Cae la tarde dorada
al borde del camino,
sembrada de hojarasca
risueña y solariega,
otrora sombra verde
para el sediento
y yelmo para quijotes.
Manto dorado que abriga
cuando la vida arrecia,
empuña tu daga
y no escondas tu brillo.
Hoy como ayer,
traquetea conmigo
en los rocinantes
entuertos de la vida
dorando las sombras
que la noche deja.
Mantén eso tan tuyo
de estar siempre
"sin querer queriendo",
tu áurea presencia.
Miguel A. Olmedo
16 de noviembre 2015
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