El hombre que no llega
o no le dejan serlo,
¡estéril gota de la nube escapada!,
se va hundiendo en las aguas
de un mar que no andará.
No tendrá sementera,
ni olerá la tierra
mojada a su caída.
Necesitará, sí,
unas manos nervudas
que lo saquen del agua
y, amparándose en ellas,
caminar por el viento.
Pero siento,
pero temo
doliéndome profundo,
elijamos hundirnos
en una noche sin color ni auroras,
en un mar sin orillas
ni olas que lo ricen
José Luis Molina
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