Hoy voy a tener que pediros disculpas
porque se me ha descuadrado la agenda y no he tenido tiempo de poder hacer la
reflexión con calma. Entonces, de todas maneras, yo pienso que este tema es,
para un alto porcentaje de los que recibís mis reflexiones, os resulta
reciente. La gente de Ecuador porque precisamente estuvimos dando un taller
,Miguel y yo, sobre este tema de la corrección fraterna, así que lo tienen
fresquito. La gente de aquí, de Jesús de Nazaret, pues también han tenido
posibilidad de asistir a un encuentro sobre este asunto. Algunos lo habrán
hecho, otros no, pero, de todas maneras, me parece que el asunto es conocido y,
entonces no es , de entrada, como un misterio. Sin embargo es un tema muy
importante, muy difícil, un tema que, normalmente, siempre se presenta con
problemas, problemático, problemático a la hora de hacerlo, problemático a la
hora de cómo hacerlo, problemático a la hora de no hacerlo, y entonces yo, a
mi, lo que se me ocurre así como a bote pronto y muy rápido, ya os digo,
perdonadme, es pues simplemente poneros algunos puntos para que los penséis y podáis
vosotros sacar vuestras conclusiones.
Primero, deciros que, la corrección
fraterna, no se puede eludir, es algo que tenemos que afrontar cuando es
necesario. Por una razón muy sencilla: Porque sí es verdad que aceptamos el
proyecto de Jesús, cuando vemos que, desde dentro, los que nos decimos
seguidores de Jesús y decimos hacer
opción por su Reino, lo estamos estropeando, no podemos quedarnos inactivos,
inhibirnos, y entonces es necesario recurrir a formas, a medios, a maneras, a
procedimientos para ver si se pueden
hacer las cosas bien. Cuando falla, entonces, la corrección lo que pretende es
intentar arreglar eso que falla. Entonces no es para quedar bien, no es para
condenar a nadie. Es específicamente, y eso no lo podemos olvidar, la
corrección fraterna es un imperativo que nos surge de nuestro compromiso por el
Reino y, desde ahí, todo lo demás. Si es compromiso con el Reino, desde ahí
tiene que ser el sentido de justicia, de caridad, de fraternidad, de pedagogía,
de tener en cuenta a la persona que está fallando no para condenarla sino para
ayudarla, para que cuente con uno.
Yo, entonces me parece, y ahí os lo
dejo, que lo que sería interesante es ver que experiencia tenemos nosotros de
la corrección fraterna, porque hay muchas veces que no se hace porque tenemos
miedo , porque tenemos miedo que nos
digan a nosotros también y queremos aparentar como buenos, porque nos da miedo
enfrentarnos, porque vamos como jueces en vez de asumiendo al otro con sus
circunstancias y diciendo: ”cuenta conmigo”.
Por eso hay muchas formas de
corrección fraterna que no dan resultado. No dan resultado porque lo hacemos
desde una falta de pedagogía, arremetemos contra la persona sin tener en cuentas sus características, sus circunstancias,
la situación , específicamente. Hay veces que falla el resultado porque resulta
que lo hacemos para hundirlo mientras yo me quedo exaltado. Otras veces porque
lo hacemos en plan de chisme, de chismorreo, como dice el papa Francisco: “hay
mucho chisme dentro de la Iglesia”. Ese “no se lo digas a nadie” pero, sin
embargo, todos nos encargamos de ir corriendo la voz y de que se sepa y se
entere todo el mundo. Entonces todo esto hace que lo que sería la corrección fraterna que es
buscar resultados de valor, poner en valor, el esfuerzo y compromiso por el
Reino y ahí, comprometerse con quien falla, no falla porque no nos
comprometernos con ello ni con el Reino.
Yo os invito a que pensemos, desde
nuestra experiencia de corrección fraterna, donde lo podemos hacer bien, donde
no lo podemos hacer bien para no caer en eso, para, realmente, los grupos de
fe, la comunidad sirvan para crecer, para caminar juntos, para fortalecernos,
no para dividirnos, no para hacer bandos, no para quedar bien por encima de los
demás, para salvar lo que a mi me interesa y ocultar lo que no quiero que se
sepa. Todo eso son causas que dificultan el objetivo este de la corrección
fraterna. En el texto del Evangelio está muy claro: Jesús establece un
procedimiento de unos pasos de cómo hacerlo. Pero, además de esa metodología,
hay un elemento, repito, que no puede fallar: La corrección fraterna significa
empatizar, significa estar en comunión con
la persona, incluso, que está fallando porque me importa esa persona y,
entonces, no dármela de bueno sino dármela de amigo, d compañero, de
solidaridad.
Para terminar se me ocurre expresar
el deseo de cuando decimos, sobre todo nosotros los curas, “queridos hermanos”
fuéramos creíbles porque estuviéramos convencidos y hubiera datos ostensibles
de fraternidad.
Un abrazo
José Luis Molina
10 de septiembre del 2023.
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