Hoy hace un mes del terremoto en Ecuador.
El tiempo pasa y aunque quisiéramos relativizarlo es imposible, hoy tiene más sentido que nunca.
Hace un mes, en menos de 40 segundos, la tierra se estremeció y se llevó a sus adentros a casi setecientos hombres y mujeres de todas las edades. En menos de 40 segundos la vida del Ecuador se transformó en estruendos, en gritos, en llanto, en sangre. En menos de 40 segundos un rayo de fuego partió el cielo de ese Ecuador que ama la vida. Muchos lo vimos. La Pachamama en menos de 40 segundos nos lo dijo: ¡Estoy viva!
Hace un mes, venciendo la idea del castigo a Sodoma y Gomorra, del pánico de la llegada del fin del mundo y del egoísmo de que mi familia es solo la de sangre, muchos salieron a mostrar sus manos, su fuerza en solidaridad, a los que se hallaban caídos bajo los escombros, aún sí para ello debían cruzar los Andes y hasta el Atlántico de por medio.
Desde hace un mes, con las manos sosteniendo nuestra cabeza en un desesperad ¡No podemos creer que nos esté sucediendo esto! ¿Por qué Señor? ¿por qué?, nos aferramos a creer que Dios no nos ha abandonado.
Desde hace un mes, la conciencia ha golpeado la puerta de todos para recordarnos que la vida es tan frágil y que sí este dolor tan grande no quiebra nuestro egoísmo ya nada será capaz de hacerlo.
Desde hace un mes estamos rotos, sí, lo estamos, aunque nuestra casa no esté en el litoral, en la zona cero.
Y hoy 16 de mayo de 2016, hace un mes del terremoto, yo solo quiero que el espíritu de Pentecostés se haga presente como brisa fresca, como secreto en el oído, susurrando como aliento, como en plegaría con la voz viva de nuestros muertos una y otra vez, para levantarnos, aquello que se ha hecho ya tan nuestro:
¡ECUADOR AMA LA VIDA!
Marcia Toca
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