jueves, 9 de mayo de 2019

REFLEXIONES EN SEMANA SANTA





Con un poquito de desfase









No estaba en la isla de Pátmos.
Estaba en una isla personal (iba a poner particular y he cambiado porque no es excluyente). Una noche estaba en mi isla personal. Es una isla que flota sobre el mar como si éste fura un inmenso magma. A veces, este océano (magma) es ardiente como lava. Otras,  gélido, como glaciar. Pero no atenta contra mi isla, en la que me encuentro. Esta isla a veces permanece fijada, otras a la deriva impulsada por corrientes que no siempre alcanzo a comprender.
Me encontraba en mi isla, repito de nuevo. Era de noche. Acababa de llegar. Así, de pronto, llego como de un salto. Otras aparezco allí.
Había estado viajando. Todo el mundo viaja en estos días. Las carreteras se llenan de coches, los trenes agotan su capacidad, los aviones necesitarían más pistas para evitar retrasos (sobre todo si hay alguna huelga en ejecución). Todo el mundo viaja en estos días. Se llenan los hospitales: Hay dolor y fastidio, muertes y lágrimas, planes truncados. Los perros se van abriendo camino y hay hoteles donde ya se les admite. Los viejos son un problema: ¿qué hacer con ellos?. En cuanto salen de su entorno se ponen insoportables.
La España vaciada se queda más vacía: las playas repletas, las calles de arquetípicas ciudades, repletas al sonido de cornetas y tambores. Chocan unos cuerpos con otros en la playa, en los supermercados, en los transportes colectivos, en las procesiones. Chocan unos cuerpos con otros, a veces hasta con violencia, pero ya no se emplea tiempo en disculpas.
Ahora que he regresado a mi isla personal después de no haber sucumbido en la tentación de viajar en estas fechas de viajes, estoy tranquilo, solo, miro las estrellas y pienso: Y todo esto, ¿por qué?
Semana Santa.
Tiempo Santo.
Santas tradiciones.
¿Qué?
¿Qué hay de santo?
Desterremos ese nombre. Al menos yo reivindico que no lo profanemos.
El espacio, el tiempo, el lugar santo, andan por otro lado. Solo será santo si está empapado de Dios caído como rocío mañanero.
¿Dios está en esos viajes con los que escapamos a no sé que parte (o sé a muchas) y con las que olvidamos a otros al borde de la cuneta de cualquier camino de Jericó? ¿O, tal vez, estará apretujado en las pateras mediterráneas? ¿Dios estará en la cerveza y los whiskys de la playa o de las noches costeras o en el agua no potable que los sudaneses tienen que conseguir tras caminar un montón de kilómetros? ¿En los achuchones y apretujones que nos damos, concentrados y movidos por el consumismo, pero ignorándonos unos a otros porque no hay encuentros en ellos, estará Dios? ¿ O en ese caminar de quien viaja para encontrar a los que se quedaron tirados e el camino?.
Semana Santa desde hace más de dos mil años. Pero una cosa moderna en la de hoy: Después de estos días, la gente regresa con el síndrome postvacacional: Resulta que no han bajado del calvario.
En la Semana Santa de Dios, la semana cotidiana que eslabona la vida, se baja del calvario y se saborea la resurrección.
Ah, no he dicho como se llama mi isla personal. Se llama “Yo mismo”, y descubro, una vez más, que estoy a gusto en ella.
                                                            José Luis Molina
                                                                            18 de abril del 2019

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