No sé a ustedes, pero a mi, al
escuchar el evangelio, me llama la poderosamente la atención la expresión “ser
digno de mi” que Jesús repite insistentemente.
Me vienen inmediatamente a la memoria
las palabras del centurión “Domine, non sum dignus” que luego, tanas veces, el
que más y el que menos hemos repetido previamente a comulgar: “Señor, no soy
digno…”.
Y me he detenido a establecer
diferencias entre el significado de ser digno en cada una de las situaciones.
El significado de “ser digno” hay que
entenderlo como merecer, tener merecimiento.
En ese sentido las frases que
repetimos antes de comulgar hay que entenderlas como que el hecho de participar
de Cristo no es por merecimiento nuestro sino por pura gratuidad de Jesús que
nos invita a ese comulgar con él, a ese compartirlo sacramentalmente celebrando
el sacramento de la vida compartida. Es pura gratuidad de Dios y tomamos
conciencia de ello.
Pero
la expresión evangélica “ser digno de mi” o “no es digno de mi” va más lejos,
va por otra parte.
Vayamos poco a poco:
En primer lugar es el propio Jesús
quien pronuncia esa afirmación que
parece de sentencia y condena. De condena no, de sentencia sí, pero eso lo
veremos más tarde.
Repito, el propio Jesús
sentencia “no es digno de mi” y sin
embargo, por lo que conocemos de él, no podemos pensar se esté refiriendo a que
no hemos alcanzado méritos suficientes. Anteriormente veíamos que la gratuidad
de Dios, no nuestros merecimientos, la
que nos hacía “dignos” Entonces, ¿cómo ahora habla de no serlo?
A mi entender creo que hay que interpretarlo
en clave de coherencia. Veamos:
Él nos ha propuesto permanecer en nosotros,
que participemos de él. Pero si optamos por otras preferencias, no tienen que
ser perversa forzosamente, sino simplemente “otras”, por coherencia desplazamos su propuesta que por pura
gratuidad nos ha sido ofrecida… y se nos
queda fuera, o tal vez mejor decir, nosotros nos quedamos fuera. Y nos pone
referentes tan importantes como padre, madre, hijos, … para que no caigamos en la tentación de
utilizarlos como pretextos para justificarnos.
Por eso decía antes que condena no,
sentencia sí. Porque la afirmación por la que Jesús apuesta no tiene rebajas,
es categórica.
Es meridiana la coherencia:
Al profeta, vida de profeta, al solidario que
ofrece el agua contra la deshidratación, vida en plenitud. Ahora bien, eso si:
En monedas de reino, no de euros o dólares.
José Luis Molina
28 de junio 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario