Perdónenme ustedes. No me gusta el
título de este domingo: Domingo de CRISTO REY.
Sí, ya sé la explicación a la
objeción: “Mi reino no es de este mundo”, dijo el Señor.
Pero también sé que a nosotros nos
huele a reinos e imperios de este mundo.
Cristo Rey, imagen de rey que ha
acumulado los elementos simbólicos y culturales de los reyes de este mundo: El
incienso, la corona (Cristo Majestad), el cetro y las ostentaciones de riqueza
y poder.
Esta imagen de rey de este mundo ha
servido para justificar y fundamentar intereses políticos y de dominio: Sacro
Romano Imperio y Sacro Imperio Germánico, división del dominio de la Tierra
(Tratado de Tordesillas), invasiones y colonizaciones diversas (hasta nuestros
días y en la actualidad), evangelización con la cruz y la espada y
establecimientos de plataformas de
poder.
Este entender su reino al estilo de
este mundo se extendió a los más cercanos: María de Nazaret, la solamente mujer
y madre (¡casi nada!), convertida en Reina: Reina de los Ángeles, del Universo,
de la Hispanidad, Reina y Señora, … y cuyas coronas y joyas hacen palidecer a
las diademas imperiales y reales de las reinas de este mundo.
Un reino que requiere de dignatarios
cualificados como príncipes de la Iglesia (príncipes de este mundo).
Un reino que hace de la Iglesia su
reino, su lugar concreto de dominio y posesión que se prolonga en el tiempo,
donde la jerarquización de las personas y estructuras se establece para medidas
de rango, poder e influencia.
Un reino que termina haciéndose
idolátrico al servicio de Mammón.
Con todo esto por delante, para poder
utilizar y fundamentar la respuesta a las objeciones con lo de “mi reino no es
de este mundo” no se puede olvidar la frase que hoy aparece en la primera
lectura, del 2º libro de Samuel 5,2: “Tú pastorearás a mi pueblo Israel”. Y es que si David es figura
icónica en la biblia lo es en su dimensión de pastor, no de magnate, libertino,
corrupto, etc.
Y es que en la Biblia, el concepto de
rey no es el de dueño, sino de partor y su acción es pastorear.
Pastor que vive y muere por sus
ovejas, que camina y vive entre ellas, que las conoce y no que las manda y las
domina, que las llama por su nombre y su quehacer es que tengan vida y la
tengan en abundancia.
Y este pastor ofrece vida cuando
entrega la suya, en la cruz. Ejerce de pastor dando vida hasta la cruz, en la
cruz, y su corona son púas clavadas, no mitras ostentosas, signo de poder.
Y, es más. Este pastoreo por el ser
humano se encomienda vicariamente a otros pastores y a todo bautizado por el
propio “bautismo recibido”
Por ello, me gusta
más JESUCRISTO, PASTOR DEL UNIVERSO, no
dominador del universo dotado de leyes propias en su esencia y existencia, sino
pastor que se pone al servicio del universo, del ser humano, sin excepción y,
cuando así lo reconocemos, nos llama a ese pastoreo de inmediato, con él, a su
paraíso.
Definitivamente me
quedo con JESUCRISTO, PASTOR UNIVERSAL.
José Luis Molina
20 de noviembre del
2022
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