NB.- El presente artículo ya sé que toca y desarrolla un aspecto de todos conocidos, por todos comentado alguna vez, total o parcialmente, y, me temo que, por muchos, ubicado en la realidad ajena, no propia de los hijos "de los demás". Posiblemente sea rechazado por otra gran cantidad de personas y tachado con otro gran número de epítetos no agradables. Soy consciente de todo ello. Pero a pesar de ello, lo transcribo porque apunta a algo que es real. desde la tarea a la que he dedicado toda mi vida, veo con dolor el resultado de las generaciones que vienen empujando. No pretendo, ¡sería una burrada!, que sea una repetición de modelos.Pero me conformaría y me sentiría feliz con que supusieran un crecimiento en humanidad, pero me temo que no es así. Y cuelgo este artículo por si, a pesar de todos los peros aludidos a alguien con responsabilidad en el asunto, le pueda provocar un toque de atención, una llamada a su sentido de responsabilidad y toma postura comprometida. Porque lo que me llamó la atención fue el título. De todo esto, a la final, nuestros hijos son nuestras víctimas, aunque nosotros también terminemos siéndolo.
Obviamente el artículo hay que acomodarlo a la realidad humana a la que pertenezca el lector.
Gracias
José Luis Molina
Yo me preguntaría y plantaría la
siguiente pregunta: ¿cómo eduqué o estoy educando a mis hijos? ¿Qué
valores inculco o inculqué a mis hijos?
A los jóvenes de este siglo hay que
llamarlos varias veces en la mañana para llevarlos a la escuela y, digo
llevarlos porque no tienen que tomar el camión o caminar larguísimas
distancias para llegar a ella.
Se levantan generalmente irritados porque
se acuestan muy tarde, viendo televisión por cable, jugando
playstation, hablando o enviando mensajes por teléfono o chateando por
la Internet.
No se ocupan de que su ropa esté limpia y mucho menos en poner un dedo en nada que tenga que ver con arreglar algo en el hogar.
Tienen los juegos y equipos digitales más
modernos del mercado, Ipod, blackberry y computadora no pueden faltar,
como tampoco el pago por su actualización. Hoy los hijos, muchas veces
sin merecerlo, presumen el celular más novedoso. El nextel más costoso.
La Lap más equipada. Nada les costó. Si se descomponen, para eso
estamos, no faltaba más, hay que pagar la reparación, a la brevedad y
sin chistar.
Idolatran amigos y a falsos personajes de
realitys de MTV. ¡Ah! pero viven encontrándole defectos a los padres, a
quienes acusan a diario de que sus ideas y métodos están pasados de
moda.
Se cierran automáticamente a quien les
hable de moral, honor y buenas costumbres, y mucho menos de religión.
Lo consideran aburrido. Ya saben todo y, lo que no ¡Lo consultan en
Internet!
Nos asombramos, porque los sicarios
cobran cuotas sin trabajar por ellas, cuando a nuestros hijos los
acostumbramos a darles todo incluso su cuota semanal o mensual sin que
verdaderamente trabajen por ella, y todavía se quejan a porque eso no me
alcanza.
Si son estudiantes, siempre inventan
trabajos de equipo o paseos de campo, que lo menos que uno sospecha, es
que regresarán con un embarazo, habiendo probado éxtasis, coca,
marihuana o cuando mínimo alcoholizados.
Y cuando les exiges lo más mínimo en el
hogar o en la escuela, lejos de ser agradecidos te contestan, con
desfachatez: yo no pedí nacer, es tu obligación mantenerme o quien les
manda andar de calientes.
Definitivamente estamos jodidos, pues la
tasa de que hagan su vida independiente se aleja cada vez más, pues aún
graduados y con trabajo, hay que seguirlos manteniendo, pagándoles
deudas, servicios y hasta los partos de sus hijos.
Con lo anterior, me refiero a un estudio
que indica que este problema es mayor en chicos de la sociedad de clase
media o media alta (o de capas medias urbanas) que bien pudieran estar
entre los 14 y los 28 años, si es correcto 28 años o más ¿lo pueden
creer? y que para aquellos padres que tienen de dos a cuatro hijos
constituyen un verdadero dolor de cabeza.
¿Entonces en qué estamos fallando?
Yo sé, dirán que los tiempos y las
oportunidades son diferentes, pues para los nacidos en los años cuarenta
y cincuenta, el orgullo reiterado era levantarse de madrugada a ordeñar
las vacas con el abuelo; que tenían que ayudar a limpiar la casa; no se
frustraban por no tener vehículo, andaban a pie a donde fuera, siempre
lustraban sus zapatos, los estudiantes no se avergonzaban de no tener
trabajos gerenciales o ejecutivos, aceptaban trabajos como limpiabotas y
repartidores de diarios.
