.
sep222015
Enviado a la página web de Redes
Cristianas
El niñito sirio de 3 a 4
años yace ahogado en la playa, pálido y vestido todavía con su ropita de niño.
De bruces y con la cara vuelta hacia un lado, como si quisiese respirar aún.
Las olas tuvieron piedad de él y lo llevaron a la playa. Los peces, siempre
hambrientos, lo respetaron porque también ellos se compadecieron de su
inocencia. Ayslan Kurdi es su nombre. El padre no pudo sujetarlos y se le
escaparon de las manos, tragados por las aguas.
Querido Ayslan: tú huías de los horrores
de la guerra en Siria, donde tropas del presidente Assad, apoyado por los ricos
Emiratos Árabes, luchan contra los soldados del cruel Estado Islámico, ese que
degüella a quien no se convierte a su religión, tristemente apoyado por las
fuerzas occidentales de Europa y de Estados Unidos. Imagino que te daba miedo
el sonido de los aviones supersónicos que lanzan bombas asesinas. No dormirías
por miedo a que tu casa volase por los aires en llamas.
Cuantas veces habrás oído decir a tus
padres y vecinos cuan temibles son los aviones no pilotados (drones). Persiguen
y cazan a las personas por las colinas desiertas y las matan. Fiestas de boda,
celebradas con alegría, a pesar de todo el horror, también son bombardeadas,
pues se supone que entre los invitados debe haber algún terrorista.
Tal vez tú no te imaginas que quien
practica esa barbaridad y está por detrás de todo esto es un soldado joven, que
vive en un cuartel militar de Texas. Está sentado tranquilamente en su sala
delante de una inmensa pantalla como de televisión. A través de un satélite
muestra los campos de batalla de su tierra, Siria, o Irak. Cuando sospecha, con
un pequeño toque de botón dispara un arma sujeta al dron. Nada siente, nada
escucha, ni llega a tener pena. Al otro lado, a miles de kilómetros, mueren
súbitamente 30-40 personas, niños como tú, padres y madres como los tuyos, y
personas que nada tienen que ver con la guerra. Son fríamente asesinadas. Desde
el otro lado, él sonríe por haber dado en el blanco.
A causa del terror que viene por cielo y
tierra, ante el pavor de ser muertos o degollados, tus padres resolvieron huir.
Se llevaron a toda la familia. No piensan en buscar trabajo. Solo en que no
quieren morir ni que los maten. Sueñan con vivir en un país donde no pasen
miedo, donde puedan dormir sin pesadillas.
Y tú, querido Ayslan, podrías jugar
alegremente en la calle con compañeritos cuya lengua no entiendes pero no lo
necesitas, porque vosotros los niños tenéis un lenguaje que todos los niños y
niñas entienden.
No has podido llegar a un lugar de paz.
Pero ahora, a pesar de toda la tristeza que sentimos, sabemos que tú, tan
inocente, has llegado a un paraíso donde puedes al fin jugar, saltar y correr
por todas partes en compañía de un Dios que un día fue también niño, de nombre
Jesús, y que para no dejarte solo ha vuelto a ser niño. Y va a jugar al futbol
contigo, a coger a un gatito por el cuello, a correr detrás de un perrito, vais
a entenderos tan bien como si fueseis amigos desde siempre; juntos vais a hacer
dibujos de colores, a reíros con los muñecos que vais a hacer y a contaros
historias bonitas uno a otro. Y os sentiréis muy felices. Y mira qué sorpresa:
contigo estará también tu hermanito que murió y tu madre va a poder abrazarte y
besarte como lo hacía tantas veces.
Tú no has muerto, mi querido Ayslan. Has
ido a vivir y a jugar a otro lugar, mucho mejor. El mundo no era digno de tu
inocencia.
Y ahora deja que yo piense conmigo mismo.
¿Qué mundo es este que asusta y mata a los niños? ¿Por qué la mayoría de los
países no quieren recibir a los refugiados del terror y de la guerra? ¿No son
ellos, hermanos y hermanas nuestros que viven en la misma Casa Común, la
Tierra? Esos refugiados no piden nada. Solamente quieren vivir. Poder tener un
poco de paz y no ver a sus hijos llorando de miedo y saltando de la cama por
los estruendos de las bombas. Es gente que quiere ser recibida como gente, sin
amenazar a nadie. Solamente quieren vivir su manera de venerar a Dios y de ir
vestida como siempre se ha vestido.
¿No han sido suficientes dos mil años de
cristianismo para hacer a los europeos mínimamente humanos, solidarios y
hospitalarios? Ayslan, el pequeño sirio muerto en la playa es metáfora de lo
que es la Europa de hoy: postrada, sin vida, incapaz de llorar y de acoger
vidas amenazadas. ¿No oyeron ellos muchas veces que quien acoge a un forastero
o perseguido está hospedando anónimamente a Dios?
Querido Ayslan, que tu imagen estirada en
la playa nos suscite el poco de humanidad que siempre queda en nosotros, una
brizna de solidaridad, una lágrima de compasión que no conseguimos retener en
nuestros ojos cansados de ver tanto sufrimiento inútil, especialmente, de niños
como tú. Ayúdanos, por favor, sino la llama divina que tiembla dentro de
nosotros, puede apagarse. Y si ella se apaga, nos hundiremos todos, pues sin
amor y compasión nada más tendrá sentido en este mundo.
*Leonardo Boff, un abuelo de un país
distante que ya acogió a muchas personas de tu país, Siria, que se compadeció
al ver tu imagen en la playa y se le escaparon dolorosas lágrimas de compasión.
Traducción de MJ Gavito Milano
No hay comentarios:
Publicar un comentario