2 Reyes 5, 14-17
Me gusta este nombre.
Me suena a más, a querer más, a no
tener bastante, a quererlo todo y entregarse todo. A echarse al agua consciente
de la corriente, pero sabe que lo importante es llegar a la otra orilla. A
pensar que sus músculos han sido ejercitados para nadar no para quedar
contemplando la espuma entre las rocas y el culebreo de las burbujas.
Naamán, el sirio. También el
sobrenombre le da rotundidad.
No es de los nuestros. Es de otro
pueblo. Vino de otro pueblo buscando. No le importó: atravesó la vida buscando
vida, salvación, salud. Apostó con la vida y su vida quedó vinculada a la vida
encontrada.
Naamán el sirio. Siete veces
sumergido. La plenitud, la totalidad del periodo temporal, sumergido,
renovándose, renaciendo. Y no podía ser menos en un hombre así.
Detrás de la experiencia viene la
confesión, el reconocimiento y la adhesión a lo encontrado. El TODO que llena
su todo.
Y ya, para terminar, me quedo
maravillado con su conclusión, su deseo, su petición, su compromiso: LA CARGA
DE UN PAR DE MULAS, nada más y nada menos, DE TIERRA DE ESE PAIS, DE LA TIERRA
DE SU EXPERIENCIA, del hábitat donde ha encontrado la plenitud, la respuesta,
la salvación.
Vean como un hombre así, Naamán, no
podía defraudar. Su experiencia determina, perfila el terreno donde ha de
ubicar su futuro.
Me gusta este personaje: Naamán el
sirio.
Y la Palabra de Dios también se hizo
poesía.
Dios es poesía. En la tierra de la
experiencia de Dios, florece la poesía.
Que las dos cargas de vuestra tierra
estén regadas por el Jordán
Un abrazo
José Luis Molina
9 de octubre del 2022
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