domingo, 21 de agosto de 2022

EL MUNDO DE DAVID

 


                                                Después de leer Lc 12, 49-53

                                      

 

 

David fue un niño como miles y miles de niños.

Le gustaba jugar al futbol, correr con la bicicleta, nadar en la piscina,…

En el Instituto comenzó a ser extraño. Bueno, ya lo había empezado a ser en la escuela, incluso en la casa, entre su familia. Un día, en clase, se enfrentó al cabecilla del curso oponiéndose a las bromas de burlas y violencia escolar que dirigían contra Hugo, recién llegado, tímido y con una cultura diferente pues era hijo de la emigración.

Se opuso un día, cuando intentaban darle bromas cruelmente preparadas. Y , fracasó en el intento de impedirlo: Se plantó frente al matón y sus acompañantes interponiéndose delante de Hugo y cubriéndolo. Él recibió, además de ofensas verbales, golpes de todos los colores. Hugo también. Pero sirvió para que, en la Institución, en adelante, se tomaran en serio el problema del bullyng y se estuviera atento al mismo.

Pero no paró ahí la cosa. Cuando llegó a casa recibió toda clase de reprimendas por meterse donde no lo habían llamado, que ese no era su problema, que, además, era casi un desconocido, no sabía mucho de él, ni si en el futuro se lo agradecería o qué sabe Dios…

Igualmente, en su casa, sus opiniones chocaban frecuentemente con las posturas y la mentalidad del bien vivir y ande yo caliente… mientras no se metiera con nadie.

Él iba más lejos. Ciertas lecturas habían abierto su mentalidad al humanismo, al sentido de la solidaridad como un fundamento vital y  al descubrimIento del otro y de la otra desde el respeto. Todo esto lo llevaba a situaciones de tensión.

Políticamente se oponía a las demagogias y manipulaciones  partidistas y mediáticas.

Pero, sobre todo, en su mundo afectivo y relacional había sufrido un golpe que estuvo a punto de hacerlo zozobrar: Una chica con la que había crecido. La soñaba, soñaba con ella, ella llenaba sus sueños de futuro de manera plena.  Ella, Lidia, daba por hecho que estaban hechos el uno para el otro. David, también.

La cuestión comenzó a complicarse cuando, al ir fraguándose el momento de tomar una opción definitiva, propuso a Lidia que  construyeran en común su proyecto de vida futura. Aquí empezaron los problemas. Lidia era una muchacha magnífica. Pero quería a David para ella sola. Cuando  él le hablaba, como proyectos de futuro, de un mundo de acciones abiertas y solidarias, de opciones ante situaciones difíciles, e incluso  límites, Lidia presentaba un largo listado de obstáculos razonados, impedimentos, etc.

Fue mucho el tiempo así.

Los dos, de forma sensata, estimaron necesitaban analizar el panorama con serenidad. Necesitaban un tiempo sin presiones.

Esto se había precipitado porque David, que había terminado medicina, le propuso presentar la baja en el hospital, en principio temporalmente,  e incorporarse en  un colectivo de voluntarios  sanitarios a un lugar de África donde se desarrollaba una terrible batalla epidemiológica.

Esta noche, después de un día difícil, David tiene un pequeño respiro. Se sienta en el umbral del porche del hospital . Coge una pequeña barita y se pone a hacer garabatos en la tierra. Mientras, ha ido recorriendo su vida. Fuertemente aparece, lógicamente, Lidia en su evocación.

Sin embargo se siente feliz. Sabe que su vida tiene sentido. Sabe que su vida ha merecido la pena.

Pero le asalta una nota discordante:

Más de una vez, en su vida, había tenido que soportar le dijeran que con él era imposible, siempre era un incordio, constantemente creaba tensiones con sus intransigencias y su falta de “acomodarse a las circunstancias”.

¿Tendrían razón estos reproches?

No sentía remordimientos.

Lamentaba lo duro de muchas situaciones afrontadas. Pero estaba en paz con él mismo. Había hecho lo que creía debía hacer.

A lo lejos alguien tarareaba una canción que habían compuesto entre varios compañeros:



 

La verdad no evita lágrimas.

Lágrimas que siempre amargan.

Pero,

las lágrimas  que nacen

por causa de la verdad

hacen brotar en la tierra,

hacen brotar pa´la tierra

mazorcas de libertad.

Lágrimas vertidas juntos

forman ríos, hacen mar.

El dolor que las provoca

con él nunca hay que pactar.

Mientras lloro miro al cielo,

noche en calma, alma en paz.

 

Un abrazo

José Luis Molina

14 de agosto 2022.

 

No hay comentarios: