Después se podrían resaltar como un máximo de tres de los aspectos que se citan que nos parezcan más importantes, más esenciales.
Después se podría trabajar en los grupos.
Y tal vez, quien sabe, algún día, pueda trabajarlo yo con ustedes.
Ahí se lo dejo
José Luis
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ECLESALIA,
03/10/16.- Una comunidad se recrea cada día en la mesa de la vida, del
compartir, de la intimidad, de sentirnos unidos por el anhelo renovado
de una auténtica fraternidad y amistad.
La
comunidad nace de una llamada que se escucha desde distintas realidades
existenciales, que se nos comunica por medio de otros, que se
metaboliza y discierne en lo hondo de nosotros mismos.
La
comunidad convoca a la oración del corazón misericordioso, en el que
resuenan las súplicas, las alegrías, las lágrimas y las esperanzas de la
humanidad, de nuestro mundo.
La
comunidad es garantía de la presencia de la Divinidad, por medio del
otro que camina a mi lado en cualquier circunstancia, que sé que nunca
me faltará cuando le necesite.
Una
comunidad verdadera practica el don del perdón liberador, de la
revisión fraterna comprensiva, de la autocrítica compasiva y favorece el
crecimiento personal de todos sus miembros.
La
comunidad nos ayuda a humanizarnos (y, por lo tanto, a divinizarnos),
cuando contemplamos la injusticia, el desprecio, el abuso y nos
comprometemos a combatirlos, pues no podemos permanecer indiferentes
ante los atropellos hacia los más débiles.
La
comunidad es un espacio para el encuentro gozoso de unos con otros.
Para el encuentro con el otro, que en su diferencia me enriquece, me
ayuda a crecer y me invita con cariño a salir de mi comodidad.
La
comunidad es el lugar donde se experimenta la gratuidad, la donación
desinteresada al otro, como semilla y signo de una nueva sociedad, donde
se da el testimonio de que es más importante lo que se es y se ofrece
que lo que se tiene.
La
comunidad nos ayuda a valorar lo que de verdad es lo más importante, lo
que tiene más interés y trascendencia, el tesoro más valioso, el gozo
de estar unidos compartiéndolo todo.
La
comunidad suaviza y hace llevadera la cruz de cada día, aceptando el
carácter propio del otro, ayudándole en sus necesidades, practicando la
humildad, dejándose guiar y transformar…
La
comunidad es un don y un quehacer diario, que hay que regar, abonar y
cuidar para que crezca, se fortalezca, dé frutos y adquiera así su
máxima plenitud.
La
comunidad es siempre deudora de otras personas que la precedieron y que
nos han ofrecido su ejemplo de vida; de otras realidades que se han
vivido en común; de experiencias históricas que la ayudan a caminar
hacia lo que está llamada a ser.
La
comunidad es una escuela de mística, de espiritualidad encarnada, de
trascendencia, vislumbrando e intentando hacer realidad la utopía, ese
otro mundo posible y necesario, que hoy no es todavía, pero que puede
ser si nos empeñamos con esfuerzo, constancia y esperanza.
La
comunidad nos enseña a vivir con la mayor naturalidad, sin doblez ni
fingimiento, con sinceridad y alegría, tomando con humor nuestra propia
vulnerabilidad, nuestros defectos, y con paciencia nuestros avances y
retrocesos. Es el templo donde se celebra la vida con sus gozos,
esperanzas y tristezas.
La
comunidad ayuda a vivirlo todo con sencillez, compartiendo lo que se es
y lo que se tiene, para que otros puedan vivir con dignidad, teniendo
las puertas de la casa y de cada corazón abiertas.
Una
comunidad es cristiana cuando sigue a Jesús de Nazaret, intentando
vivir con sus mismos sentimientos, para buscar de su mano una plena
humanización y la unión íntima con el Misterio de la Divinidad, el Amor
que habita dentro de nosotros, en cada ser humano y en todo el universo.
Así Jesús se convierte en modelo y paradigma de una nueva humanidad.
En
una comunidad cristiana se intentan vivir las bienaventuranzas, lo
contracultural, lo alternativo de la buena noticia de Jesús, en la
realidad concreta de nuestro mundo. Por eso nunca podrá ser
conservadora, sino abierta, liberadora, en progreso continuo, renovada y
comprometida desde las fronteras existenciales de los empobrecidos y
excluidos. Solo así se disfrutará de la alegría, la paz y la felicidad
verdaderas.
La
comunidad que se esfuerza y desea vivir de forma integral su fe y su
vida, es un nuevo sacramento que “contiene, visualiza y comunica otra
realidad diferente a ella, pero presente en ella… una grieta por la que
penetra una luz superior que ilumina las cosas, las hace transparentes y
diáfanas” (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de
sus artículos, indicando su procedencia).
1 comentario:
Mi Peregrino de Cabeza Nevada:
No te puedes imaginar cuanto de fortaleza me has aportado con este artículo, sentía "desfallecer", y de repente, me llega esto y, me he dejado impactar, cuestionar y me parece que recobro las ganas de seguir adelante.
Gracias por mantener, desde la lejanía, el contacto con estos detalles.
¡TE DESEO LO SUFICIENTE!
Anita Troya
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