

Y la verdad es que me encontraba un poco liado.

La primera lectura, del Eclesiastés 1:2, a primera vista, aparecía con cierto tono pesimista, de derrota.

Todo es vanidad.

Entonces, ¿Qué saca el ser humano de todos sus trabajos y preocupaciones?

Me parecía que forzosamente llevaba al terreno del desánimo.

El evangelio (Lc 12, 13-21) intentaba dar una respuesta de esperanza, pero la colocaba en el más allá.

Y, estando en esto, me llegó un pedido de una comunidad cristiana que hoy celebran una convivencia sobre EVANGELIZACIÓN, y me pedía les enviara algún material para la oración

Más difícil se me puso el tema.¡ Evangelizar hoy! ¿Cómo?, ¿qué anunciar? ¿A quiénes?.

Miraba a la realidad y, con honestidad, tenía que admitir que a los jóvenes no les llegamos con el Evangelio. Con honradez, tampoco mucho a los adultos pues en los espacios religiosos que permanecen, lamentablemente, no siempre su savia es el Evangelio.

Siguiendo en mi reflexión personal, que ahora os comparto, confieso que a mi tampoco me satisfacía demasiado la solución del más allá de manera exclusiva y excluyente. No me convencen demasiado los espiritualismos trasnochados que cohabitan en armonía con las causas de las realidades de muerte de aquí.

Y entonces me acordé de una frase de Jesús: “El Reino de Dios ha llegado”.

En Colosenses 3, 1-11, hoy se dice: “Habéis resucitado con Cristo”

Hemos resucitado con Cristo y esto ya cambia , desde aquí y ahora, hasta la eternidad, el sentido y la razón de la vida. Por eso nuestro afán no sería (o no debería ser) construir graneros sino construir humanidad, humanidad nueva

¿Es esto Buena Noticia?

¿Da sentido a nuestro vivir, a nuestras opciones, nos hace felices?

¿Marca esto nuestro hacer humanidad, sin judíos ni griegos, sin exclusiones, sin racismos, xenofobia, machismo y todo lo que divide?

Entonces entendí que Colosenses hablaba de qué tenemos que evangelizar.

Y sobre ello me entraron ganas de escribir y me salió, con pretensión de poema, esto que sigue.


MÁS FUERTE QUE EL SILENCIO

 

 




Que no calle mi voz

porque aún queda viento

que pueda transportarla

y esparcirla.

Que no calle mi voz

porque hay orillas

donde arribarla puedan

las espumas que brincan

sobre incansables olas.

Que no calle mi voz

porque vagando quedan

por solitarias calles

corazones que esperan

un sentido, un abrazo, una sonrisa,

una caricia que arrope con ternura

su desnudez y, con brío,

defienda su injusto desamparo.

Que no calle mi voz

ni que mis brazos, vacíos,

se cierren sobre mi pecho seco

porque

lo que debiera sea otra cosa

a la que hay que acuciar y empujar

y, así, queriendo sea.

Que mi voz no se calle ni aún dormido,

que lo mismo sea grito que susurro,

que, modulada, llegue, y sus registros

inunden los valles y los ríos,

las cumbres y los desiertos

retumben, desciendan las laderas

y estremezca a mirtos y azaleas.

Que no calle mi voz

ni la tuya enmudezca:

unidos, o en distancia,

nos queda por cantar

aún mucho poema.

                          JLM

 

 Después, me quedaba pensando, me acordé de Rabindranath

Tagore. Lo encontré y me alegró que coincidiéramos. Decía:

“Dormía y soñaba que la vida no era más que alegría. Me desperté y vi que la vida no era más que servir. Serví y vi que servir era la alegría.

Un abrazo

José Luis Molina

31 de julio de 2022

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