Es 20 de noviembre y el calendario marca una fecha conmemorativa, el día en que la Asamblea General de las Naciones Unidas, aprobó la Declaración sobre los Derechos del Niño en 1959 y la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989.
Seguro los de a pie, la gente común no caerán en cuenta de la fecha en mención, pero los que lucran del tema seguro celebraran el día con un coctel después de un gran foro con panelistas elitistas que indudablemente discursearan sobre la situación de la infancia , “objeto” a costa del que llenan su bolsillo; quizá también algunas organizaciones no tan de élite pero funcionales al sistema en este día harán actividades deslumbrantes para justificar su trabajo.
Y es que el tema de niñez convoca instituciones, recursos, sensibilidades pero hace un lento camino hacia la eficacia, la calidad, la realidad y la profundidad.
El cumplimiento de los derechos institucionalmente se banaliza como un aspecto mas del sistema y resulta ser un dato necesario para marcar los índices de desarrollo, una excusa para campañas televisivas de corte asistencialista y utilitario, y una coartada perfecta para vender cualquier artículo en el centro comercial, pero esencialmente el tema carece de ser o representar una convicción profunda por la dignidad del ser humano, en este caso con especial acento en los niños.
Así hablando de derechos, la atención a la niñez se convierte en números, cuentas, trámites burocráticos, masas uniformes, medidas paliativas, convenios y sistemas a rellenar, se convierte en demagogia, mucha demagogia.
En cambio las verdaderas manos que trabajan por esos derechos aparecen poco por las pantallas o son condenadas cuando saltan del discurso a la realidad, exigiendo cumplimiento, coherencia y llamando sobretodo a la cordura del adulto o al de las instituciones que apoderadas de una perorata justifican permisividad, irresponsabilidad, indiferencia y negligencia, elementos constantes en la relación que se mantienen con los niños y niñas y que además son formas de maltrato que no se subrayan. O acaso no hemos caído en la trampa de condenar los golpes –que sin duda son cuestionables- pero hemos caído en la normalidad de aceptar que un niño no estudie, venda chicles en los buses, que un niño haga lo que le de le gana por que no hay un adulto que lo ame y por eso lo acompañe en su crecimiento humano. Peor todavía acaso no hemos visto las malas intervenciones institucionales en que lo que menos ha interesado ha sido el niño o la niña y luego de una superficial ayuda se los ha desechado y olvidado.
Es 20 de noviembre y yo les invito desde lo que camino y que para mi es significativo a reflexionar sobre este día, a no pasarlo por alto, a analizar cuanto hemos avanzado, cuanto nos falta avanzar ¿Qué cosas hay que cambiar y sobretodo cuanto nos falta pelear?
Disculpen la intromisión, pero es que como dicen los guambras con los que trabajo los sábados ¡estamos en la Lucha! en la Lucha de los Pobres (nuestro barrio) y en la lucha por seguir avanzando y no de cualquier manera.
Saludos y un abrazo Marcia Toca (Integrante de Acción Social de INTIRUNA).
Pd. En ocasión al día les hago llegar esta canción de Mercedes Sosa y Calle 13 que ojalá nos ayude a pensar en el día.
Canción para un niño en la calle
hay un niño en la calle...
¡Hay un niño en la calle!
Es honra de los hombres proteger lo que crece,
cuidar que no haya infancia dispersa por las calles,
evitar que naufrague su corazón de barco,
su increíble aventura de pan y chocolate
poniéndole una estrella en el sitio del hambre.
De otro modo es inútil, de otro modo es absurdo
ensayar en la tierra la alegría y el canto,
porque de nada vale si hay un niño en la calle.
Todo lo tóxico de mi país a mí me entra por la nariz.
Lavo auto, limpio zapato, huelo pega y también huelo paco
Robo billeteras pero soy buena gente, soy una sonrisa sin dientes
Lluvia sin techo, uña con tierra, soy lo que sobró de la guerra
Un estómago vacío, soy un golpe en la rodilla que se cura con el frío
El mejor guía turístico del arrabal por tres pesos te paseo por la capital
No necesito visa para volar por el redondel porque yo juego con aviones de papel
Arroz con piedra, mango con vino y lo que falta me lo imagino
No debe andar el mundo con el amor descalzo
enarbolando un diario como un ala en la mano
trepándose a los trenes, canjeándonos la risa,
golpeándonos el pecho con un ala cansada.
No debe andar la vida, recién nacida, a precio,
la niñez arriesgada a una estrecha ganancia
porque entonces las manos son inútiles fardos
y el corazón, apenas, una mala palabra.
Cuando cae la noche duermo despierto, un ojo cerrado y el otro abierto
Por si los tigres me escupen un balazo mi vida es como un circo pero sin payaso
Voy caminando por la zanja haciendo malabares con cinco naranjas
Pidiendo plata a todos los que pueda en una bicicleta en una sola rueda
Soy oxígeno para este continente, soy lo que descuidó el presidente
No te asustes si tengo mal aliento, si me ves sin camisa con las tetillas al viento
Yo soy un elemento más del paisaje los residuos de la calle son mi camuflaje
como algo que existe que parece de mentira, algo sin vida pero que respira
Pobre del que ha olvidado que hay un niño en la calle,
que hay millones de niños que viven en la calle
y multitud de niños que crecen en la calle.
Yo los veo apretando su corazón pequeño,
mirándonos a todas con fábula en los ojos.
Un relámpago trunco les cruza la mirada,
porque nadie protege esa vida que crece
y el amor se ha perdido, como un niño en la calle.
Oye: a esta hora exactamente hay un niño en la calle
Hay un niño en la calle
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