El cepillo, acariciando la madera,
alfombraba de rizos el suelo de la carpintería.
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Felicidades a todos.
Un fuerte abrazo a todos.
De verdad. De corazón. No estoy hablando por hablar ni escribiendo por
escribir.
Hoy, a los que proclamamos a Jesús como el Señor y aceptamos al Dios de
Jesús como el Dios de la Vida, se nos dice que hagamos una gran fiesta, que
hundamos nuestras raíces en lo más profundo de la realidad y renazcamos
revestidos de nueva túnica, porque 144.000 de todos los confines de la tierra,
toda la humanidad, estamos invitados, llamados, a participar de esa vida
potente que se esboza en la primera lectura.
Todos santos. Todos participando de la santidad de Dios. Pero ni triunfalismo ni candidez.
Por eso os propongo que centréis vuestra reflexión en la lectura del
evangelio y en el listado de las bienaventuranzas. Detened vuestra atención en
esas de ser limpios y pacíficos.
Los limpios verán a Dios. Los limpios podrán mirar a Dios y descubrirlo
en la vida. Pero existe la contrapartida de este mundo de engaños, de
apariencias, de aparentar lo que no se es, , de caminar por caminos retorcidos,
solapados, ocultando las verdaderas intenciones, …
Pero nosotros miremos el mundo del Cántico Espiritual de San Juan de
la Cruz:
“Mil gracias
derramando
pasó por estos
sotos sin presura
y, yéndolos
mirando,
con solo su
figura
vestidos los
dejó de su hermosura”
El mundo puede ser hermoso y, si puede serlo, lo es. Y si nosotros
andamos con su ritmo, lo haremos hermoso. No contaminemos nuestra mirada de
rencor, de venganza, ni inyectemos de sangre el humor de nuestros ojos, no
reguemos la tierra con sangre inocente, no los cerremos a la opresión que
esclaviza y mata.
Celebremos este día. Nuestro día. El día de los llamados a ser santos. El
día de los que quieren ser santos . El día de los santos.
Celebremos que nuestro Dios, en Jesucristo, vuelve a impulsar un cielo
nuevo y, no se nos olvide, una tierra nueva.
Por eso en este día interioricemos lo más que podamos nuestra posibilidad
de ser limpios y de ser pacíficos.
He terminado esta reflexión, Ya no voy a seguir construyendo texto.
Voy también a buscar en el baúl de la vida. Mirad, a la orilla de un
arroyo encuentro una piedra de redondeces curvas. No hay aristas que corten. El
agua transparente, limpia, ligera, liviana, la hizo bella con besos y cariños
llenos de paciencia.
Y junto a mi, ahora que me he sentado, come, picotea un precioso gorrión,
(esos que están casi desaparecidos, pero que todavía hay campos para
acogerlos). Me mira. Lo miro. Yo lo miro y él también. No sé si los gorriones
sonríen. Pero lo que si he visto es un brillo extraordinario en sus ojos. Y
así, después de sabernos el uno junto al otro, ha seguido picoteando confiado.
Y me he enternecido con el último bebé que ha cantado un aleluya a la
vida y la sonrisa de dos ancianos que mueven sinfónicamente sus cabezas al
ritmo de Beethoven.
Un abrazo
José Luis Molina
1 de noviembre del 2024