Miras en
derredor,
miras al
mundo,
y sus gritos
me llegan,
y, sus
gritos,
pulverizando
tímpanos,
se hacen, en
mi, vorágine
de terror,
de miedo,
de
espantada, de huida.
También de
desespero.
Y en medio
de ese miedo
de judío a
judío,
a blanco, a
corrupción,
al poder del
dinero
que puede
destruir
destruyendo
los sueños,
dentro del
pálpito que por mis venas siento
se imponen,
no sé cómo,
palabras que
me queman,
que son
fuego y acero
y, como
esperma fecundo,
hará que de
mis entresijos
brote el
valor para decir:
Sí, quiero.
Después
continuará el día a día,
el poco a
poco,
el quiero
pero no hago,
el puedo
pero no quiero,
de mis
claudicaciones.
Y,
consciente de ello,
y, a pesar
de ello,
mis brazos
se hacen prietos
abiertos al
orgasmo cósmico
de tu beso
eterno
que pusiste
un día en mi frente,
con el que
me sellaste
y en el que,
a pesar de todo,
me mantengo.
José Luis
Molina
Pentecostés 2017
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