Te busqué
a través de
una vieja cerradura.
Te llamé, en
silencio,
por la
rendija de una vieja puerta.
Quise
sentirte
mientras mi
mano,
arrastrando
su palma por el muro,
buceaba en
las olas encaladas.
Con mis
dedos te busqué
entre las
breñas rutilantes de luna.
Pensé: tal
vez tu aroma
me indicará
la senda;
en la piedra
lanzada que se estrella
en el
acantilado bravo
que
ruje junto a mí
creí podría, tal vez, percibir tu estela.
Más
tarde que temprano descubrí
que
era a través de mí
donde
podría encontrarte
y
después, eso sí, proyectarte,
llamarte,
perseguirte y abrazarte.
José Luis Molina
23 de noviembre 2018
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