Estamos terminando el Año Litúrgico.
Último domingo: Festividad o proclamación de Jesús como Señor.
Y nos encontramos con el texto
clásico de este momento conocido como el Juicio final : Es continuación del
texto del domingo anterior: la parábola de los talentos. Y debemos repasarlos
para entenderlos.
Pues para la reflexión de este
domingo me voy a permitir recurrir a una anécdota del domingo pasado.. Decir
que esta anécdota es real y creo no hay inconveniente en utilizarla porque fue
pública. Y creo puede ser ilustrativa para este domingo. Fue durante la
reflexión compartida (homilía) de una de las eucaristías que celebré.
Resulta que mientras comentábamos y
reflexionábamos sobre la Palabra, uno de los asistentes manifestó como que en el relato de la parábola de los talentos, el
final como que resultaba duro , intransigente,
difícil de encajar en el mosaico del Dios de la Misericordia.
Yo intenté darle una respuesta que
fuera aclaratoria para su interpelación.
Era la respuesta que yo tengo al respecto. Él es el que podría decir si le
sirvió.
Lo cierto es que comencé a
contestarle diciendo que una cosa que
debemos evitar es ponernos en clave de premio o castigo. Cuando ésta es nuestra
postura, no estamos bien, creo nos imposibilitamos de entender a Jesús. Le decía que lo correcto
era colocarnos en clave de propuesta, de afecto, de donación, de entrega. Esto
sirve también para el evangelio de hoy.
Mientras le hacía esta puntualización
me fui bajando del presbiterio y me
coloqué en medio de la asamblea y a ras
de ellos. Lo que seguía se entendería mejor no desde la altura sino abajo. A
ustedes, hoy, les manifiesto la clave: Dios se abajó hasta la humanidad en
Jesucristo (Filipenses 2, 5 ss) y así, desde nuestra altura, desde nuestra , nos hizo su propuesta.
Cuando ya estaba abajo, en el
pasillo, lo llamé por su nombre. Le dije: Haz el favor, ven. Él, al principio
estaba confundido. No sabía si era un recurso de oratoria o se trataba de una
llamada en serio. Yo insistí: Sí, te estoy llamando de verdad, ven, haz el
favor. Se levantó un tanto tímido, cohibido, titubeante, se acercó a mi y me
dijo: ¿Qué quieres?.
Le pregunté: Tú crees que si seguimos
compartiendo historia, haciendo camino, podemos llegar a ser y llamarnos amigos
en verdad?
Él contestó: Yo creo que sí, y eso es
bonito.
Entonces yo el volvía preguntar: Y,
¿qué piensas? ¿crees que esta posibilidad se merece celebrarla con un abrazo?
Pues, sí – me dijo.
Pues démonos un abrazo, le dije.
Y concluí: ¿Entiendes? Yo bajé de ahí
arriba para superar dificultades (gradas, escaleras) y te llamé con
insistencia. Tú titubeaste. Por timidez, por pudor, … porque, simplemente , no
quisieras moverte y eligieras quedarte en el banco, podías no haber acudido..
En ese caso, ¿Hubieras recibido el abrazo?. Evidentemente no. Y, siendo así,
¿te lo habría negado yo o hubieras sido tú el que optabas por quedarte fuera?
Hasta aquí la anécdota.
Pero ahora añado algo con relación a
este domingo. El evangelio de hoy nos indica
como son los abrazos, cómo la respuesta a la llamada: Optando por el ser
humano, siendo el otro el que da contenido a mi yo, pero no según buenamente
puedas, sino con radicalidad, porque mi soy está hecho de necesidades de los
demás.
Así me encuentro con Jesús, así lo
abrazo.
Pues bien. Termino. Se acaba el Año
Litúrgico. La Liturgia no son ritos vacíos que se quedan en el rito sin más. Nacen
de la realidad con un dinamismo que tiene que poner ritmo a la vida.
Los ciclos litúrgicos son agendas que
atemperan el tiempo que tenemos para el abrazo.
Veamos este domingo como las horas de
la caída de la tarde. ¿Cómo hemos ido
rellenando de abrazos los 365 días de nuestro DIA?
Un abrazo
José Luis Molina
26 de noviembre del 2023.
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