domingo, 6 de noviembre de 2022

EL CASO DE LA VIUDA

 



Estaba reflexionando sobre el texto del evangelio.

Pensaba que Jesús no condenó la ley del levirato, sino que fue más allá pues mientras ésta se centra en poner el valor absoluto en la descendencia como modo de persistencia, Jesús lo pone en la vida, en que la vida, lo que realmente es, la existencia, es META.

Pensando en esta idea me surgió lo que sigue:

Días de transcendencia,

de búsqueda incesante.

Días adormecidos porque

larga la noche me ocupó en vigilia.

Días donde la duda

intenta abrirse paso

para ocupar su trono

convertido, por ella,

en desasosiego y desencanto,

en terror que llega a hacerse pánico.

Simplemente: no temo

que aparezca la duda.

Fue siempre compañera

que royó mis talones.

Pero, firme bastón,

un sombrero que me libró del sol

y ese capote donde bailó la luna

y resbaló la lluvia,

conmigo hacían camino.

Estos fueron: La fe

en un Dios que no desaparece,

el amor, tan fuerte

que es la vida que alienta,

y esta vida, donde la sincronía

reclama la perfección exista,

y ese Dios que la hizo

estaría loco o jugando distraído

si como fin quisiera destruirla.

Yo, el que ahora escribo,

el mismo cuando pienso

o cuando sueño, despierto o dormido,

el que llora cuando se descubre

pisó la calle de la indiferencia

y ríe cuando se encuentra

con el abrazo, el beso, la caricia,

la solidaridad y la arena

cayendo entre los dedos

para ser siempre arena,

ese yo, creo

tuvo principio

y si pasó por estados de existencia,

útero, peregrino o en el futuro inmerso,

ya es eternidad,

y en tinta permanente dibujado quedó,

no mi pelo, tampoco mis arrugas,

pero sí mi yo, mi esencia.

 

José Luis Molina

6 de noviembre 2022

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