La historia se fue haciendo camino.
Seguía transcurriendo por valles y
collados, entre riscos y quebradas, amenazada por truenos e inundada de
aguaceros que saltaban por las torrenteras y se extendía plácidas en el llano.
Pero siguió siendo camino.
Y en el camino un ciego comenzó a
ver.
Lo primero que vio fue su ceguera. El
creía que veía, que no estaba ciego pero, al comenzar a ver, conoció la ceguera
que antes le ocultaba hasta la misma
propia ceguera.
Sintió deseos de sentarse a la sombra
de un abedul e ir contando lo que veía a quienes pasaban.
Pero luego prefirió y decidió
enrolarse en el camino, ir haciéndolo encontrándose con otros, tal vez aún
ciego, tal vez también como el vidente, y compartir experiencias.
Ese ver daría sentido a ese caminar.
Y ese caminar, desde el encuentro,
encontraría explicación a lo que ahora
contempla.
Y el vidente comenzó su caminar. Ya
lo había iniciado, pero ahora lo hacía con conciencia.
Los que veían, contemplaban terribles
escenas de muerte: Un hospital de
maternidad acababa de ser bombardeado y había fallecido un bebe que apenas
hacía unas horas había nacido. La madre lloraba: Antes gritó por dolores de
parto. Ahora llora por dolores de muerte.
Otros contaban que ya los árboles no
daban granadas ni las cepas racimos. Ahora las granadas y los racimos andaban sembrados por el suelo
esperando explotar al menor descuido de aquel anciano, o aquella mujer, que
buscaban entre los escombros algo de comer o algo con qué calentarse en el
invierno que iba llegando.
Y entonces el vidente comenzó a
hablar. Contó que él ant.es también
había contemplado semejantes panoramas y había quedado petrificado por
el estupor.
Pero un zarandeo fuerte, como de
seísmo, le revolcó por el suelo y
comenzó a ver.
Y lo que vio fue que, en el camino,
de las flores silvestres de las veredas, de los montes lejanos y de los puentes
sonoros se elevaban cantos que invitaban a granar a las espigas y a brindar con
vino generoso tomado de los propios lagares.
El vidente creía que el futuro estaba
en el niño que nace, en la vida que nace, en los abrazos fuertes, en la mirada
franca.
Y comenzó a llamar, a invitar, a los
que encontraba. Les ofrecía ser camino con el hacer historia.
Y por las noches, cuando todos
dormían , el miraba a las estrellas. Y sus guiños, sus destellos, eran caricias que estimulaban su corazón para
seguir mañana.
Nos encontramos en el camino. Somos
historia. Tenemos en común hacer historia. No vendas las lanzas. Las usarían
otros. Regala regaderas y hazte semilla.
¿Te parece?
José Luis Molina
27 de noviembre 2022
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