PONER EL ACENTO DONDE ES PENTECOSTÉS
Si nos fijamos bien en las lecturas,
hoy hay una aparentemente clara
contradicción .
En los Hechos de los Apóstoles se
ubica en la fiesta de Pentecostés, a los cincuenta días de la Pascua.
Esta era una fiesta judía, el Shavuot,
que significa semanas , o juramento. Esta, que era una fiesta agrícola de
recogida de las cosechas, pasó a celebrar los cincuenta días posteriores desde
que Dios entregó la Ley a Moisés. Era una fiesta importante. Por eso había
tantos judíos en Jerusalén venidos de todas las partes del mundo conocido. Y por eso hablaban lenguas
distintas.
Pero según el evangelio de Juan (Jn.
20, 19-23) la venida del Espíritu Santo, la recepción del Espíritu Santo, se
coloca en el propio acontecimiento Pascual, al anochecer del primer día de la
semana, es decir, del domingo.
Entonces, ¿en qué quedamos?
Es algo muy sencillo: Una cosa es
Pentecostés y otra que los textos bíblicos lo coloquen de una u otra forma, en
un lugar u otro.
El error puede empezar a liarnos si
en vez de un acontecimiento lo convertimos en un hecho físico. Un
acontecimiento es un hecho real pero no reside en los accidentes espacio
temporales. Podríamos empezar a entenderlo, creo que mejor, (por ahí intento ir
yo) si nos fijamos en lo que nos dicen, no en lo que nos cuentan.
Vamos a intentarlo y vamos a hacerlo
comenzando por el Evangelio.
El texto evangélico habla de la
donación y recepción del Espíritu Santo. Y esto está intrínseco en el momento
que se meten, nos metemos en el acontecimiento pascual de la Resurrección.
Aceptar a Jesús resucitado y hundirse en la vida resucitada que de él nace,
solo será real, solo será verdad, si vivimos desde su Espíritu, si discernimos
según su Espíritu, si nos dejamos preñar por el Espíritu de Dios y entonces
actualizamos en permanencia, la Navidad: “Dios entre nosotros”.
Eso es lo que nos dice el Evangelio:
Recibiendo el Espíritu podremos borrar y perdonar el pecado, la ruptura, la
separación, la distancia de Dios.
Pero esto no es una teoría, una
doctrina para ser escuchada o vista en una película. Todo lo contrario. Es algo
vital, tangible, concreto, verificable. Es lo que nos intenta decir el texto de
los Hechos de los Apóstoles (Hc. 2, 1-11). Son varias cosas, entre muchas más.
Ahí van algunas:
Recibir el Espíritu Santo:
· Nos cambia, nos remoldea. No es malo tener miedo, pero no permite que nos
quedemos en él, no es malo estar juntitos con los nuestros, pero nos lanza a la
vida, pero de una manera específica que nos hace ser testigos.
· Por eso, en medio de la vida, nos hacemos signos del Resucitado, signos y
experiencia del mundo que él propuso y por el que optó hasta la cruz
victoriosa.
· Y estos signos son comprensibles para cualquier lengua, valen para
cualquier cultura y tienen sentido en cualquier civilización. Dejan de tenerlo
cuando dejan de ser signos del Espíritu.
· Por tanto, el proyecto de Dios es universal.
· Y encaja muy bien celebrarlo en la fiesta del Shavuot, de las promesas,
porque el cáliz de la Nueva Alianza lo sellamos en la apertura al Espíritu.
· Por tanto Pentecostés, el Espíritu Santo, no es una fecha, un día, ni un
momento. Es un elemento esencial y constitutivo de nuestro bautismo cuando lo
asumimos y pasamos por el agua a la
nueva vida “CON ESPÍRITU”.
· Les dejo ya. Les invito a que siga
analizando el texto de Hechos y sacando conclusiones. No es difícil.
· Que el Pentecostés os haga felices.
José Luis Molina
5 de junio del 2022.
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