Lo que le pasó a nuestras generaciones, es que elaboramos una famosa frase que no dio resultado y mandó todo al diablo:
¡Yo no quiero que mis hijos pasen, los trabajos y carencias que yo pasé!
Nuestros hijos no conocen la verdadera
escasez, el hambre. Se criaron en la cultura del desperdicio: agua,
comida, luz, ropa, dinero.
Muchos de los nuestros hijos, a los 10
años ya habían ido a Disneyworld mínimo dos veces, cuando nosotros a los
20 si bien nos iba conocíamos la Ciudad de México, con su hoy vetusto y
atiborrado Metro.
El dame y el cómprame, siempre fue
generosamente complacido convirtiendo a nuestros hijos en habitantes de
una pensión, con sirviente (a) y todo incluido, que después intentamos
que funcionara como hogar.
Es alarmante el índice de divorcios que
se está generando, van a la conquista de su pareja y vuelven al hogar,
sólo unos meses más tarde, divorciados porque la cosa no funcionó;
ninguno de los dos quiere servir al otro en su nueva vida. Como nunca
batallaron en la pensión con sirviente incluido, en la que se les
convirtió el hogar paterno, a las primeras carencias en el propio,
avientan el paquete y regresan a la casa para que la mamá y el papá
continúen resolviéndoles la vida.
Este mensaje es para los que tienen hijos
y que pueden todavía moldearlos, edúquenlos con principios y
responsabilidades. háganles el hábito del ser agradecidos.
Háganles el hábito de saber ganarse el
dinero con honestidad, la comida, la ropa, el costo de la estancia en la
casa en la cual no aportan para el pago de servicios. Háganles saber lo
que cuesta cada plato de comida, cada recibo de luz, agua, renta.
Háganles sentir en su casa, cómo se comportarían ustedes en casa ajena
cuando van de visita.
Por ese domingo o cuota semanal o
mensual, edúquenlos en la cultura de la correspondencia y el
agradecimiento. Que los sábados o domingos laven el carro, ayuden a
limpiar la casa, NO SU CUARTO, esa debe ser obligación de siempre sin
pago de por medio. Háganles la costumbre de limpiar sus zapatos, de que
paguen simbólicamente, por todo lo que gratuitamente reciben,
implántenles la ideología de ameritar una especie de beca escolar que
ustedes pagan, y por la que ellos no pagan ni un centavo, eso puede
generar una relación en sus mentes trabajo=bienestar.
Que entiendan que asistir a la escuela,
es un compromiso con la vida, que no es ningún mérito asistir a ella. De
la responsabilidad con que cumplan ese compromiso, dependerá su calidad
de vida futura.
Todos los niños deben desde temprano
aprender a lavar, planchar y cocinar, para que entiendan la economía
doméstica en tiempos que podrían ser más difíciles.
Cuida lo que ven y ves con ellos en la
televisión, y evita caer en el vicio social llamado telenovelas, los
videojuegos violentos, la moda excesiva y toda la electrónica de la
comunicación, que han creado un marco de referencia muy diferente al que
nos tocó. Cuando ocupes corregirlos, aconséjalos, habla con ellos, no
los ofendas, no los reprendas en público. Si lo haces, nunca lo
olvidarán. Nunca te lo perdonarán.
Estamos comprometidos a revisar los
resultados, si fuimos muy permisivos, o sencillamente hemos trabajado
tanto, que el cuidado de nuestros hijos queda en manos de las empleadas
domésticas y en un medio ambiente cada vez más deformante.
Ojalá que este mensaje llegue a los que
tienen la oportunidad de cambiar o hacer algo al respecto. Ya los
abuelos pagaron. Nosotros estamos pagando con sangre la transición.
Que cada quien tome lo que la
corresponda. Que haga lo que pueda y quiera. Recuerda que: “para que
triunfe el mal, solo se necesita que la gente buena lo permita…”
César Mella
Psiquiatra dominicano
Psiquiatra dominicano
1 comentario:
Tras "es tu obligación el mantenerme" viene "carga tú con las consecuencias de mis actos".
y yo que lo he experimentado solo me queda "ser exigente con él, tratarlo con cariño y moostrarle los límites de sus acciones " y por desgracia "cargar con las consecuencias de sus actos".
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