lunes, 22 de agosto de 2022

SOBRE RODILLAS VACILANTES

 


 Hoy voy a centrar mi reflexión en la segunda lectura, Carta a los Hebreos  12, t5-13.

 


Comienzo tomando conciencia de que poco a poco, hasta nuestros días, y en estos últimos a una velocidad de vértigo, hemos ido construyendo una realidad existencial donde todos sabemos de todo, aunque no sea mucha o sea muy escasa la profundidad de nuestra sabiduría. Vivimos con una alta tecnología que nos proporciona una inmensa información que manoseamos pero no digerimos ni asumimos con toda sus dimensiones.

Hablamos de todo, opinamos de todo y, de pronto, por obra y gracia de esta información no masticada, nos sentimos psicólogos, médicos, pedagogos, artistas  y … hasta toreros si no fuera por eso de los cuernos. Hablamos de metástasis, aunque ignoremos lo más elemental sobre las células, opinamos como tendrían que proceder los bomberos que luchan contra un incendio forestal, diagnosticamos una depresión como huida del miedo que nos da enfrentar la realidad a pecho descubierto, hacemos filosofía de las mascotas (que indudablemente tienen su razón de ser) sin admitir las carencias que manifiestan. Hemos descubierto la “teología del toro” que sufre pero no hacemos lectura teológica comprometida del hombre que sufre, padece, se desangra y muere, sobre el que nuestra mirada pasa rápida, casi acostumbrada y entonando la letanía de “es inevitable”.

 


Es la cultura del barniz teñidor de color madera (icono de un pronunciamiento superficial y desde la apariencia), pero debajo de esa capa de barniz lo que hay sigue si ser madera.

Es la cultura del slogan: Llenamos nuestras paredes con grafitis, nuestras camisetas de slogans, nuestra piel de tatuajes, nuestra boca de frases hechas  repetidas y aprendidas de memoria. Acuñamos expresiones : “como no puede ser de otra manera”, “dicho lo dicho” (aunque no se le haya prestado atención mientras se decía), “este acontecimiento me ha cambiado la vida”, “después de la covid ya nada será igual”, etc.

Bueno, después de  todo esto, a mi me parece que no debiera ser así el perfil de la humanidad personal y colectivamente. Pero hay algo que me preocupa aún más. A mi juicio, consecuencia de lo anterior, resulta que el ser humano que surge, que ya está surgiendo, es un ser humano débil.

Sí, es verdad que un niño o un adolescente es capaz de enfrentarse, e incluso atemorizar, a sus mayores, pero luego, estructuralmente, son débiles. A su esqueleto les falta calcio y ante las dificultades, los momentos difíciles, las angustias, los palos de la vida, el dolor, la muerte, se rompen y se evaden, lamentablemente, muchas veces, sin solución.

Es un problema que no debemos ignorar. Posiblemente, cuando nos llega cerca, intentemos disimularlo, pero las olas del tsunami nos llegarán.

¿Qué hacer?

No quiero aparecer pesimista, aunque a primera vista pueda dar esa impresión, pero lo primero de lo que tenemos que tomar conciencia es de que muchas veces llegamos demasiado tarde, cuando tal vez ya no haya remedio o sea muy difícil. Y entonces brotan los lamentos. No acabamos de asumir responsablemente que un alma mortífera en manos o mentes inadecuadas generará muertes en aulas escolares de menores cuyo momento y forma de morir fueron inadecuados e injustos.

Decía que no me considero pesimista porque estamos a tiempo con la vida que tenemos por delante. Resituémonos.




Y para ello creo que nos puede servir partir del texto de Hebreos 12, 5-13.

Se trata de la corrección, la corrección fraterna  de la que también hablan los evangelios. Y cuando digo corrección no digo reprimendas, violencia, castigos, etc. Digo diálogo, respeto, claridad en las posiciones adecuadas y claridad para plantear la situación, firmeza y ejercitarse en ciertas virtudes como la responsabilidad, la coherencia, asumir las consecuencias, responsabilizarse de lo hecho, etc. Esto ayuda a fortalecer las rodillas vacilantes, ser maduros. Pero “educar así” es difícil. No se nace sabiendo. Tenemos que prepararnos. Es otra dimensión muy interesante desde contemplar nuestra responsabilidad.

En Hebreos, versículo 8, se dice que si se nos exime de la corrección sería considerarnos como bastardos, no como hijos. No es el paternalismo ni las frases aprendidas, por de moda, las que hacen personas fuertes. Nos fortalecemos desde la corresponsabilidad con el otro que no nos hace las cosas pero está a nuestro lado como servicio para que nosotros lo hagamos.

Ojalá me haya explicado.

Dichoso yo si esto que os comparto os ayuda.

Un abrazo

José Luis Molina

20 de  agosto del 2022

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