Un guiño,
una estela
de un Dios que camina
en olas viajeras
y busca una mano,
y una mano estrecha
y sientes que en ella
palpita la sangre
porque es mano que anhela
alcanzar los besos
que locas estrellas
robaron de noche,
mano que se empapa
de llantos y penas
para ser caricia,
para hacerse,
en noches de embrujo,
recias castañuelas
de baile y de música,
de vino y de fiesta,
mano que se moja
en la brava estela
y en la fuente clara,
mano marinera
que va abriendo rumbos
por la mar inmensa.
Un guiño,
una estela
de un Dios que camina
y un día
sin apenas,
sin ni tan siquiera,
mojados los pies
me empujó
y, en ella,
quise caminar.
Un guiño,
una estela
y unas gaviotas
que a veces pelean
por asir mi mano.
Pero no son ellas
las que marcan rumbo.
La espuma que salta
rítmica en la estela
colorea mi iris
y en mis labios deja
sal de muchos mares
hecha lentejuelas.
José Luis Molina
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