domingo, 12 de septiembre de 2021

VOY A IR, ASÍ QUE TE ENVÍO

 



 

 

 

 

 

Hoy volvemos a toparnos con la carta de Santiago y, al menos de inicio, nos quedamos en ella.

Hoy, esta carta toca un terreno típico en teología: El de la y las obras.

A lo largo de los siglos han corrido verdaderos ríos de tinta en torno a ello. Y es que  junto con esta carta, hay escritos de Pablo que hablan de      que la fe, por si misma, nos salva (Gálatas, por ejemplo).

Esto, repito, ha dado pie a muchas confrontaciones teológicas.

Yo, hoy, al ponerme a reflexionar sobre el tema, caía en la cuenta de que para mi, que no soy teólogo ni aprendiz, aunque, sí, tal vez, atrevido, repito que para mi una respuesta suficiente me la ha proporcionado la Teología de la Liberación y lo que he bebido de ella.

Un teólogo de la Liberación, Pablo Richard, en una entrevista, en el 2011,  ante la interpelación de si la Teología de la Liberación estaba en decadencia, estaba superada, se expresaba  así: “Mientras  haya pobres, habrá teología de la Liberación”.

Y una afirmación tan rotunda como ésta, ¿cómo se fundamenta?

Intentaré ser claro en el razonamiento. Se parte de que Dios no quiere el sufrimiento humano, menos el sufrimiento provocado por la injusticia, los abusos y el poder del dinero y las armas, y esto, además, fácilmente  sostenido  valiéndose de la ignorancia, el engaño, el hambre, manipulación, etc.

Y Dios oye el clamor de las víctimas inocentes que sufren la desigualdad, las carencias, a quienes se le ha arrebatado la dignidad y la vida (Éxodo 3, 7). Y se pone en acción, en pie de liberación: Liberación de muchas maneras y en muchos campos: cultural, de género, política, económica, para la promocíon humana, etc.

Cualquiera que se acerque a la zarza que arde ( Ëx 3,3) y ACEPTE al Dios que hace suyos los lamentos y el dolor de las víctimas (esto es la fe) escuchará que le dice: Anda , vete a Egipto, es hora de liberar, obras son amores y no buenas razones. Pero por estas obras no podemos dar el visto bueno a cualquier cosa.

Por ejemplo:

Lo que hemos llamado tradicional, y lamentablemente, obras de caridad (limosnas) que tranquilizan mi conciencia y justifican mi instalación en el confort, el despilfarro, el consumismo, etc. Que genera la pobreza, no sirve.

Tal vez algunos recordemos cuando se consideraban obras visitar y pedir limosnas a los ricos  para dárselas a los pobres, mientras los ricos conservaban sus fábricas de hacer pobres con bendiciones y agua bendita.

Buscar el palanqueo o el enchufe político, institucional, etc, para conseguir favores, tampoco. Si son favores no es de justicia y entonces siempre perjudicará a otros.

Entonces, ¿qué obras?

La respuesta es sencilla. La ejecución no tanto.

Volvemos al capítulo 3 del Éxodo: ¿Quieres saber quién soy, conocerme? ¿Me aceptas? Ve a la vida, yo voy contigo y estaré contigo cuando asumas mis obras como tu tarea.

En definitiva, quien tiene una fe que no rompe el cascarón  de la devoción, quien no esté dispuesto a traspasar el “lo que buenamente pueda”, según el texto de hoy tiene una fe muerta.

El propio dinamismo de la fe en Dios, dinámico, vital, nos llevará irremisiblemente a obras de liberación.

Un abrazo que empuja, no que encadena

José Luis Molina

12 de septiembre del 2021

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