domingo, 28 de junio de 2020

¿QUÉ DIGNIDAD?






No sé a ustedes, pero a mi, al escuchar el evangelio, me llama la poderosamente la atención la expresión “ser digno de mi” que Jesús repite insistentemente.
Me vienen inmediatamente a la memoria las palabras del centurión “Domine, non sum dignus” que luego, tanas veces, el que más y el que menos hemos repetido previamente a comulgar: “Señor, no soy digno…”.
Y me he detenido a establecer diferencias entre el significado de ser digno en cada una de las situaciones.
El significado de “ser digno” hay que entenderlo como merecer, tener merecimiento.
En ese sentido las frases que repetimos antes de comulgar hay que entenderlas como que el hecho de participar de Cristo no es por merecimiento nuestro sino por pura gratuidad de Jesús que nos invita a ese comulgar con él, a ese compartirlo sacramentalmente celebrando el sacramento de la vida compartida. Es pura gratuidad de Dios y tomamos conciencia de ello.

Pero la expresión evangélica “ser digno de mi” o “no es digno de mi” va más lejos, va por otra parte.

Vayamos poco a poco:
En primer lugar es el propio Jesús quien pronuncia esa afirmación  que parece de sentencia y condena. De condena no, de sentencia sí, pero eso lo veremos más tarde.
Repito, el propio Jesús sentencia  “no es digno de mi” y sin embargo, por lo que conocemos de él, no podemos pensar se esté refiriendo a que no hemos alcanzado méritos suficientes. Anteriormente veíamos que la gratuidad de Dios,  no nuestros merecimientos, la que nos hacía “dignos” Entonces, ¿cómo ahora habla de no serlo?
A mi entender creo que hay que interpretarlo en clave de coherencia. Veamos:
 Él nos ha propuesto permanecer en nosotros, que participemos de él. Pero si optamos por otras preferencias, no tienen que ser perversa forzosamente, sino simplemente “otras”, por coherencia  desplazamos su propuesta que por pura gratuidad nos ha sido ofrecida…  y se nos queda fuera, o tal vez mejor decir, nosotros nos quedamos fuera. Y nos pone referentes tan importantes como padre, madre, hijos, …  para que no caigamos en la tentación de utilizarlos como pretextos para justificarnos.
Por eso decía antes que condena no, sentencia sí. Porque la afirmación por la que Jesús apuesta no tiene rebajas, es categórica.
Es meridiana la coherencia:
 Al profeta, vida de profeta, al solidario que ofrece el agua contra la deshidratación, vida en plenitud. Ahora bien, eso si: En monedas de reino, no de euros o dólares.
José Luis Molina
        28 de junio 2020


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