martes, 4 de octubre de 2022

EL GRANO DE MOSTAZA

 



No podemos confundir la fe con un poder mágico que ejerce un sortilegio y arregla las enfermedades, los entuertos, los reveses, los golpes que la vida trae y que, también, tantas veces te dan los demás.

No, nada de eso. Lo escuchamos en el profeta Habacuc (1,2-3;2,2-4):

 

·      Él es testigo de violencia en la vida.

·      Es testigo de sufrir bajo el dolor, la opresión, mientras todo él clama liberación.

·      Es testigo de crímenes, destrucción, aniquilamiento

·      Es como si Habacuc estuviera contemplando las guerras de África, Oriente medio o Ucrania, como si estuviera contemplando naufragar las pateras y flotar los cadáveres en el mar, como si experimentara la hambruna, la corrupción de los poderosos perjudicando a los débiles y desamparados.

·      Está hastiado de despilfarros,  desenfrenos,   acumulaciones asesinamente ensangrentadas. Le aterran las víctimas que no dejan de aumentar en la violencia de género y se le desgarra el corazón ante tanta humanidad desestructurada. Y la respuesta de Dios es que a él tampoco le agrada y nos propone no más, confirmemos si creemos en su proyecto.

·      Ahí está la fe: aceptar el proyecto de Dios que difiere de lo que la realidad nos muestra cada día

·      Fe para mover montañas y cuya fuerza y poder se resumen en el texto del evangelio:

                                          “Hemos hecho lo que teníamos que hacer”

·      Y en el compromiso de nuestra fe: Hacer lo que sabemos que tenemos que hacer concretándolo en

                +  Optar  por, y potenciar, cauces adecuados.

                +  Engendrar y construir una humanidad humanizada.

                +  Estar atentos y comprometidos con los signos de los  

                    tiempos.

Y todo lo que, en esa línea, se nos ocurra y descubramos es lo que tenemos que hacer.

Ánimo

Un abrazo

José Luis Molina

2 de octubre del 2022

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