Extiendo mi mano
y me agarro al vacío,
lo sostengo en mis brazos
y siento su heló yerto
corriendo por mis venas.
Y ya mi corazón,
empapado en angustia,
musita más que grita,
pues seco de gritos quedó
en su agonía desgarrada.
La nada,
de azul y plomo confundida en negro,
me tapa las pupilas,
me oculta la razón.
Pero, ¡no me preguntes cómo!,
siento en mi piel, y más allá de
ella,
que la hierba brota, Incansable,
al sol de amanecida.
Mi herida se cura con el bálsamo
del heno que embalsama.
Si aquella rama
se marchitó a destiempo
el árbol se abotona
de brotes que prometen.
¡Tú me llamas!.
Antes te decía: ¡vete!.
Ahora te digo: ¡VOY!
José Luis Molina
Resurrección 2019
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