Hoy volvemos a toparnos con la carta
de Santiago y, al menos de inicio, nos quedamos en ella.
Hoy, esta carta toca un terreno
típico en teología: El de la y las obras.
A lo largo de los siglos han corrido
verdaderos ríos de tinta en torno a ello. Y es que junto con esta carta, hay escritos de Pablo
que hablan de que la fe, por si
misma, nos salva (Gálatas, por ejemplo).
Esto, repito, ha dado pie a muchas
confrontaciones teológicas.
Yo, hoy, al ponerme a reflexionar
sobre el tema, caía en la cuenta de que para mi, que no soy teólogo ni
aprendiz, aunque, sí, tal vez, atrevido, repito que para mi una respuesta
suficiente me la ha proporcionado la Teología de la Liberación y lo que he
bebido de ella.
Un teólogo de la Liberación, Pablo
Richard, en una entrevista, en el 2011,
ante la interpelación de si la Teología de la Liberación estaba en
decadencia, estaba superada, se expresaba
así: “Mientras haya pobres, habrá
teología de la Liberación”.
Y una afirmación tan rotunda como
ésta, ¿cómo se fundamenta?
Intentaré ser claro en el
razonamiento. Se parte de que Dios no quiere el sufrimiento humano, menos el
sufrimiento provocado por la injusticia, los abusos y el poder del dinero y las
armas, y esto, además, fácilmente
sostenido valiéndose de la
ignorancia, el engaño, el hambre, manipulación, etc.
Y Dios oye el clamor de las víctimas
inocentes que sufren la desigualdad, las carencias, a quienes se le ha
arrebatado la dignidad y la vida (Éxodo 3, 7). Y se pone en acción, en pie de
liberación: Liberación de muchas maneras y en muchos campos: cultural, de
género, política, económica, para la promocíon humana, etc.
Cualquiera que se acerque a la zarza
que arde ( Ëx 3,3) y ACEPTE al Dios que hace suyos los lamentos y el dolor de
las víctimas (esto es la fe) escuchará que le dice: Anda , vete a
Egipto, es hora de liberar, obras son amores y no buenas razones. Pero
por estas obras no podemos dar el visto bueno a cualquier cosa.
Por ejemplo:
Lo que hemos llamado tradicional, y lamentablemente,
obras de caridad (limosnas) que tranquilizan mi conciencia y justifican mi
instalación en el confort, el despilfarro, el consumismo, etc. Que genera la
pobreza, no sirve.
Tal vez algunos recordemos cuando se
consideraban obras visitar y pedir limosnas a los ricos para dárselas a los pobres, mientras los
ricos conservaban sus fábricas de hacer pobres con bendiciones y agua bendita.
Buscar el palanqueo o el enchufe
político, institucional, etc, para conseguir favores, tampoco. Si son favores
no es de justicia y entonces siempre perjudicará a otros.
Entonces, ¿qué obras?
La respuesta es sencilla. La
ejecución no tanto.
Volvemos al capítulo 3 del Éxodo:
¿Quieres saber quién soy, conocerme? ¿Me aceptas? Ve a la vida, yo voy contigo
y estaré contigo cuando asumas mis obras como tu tarea.
En definitiva, quien tiene una fe que
no rompe el cascarón de la devoción,
quien no esté dispuesto a traspasar el “lo que buenamente pueda”, según el
texto de hoy tiene una fe muerta.
El propio dinamismo de la fe en Dios,
dinámico, vital, nos llevará irremisiblemente a obras de liberación.
Un abrazo que empuja, no que encadena
José Luis Molina
12 de septiembre del 2021
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