Hoy, por El Bosque, paseaba dejándome acariciar por el sol
de atardecer. El río va crecido con las aguas de los anteriores días de lluvias
copiosas.
Me detuve un rato. Los árboles, pelados aún, andan ya
queriendo reventar en los brotes que van
granulando sus ramas. Las vincas van orlando sus orillas.
Recordé una mañana de niebla de un 24 de febrero de hace dieciséis
años. En mis entresijos retumbaba, mientras iba saliendo, el salmo 136:
“Si me olvido de vosotros Bosque y
Benamahoma,
que mi mano se olvide de
servirme,
que mi lengua se pegue al paladar
si os borro de mi corazón”.
Hoy, día 25, después de estos dieciséis años, me encuentro
circunstancialmente en El Bosque. Ayer celebraba la Eucaristía en Benamahoma. Y
ahorita, junto con la Sierra del Pinar, aparecía el nevado Cotopaxi, el
Pichincha curioso de mi ventana y desde mi ventana curioseado en los amaneceres
unas veces nevados y otras dorados.
Y junto con ellos, rostros, muchos rostros,
vuestros rostros. Y seguía sirviéndome el salmo 136, porque mi mano, que aún
sigue sirviéndome, ¡por algo será!, añade otro nombre: Intiruna
José Luis Molina
1 comentario:
que lindas fotografías.. paisajes únicos, a mi me gustan más las que contienen naturaleza, arboles y flores mas que montaña. me acuerdo mi viaje en avion a Quito que quedé encantada por la flora y fauna que hay en la ciudad, en realidad en todo el país pero no tuve oportunidad de recorrerlo todo
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