lunes, 9 de agosto de 2021

LOS SUEÑOS DE ELÍAS

 


                                                                Con la memoria y el aniversario de Pedro Casaldáliga




Estoy a mediados de semana.

Me dispongo a adentrarme en los textos del próximo domingo para estructurar un poco la reflexión que os comparto cada semana.

Leo el libro 1º  de los Reyes 19, 4-8.

Me imagino a Elías. Está huyendo. Su voz es una voz de fuera de Israel. De al otro lado del Jordán. En Israel el profetismo está amordazado y prisionero del poder político. Su voz oficial, como voz profética, está comprada y al servicio del poder político, económico y social. Por eso la Palabra del Señor, su palabra profética, tenía que venir de fuera, necesitaba llegar y pronunciarse desde la libertad.

Es lo que hace Elías: Los poderosos imponen sus criterios y conveniencias por encima del valor y del respeto a la vida humana (Léase la Viña de Nabot  1 Re. 21), se engaña, se construye la vida sobre la falsía y las “buenas formas”, ocultando las verdaderas motivaciones con las que los poderosos, desde el rey, entretejen la vida.

Y Elías no calla. Ha venido de Galaad y se enfrenta directamente con todo  lo anterior. Y perseguido tiene que huir. Es el pasaje de hoy.

Como os decía al principio me imagino a Elías. Está cansado, agotado, harto, al límite, y le pudo el sueño. Un sueño reparador. En la Biblia el sueño es símbolo de comunicación personal y singular de Dios.

Elías comió, bebió y recuperó fuerzas para seguir avanzando cuarenta días y cuarenta noches de vida hasta lograr llegar al Horeb, al encuentro con el Señor.

Y así, imaginando a Elías, reconstruyendo a Elías, buscador de experiencias como las de Elías, me quedé como traspuesto. No, no fue sueño. Fue un querer solo en el que la realidad no deja de ser lo que es  pero se perfla transcendente e imponente.

La imagen de Elías se me fue difuminando y en su lugar aparecieron unos ojos que me miraban, desde una cabeza ligeramente ladeada que dejaba escapar levemente una sonrisa.

Había calma .El ambiente rezumaba vida. Yo, que me encontraba pasando situaciones y momentos difíciles de ubicar, de encajar en mi archivo personal, me sentía cansado, agotado, desalentado.

Fue una mirada cruzada con la mía. Fue un encuentro en interioridad. Fue  un encuentro en intensidad.

Comprendí que ahí está el camino, la vida y la palabra para ser  construido, vivida y anunciada. Siempre sentiremos necesidad de encontrar unas retamas o una cueva para alcanzar el Horeb. Pero será imprescindible estar enamorado de ese Dios que sale a nuestro encuentro en la entrada de la cueva. Que bueno si hemos llegado allí a pesar de los pesares. Entonces desde la experiencia podremos recitar el salmo:

                    “Gustad y ved que bueno es el Señor,

                     dichoso el que se acerca a él”.

Que ahí nos encontremos.

Un abrazo

José Luis Molina

8 de agosto 2021

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