Pero también en este rato en que la clase política se ha desacreditado hasta el extremo generando un profundo desencanto.
Cuando la dimensión política ha perdido su sentido de servicio y se implanta, sin pudor, en estrategias de poder.
Ahora que el Papa Francisco hace rechinar tuercas de políticos y poderes económicos con su próxima encíclica "Laudato sii"en favor de la defensa de la vida, de la naturaleza y de los más desfavorecidos de la tierra.
Creo que es oportuno el artículo que cuelgo a continuación para quienes lo lean a cualquier lado del Atlántico. Creo que nos puede ayudar a fortalecer nuestra dimensión humanista, política y cristiana.
José Luis Molina
Concejales y alcaldesas
No me importa de qué partidos
sois, y ojalá que tampoco os importe a vosotros en vuestra práctica de gobierno.
No quisimos escoger –aunque el sistema nos obligó a hacerlo– una papeleta con
una lista entera, cerrada, elaborada no sabemos dónde ni por quién. No quisimos
escoger militantes de un partido, sino hombres y mujeres del pueblo, gente de
la calle, vecinos y vecinas de barrio.
Os elegimos como pudimos, pero ahí
estáis, concejales y concejalas de nuestros pueblos y ciudades. A pesar de
todo, y de nosotros mismos, representáis
lo más generoso y lo mejor de la política: el compromiso a favor de los
ciudadanos, no de los partidos convertidos en fin. Representáis la política a
pie de calle, al servicio de la gente Ojalá en vuestra labor seáis libres de
los altas directivas, aun cuando en muchos casos sean ellas las que os han
designado. Ojalá hagáis caso omiso de las encuestas de voto, y os mantengáis ajenas,
ajenos a los turbios engranajes del poder. Ojalá practiquéis una política digna
de ese nombre: una política humana, con alma y sensibilidad, con espíritu y
entrañas, con inteligencia y compasión, que no son dos cosas, sino una y la
misma.
Sois sin duda la abrumadora mayoría de
los políticos, si podemos llamaros así. En la gran mayoría de los casos, hacéis
política sin pertenecer a la clase política, sin someteros a sus servidumbres y
sin enzarzaros en sus querellas sin fin. A pesar de ello –justamente por ello,
habría que decir más bien–, no ocupáis las primeras planas ni los titulares de
los grandes medios, a no ser allí donde los grandes partidos y los medios
poderosos os utilizan para sus propios intereses, que no son los nuestros,
tampoco los vuestros. ¿Pero de qué nos hablan entonces las primeras planas y
los titulares? ¿Y a quién sirven los que hicieron de la política su oficio?
No hagáis de la política vuestro
oficio, cuánto menos medio de ascenso y de lucro personal. Seguid siendo lo que
sois, lo que vuestro nombre indica. “Concejal” viene del latín concilium, que en su origen significaba
una asamblea ciudadana encargada de administrar los asuntos de todos. Tiene,
como veis, la misma raíz que “conciliar” y “reconciliar”. ¡Cuánto nos enseñan
las palabras, si dejamos que nos hablen con su intención originaria, la que
tuvieron antes de que las hayamos prostituido y manipulado, como sucede tanto
en los foros políticos, que así corrompen a la vez el lenguaje y la política.
Os llamáis también “ediles”, que viene del latín aedes, “casa”. Así se llamaban en la antigua Roma los encargados de
cuidar los templos y las casas públicas. Pues eso: cuidad de nuestras casas, cuidad
de nuestra casa común, y de que todos tengan una casa. Cuidad de hacer de
nuestros pueblos y ciudades templos llenos de aliento vital, de calma y bienestar
para todos.
Ateneos a vuestro nombre, a vuestro ser
verdadero. Sed conciliadores allí donde haya divergencias, que siempre las
habrá. Sed reconciliadores allí donde haya conflictos, que serán inevitables.
No obedezcáis a las consignas de las cúpulas, no sirváis a los intereses de los
grandes. No caigáis en la tentación de la política como profesión y como
carrera, que sabemos a dónde conduce, ante quién acaba postrándose, a quién
acaba sirviendo, cómo acaban ignorándonos y despreciándonos a la inmensa
mayoría.
A vosotros, alcaldes y alcaldesas recién
nombradas, os damos la enhorabuena y os expresamos nuestra gratitud, sobre todo
a quienes vais a regir los municipios más pequeños, ignorados de todos, y a
quienes, gobernando las grandes ciudades, vais a rebajaros el sueldo. También
vosotras, vosotros, atended a la palabra, al nombre que lleváis. “Alcalde”,
como sabéis, viene del árabe alqadí:
“juez”. Juez es el que hace justicia. Haced justicia en todo aquello que esté
en vuestra mano. ¿Que es poco lo que podéis? ¿Que no os queda sino administra
las migajas según unas leyes que otros os imponen? Aunque así fuera, sed fieles
en eso poco y todo será distinto. Ya hemos visto a una alcaldesa impedir el
primer desahucio. No miréis a las cúpulas que os nombraron para la lista, sino
a los ciudadanos que os eligieron para su servicio. No miréis arriba, mirad
abajo, a los de más abajo. Sed justos y haced justicia.
¿Qué es justicia? Es que todos –¡todos!–
tengan una casa y vivan con dignidad. Que todos coman. Que nadie robe y tenga
demasiado. Que nadie deba rebuscar de noche en el contenedor de la basura. Que
los derechos humanos no dependan del color de la piel ni de unos papeles ni de
unas fronteras, siembre impuestas a la fuerza
La justicia requiere resistir a los dictados de los grandes poderes, a
los que tan sometidos están los grandes partidos. Justicia es el máximo bien
común posible, el máximo estado de paz o bienestar posible de todos los seres.
No habrá justicia sin paz ni paz sin
justicia. No habrá justicia y paz si no creéis que puede haberlas en este mundo
en peligro. Pero solo las habrá empezando desde abajo, y aportando cada día un
granito.
José
Arregi
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