Subía por la pared
un rayo que la luna,
a través del ajado portillo
enhebraba desde la enramada.
Mientras subía el rayo,
la luna, como siempre,
bajaba y se miraba
en el pilón de piedra
donde, día a día,
aquella ventana
abrevó las ausencias.
Yo, sin rayo y sin luna,
dormido sin sueño,
despierto dormido,
vagaba
por pasillos blancos,
mis venas del alma.
Vagaba, lloraba,
a veces reía
y algunas cantaba
canciones inéditas
que se me escapaban
entre el culantrillo,
la piedra, la tierra el agua.
Vivía, sí, y moría:
Cuantas alboradas
y cuantos crepúsculos
sin descansar viviendo
muriéndome al unísono
mientras descansaba.
Y en todo esto yo,
y, en mí, ¡tanta gente!
Y en todo esto yo
hecho de gente:
sus miradas se hicieron
rayo de luna y centinelas.
Y en todo esto yo,
y la gente,
y en la gente
y en mí: Dios
José Luis Molina
4 septiembre 2021
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