José Mª Castillo Publicado en "E anche il papa rema"
Se dice en Roma, y en medio mundo, que el Papa Francisco está soportando
un fuerte enfrentamiento, que, según fuentes autorizadas, tiene sus raíces
y sus protagonistas en la misma ciudad, en el mismo Estado, donde el Papa vive
y desde el que Francisco gobierna a la Iglesia universal. Por supuesto, es
comprensible que en la Iglesia universal haya personas o grupos que no están de
acuerdo con la forma de ser y gobernar de este Papa. Como es también
comprensible que haya quienes no están de acuerdo con algunas de las cosas que
dice Francisco o que no le agrade a todo el mundo cómo este Papa dice algunas de
las cosas que dice. Este tipo de desacuerdos ha sido siempre frecuente en la
Iglesia. Y no tendría por qué llamarnos la atención. Y menos aún debería
preocuparnos el desacuerdo de quienes no se identifican con el modo de ser o de
hablar del actual sucesor de Pedro en la Iglesia.
Lo que sucede, en este momento, es que no se trata de que hay personas o
grupos que no están de acuerdo con el Papa. El problema está en que se
trata de personas o grupos que atacan al Papa. No es lo mismo el
“desacuerdo” que el “ataque”. El desacuerdo se basa en la “diferencia”, lo
que es inevitable y, en muchos casos, enteramente lógico. El ataque, sin
embargo, no se limita a expresar la diferencia. Porque el que ataca a otro, lo
que en realidad pretende es que el otro cambie. Y si no cambia, que se quite de
enmedio, o sea, que se vaya a otra parte. Estamos, por tanto, ante una
situación seria, muy seria. Yo me atrevería a decir que la Iglesia (no sólo el
Papa) se enfrenta a un problema de raíces muy hondas. Y de imprevisibles consecuencias.
Así las cosas, la pregunta que a cualquiera se le ocurre es ésta: ¿Pero,
qué ha hecho o qué ha dicho Francisco para que se le ataque como de hecho se le
está atacando? Como es sabido, en la historia de la eclesiología se
hizo famosa la tesis, propugnada por el cardenal Humberto y recogida por
Graciano (D. XL. c. 6, col. 146), según la cual “el papa no ha de ser juzgado
por nadie, a no ser que se encuentre que se ha desviado de la fe” (“a nemine
iudicandus, nisi deprehendatur a fide devius”). Es la famosa tesis del “papa
hereje”, que fue tema de ásperas discusiones durante siglos. No es cuestión de
analizar ahora este asunto, que ya no ocupa lugar alguno en los tratados sobre
la Iglesia. Pero vale la pena recordar este asunto. Al menos para preguntar a
quienes atacan al Papa actual: ¿es que Francisco ha incurrido en alguna
herejía? ¿es que se ha desviado de la fe de la Iglesia?Hablo de “la
fe de la Iglesia”, no de “la fe de quienes atacan a Francisco”. Pero
entonces, si es que no pueden demostrar que estamos ante un “papa hereje”, ¿qué
es lo que en realidad pretenden quienes atacan a este Papa? ¿es que quieren un
Papa “a su medida”? Que lo digan claramente. Y entonces sabremos a qué
atenernos.
Y para terminar, sólo una cosa. Si los problemas, que tanto preocupan a
algunos, son los problemas teológicos relativos a la familia, no vendría mal
que los descontentos con Francisco se pongan a estudiar a fondo el “valor
dogmático" de algunos enunciados doctrinales sobre la familia, que tan
nerviosos ponen a determinados teólogos, a algunos obispos e incluso a
ciertos cardenales. Que estudien a fondo este asunto. Si lo hacen con la
debida competencia, honradez y sinceridad, seguro que se van a encontrar con
esto: no hay en la Iglesia ni una sola afirmación doctrinal sobre la familia
que sea un “dogma de fe”. Entonces, ¿a qué viene tanto ruido y tanto alboroto?
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