Hoy me puse a elaborar la reflexión
del y para el Domingo I de Adviento,
Para ello leí las lecturas
correspondientes. Tras hacerlo, pensé que podría ser interesante ir entresacando de los textos palabras o
conceptos sobre los que detenernos y reflexionar.
Y así comencé a hacerlo:
En esta hoja de papel he ido
escribiendo
· Nuestro Padre. Esa expresión no era
solo eso. Era el reconocimiento de un “hecho”, la concepción de una vida
determinada, específica, elaborada desde unos “genes” concretos. No era, pues,
cualquier vida. Y si era otra o era cualquiera, en cualquiera podría encontrar
la paternidad concreta.
· Nuestro Salvador. Salvador mío y de
otros. Salvador ¿de qué, cuándo y cómo?. Un antes y un ahora que debería tener definido, no arropado por
la ambigüedad. Una salvación que debería ser generadora de fiesta y de
celebración.
· Te encuentras con los
que practican la justicia y construyen la historia por tus caminos. Hay un camino. Está definido el camino de encontrarnos contigo: no en la
pasividad, no ns el simple lamento,
sino en los que hacen y n hacer Historia de Salvación
· Tú alfarero, nosotros barro de tus manos,
· Probados testimonios de Cristo.
· Cualquier momento es el momento. Todo momento es el momento. El momento es la experiencia de Jesús, la experiencia de Dios en Jesús,
en nosotros, en la vida.
A la orilla del río
miraba el agua:
cantaba entre las rocas,
hacia saltar las hojas arrastradas,
salpicaba el aire
y mojaba el viento.
y el aire se llenaba
de aroma de agua limpia,
de agua de amanecer,
de agua rescatad de la sombra..
Pasó el tiempo:
un tiempo, dos tiempos,
muchos tiempos.
Pasaron los momentos,
pasó el agua
y yo seguí en la orilla.
Hablé del agua
Con mis dedos secos,
y mis cabellos no engarzaban gotas:
cristales transparentes eran
pero no vida regada
ni bosque humedecido.
Un día, un momento,
en un momento, que se hizo “el momento”,
metí mis pies entre las rocas
y mi cuerpo, todo él, quedó
bañado, por el agua,
de rumores de agua
entre las rocas, lleno
de luces que el aire transportaba,
de vida que nacía bajo mi pelo,
bajo mi piel,
que rompía en deseos de vida,
de vida fecundante y fecundada,
de vida que buscaba
el abrazo y el beso.
Y me quité el reloj
y, tras mirarlo,
lo arrojé lejos.
Y dejó el tiempo de ser tiempo
y todo él, y en él, se hizo
momento.
Termino.No sé si me he salido del renglón. Espero que no. Ahí os lo dejo.
Un abrazo
José Luis Molina
3 de diciembre del 2023
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