Hoy me pongo a escribir esta
reflexión con un cierto temor, con cierto reparo. Me ocurre así porque, tal
vez, algunos de ustedes, los que me lean, pudieran ser de esos por los que
temo, Sí, y si es así, solo me queda presentar mis disculpas y, como diría
Serrat, asegurar que no es nada personal. Por tanto, si vuelven a escocer mis
palabras, las que me dispongo a escribir, lo hago, honestamente, desde un
sentido del deber.
Voy al grano:
A lo largo de toda mi historia, he
pasado por situaciones muy diversas, difíciles, fuertes. Si puedo afirmar, en
verdad, que en esos casos nunca he buscado refugiarme en lo indefinido o en la
generalidad, para “dedicárselo” a
alguien poniéndolo encima de la mesa. Es más, si alguna vez he empleado el genérico, no ha
habido mayor problema. Estos, los problemas, han surgido cuando he empleado el
nosotros inclusivo, aun cuando he usado, al mismo tiempo, el yo personal y
singular explícitamente. Cuando esto ha ocurrido, se han levantado ampollas en
el auditorio y han aparecido frases super acuñadas: “nosotros que somos los que
estamos aquí, recibimos el chaparrón”, por ejemplo, o aparecen catálogos de las
programaciones logradas, aunque no sea ese el tema. Perdón nuevamente.
¿Por qué todo lo anterior me ha
venido a la mente cuando he leído el evangelio? ¿Por qué?. Muy sencillo.
Creo que a pesar de lo evidente, de
la frontalidad de Jesús, de la honestidad para
con los que le seguían, ni se engaña , ni se anda con disimulos, a pesar
de ello, los discípulos aún están ¿por cuánto tiempo?, (aún estamos, ¿no sé por
cuanto tiempo?), sin querer ver, sin querer llamar a las cosas por su nombre
negándonos a rechazar evidentes posicionamientos o actitudes que son obstáculos
reales para el reino de Dios. A ellos les faltaba capacidad o se resistían a
aceptar la persecución, el rechazo, la exclusión por el Evangelio.
Y eso no es extraño para nosotros.
Con harta frecuencia se hace oración para dar vueltas sobre lo ya volteado,
para bendecir lo bendecido antes de formularlo pero que, curiosamente, encaja a
la medida de mi dedo. Nos sigue faltando capacidad para aceptar la primera
lectura, análisis para discernir nuestras opciones de seguimiento o no, de
pausa y parada en el camino y no llegar a parte alguna o ,al menos, a la meta
vislumbrada.
No quiero cansaros más. Hoy os invito
a orar con Jeremías a partir de dos columnas paralelas.
Me sedujiste
¿Me dejé seducir?
Me forzaste ¿ Me has
podido?
Tengo miedo de responder Tengo que gritar y
señalar lo
que es reino tuyo .
Conozco, siento, me duele. ¿Cuántas veces la toalla
tirada?
Me fui, me tragó la ballena pero Y tu palabra es fuego que me
volví.
que me devora.
Gracias, Señor, por los que me ayudan
a ver aunque, a veces, no se lo agradezca. Gracias porque está ahí, y no se van
aunque los eche. Gracias por cada uno de los samaritanos habidos en mi vida,
que no me reglan el oído pero me ofrecieron sus brazos y pude seguir. Gracias,
Señor.
Un abrazo
José Luis Molina
2 de septiembre del 2023
No hay comentarios:
Publicar un comentario