El cuerpo es una forma de presencia y
de actuación de alguien. No es la única, pero si es privilegiada.
En el Nuevo Testamento se habla del
cuerpo de Cristo, es decir, de una presencia de Cristo en el pan y en el vino consagrado.
Pero el cuerpo, tras la muerte de una
persona se convierte en presencia desde la ausencia, porque se ha quedado sin
actuación.
Por ello, opino que la presencia de Jesús en el pan y
el vino consagrado no se puede reducir y limitar a una dimensión estática, sino
dinámica. Y cuando digo dinámica no me refiero a que se le mueva en bendiciones
y recorriendo calles y ciudades. Para entender, pues, el dinamismo que tiene
que acompañar a esta presencia hay que, diremos, necesita de la
contextualización en que se nos presenta.
Se hace en la Cena Pascual, la
rememoración del éxodo, de la partida, del inicio de liberación de todo un
pueblo. Jesús, rememorando con sus discípulos esta Cena Pascual, asume ser el
alimento para la caminada. Si lo aceptamos, estamos dando vigor y concreción a
sus palabras: “ Tomad y comed, … y bebed
…, yo soy el pan de vida, el cáliz de salvación”. Ahí está el dinamismo de esta
presencia. Cuando reducimos toda la experiencia del Corpus Christi a una mera
veneración, estamos “momificando” esta presencia.
Después de todo lo anterior , mi
propuesta para esta fecha es un
ejercicio de discernimiento:
La Eucaristía, el pan
compartido, el pan que comparto con frecuencia, presencia de Cristo que asumo, real y sacramentalmente
, ¿cómo se hace dinamismo y concreción en mi?
Ofrecido en un contexto
(Última Cena) de liberación, ¿cómo me va liberando y es elemento de liberación
para el ser humano, para la realidad social, familiar, política, religiosa, de
consumo,…?
¿Este dinamismo de este
Cuerpo de Cristo, me involucra en tareas y esfuerzos de liberación?
Para terminar les cuento un sueño que
he tenido. Yo sueño todas las noches:
Desde donde me encontraba se
iniciaban dos avenidas. Mejor voy a llamarlas
ave-idas porque no venía nadie, todos iban. Estaban llenas de gente y,
según los que miden y calculan estas aglomeraciones,, calculaban serían ciento
cuarenta y cuatro mil.
Por una iban gentes muy bien
vestidas, engalanadas, con vestiduras solemnes y acompañando una magnífica custodia.
No digo de dónde. Las hay magníficas en muchos sitios. Las campanitas de plata
que en ella se mecían tenían acento latinoamericano con cadencias de flautas
del altiplano y cantos del Potosí. La verdad, a mi, me sonaban un poco
tétricas.
Por la otra iban gentes diversas: con
vaqueros y sandalias, camisetas y chándales, batas clínicas y monos manchados
de grasas de camiones. Eran gentes que querían erradicar el dolor, la
enfermedad, la ignorancia, las
diferencias de la vida corriente y superar la agresión a los diferentes.
La primera ave-ida desembocaba en una
gran plaza. En el centro de ella una maravillosa catedral. Alrededor numerosos
edificios que constituían una gran ciudad y que iban empequeñeciéndose según se
alejaban de la plaza.
Por la otra ave-ida se llegaba a una
gran explanada donde la gente reía, se
abrazaban y cantaban. Y allí habían sido capaces de llegar los cojos, a pesar
de estar tullidos, los ciegos, sin equivocarse en el camino y disminuidos de
diversos tipos porque a todos los llevaba la Vida Compartida.
Yo tenía que escoger por que ave-ida
tomar. Claro lo tengo. Espero encontrarnos en el camino
José Luis Molina
Corpus Christi 14 de junio 2020
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