domingo, 27 de noviembre de 2022

EL VIDENTE

 



 

 

La historia se fue haciendo camino.

Seguía transcurriendo por valles y collados, entre riscos y quebradas, amenazada por truenos e inundada de aguaceros que saltaban por las torrenteras y se extendía plácidas en el llano. Pero siguió siendo camino.

Y en el camino un ciego comenzó a ver.

Lo primero que vio fue su ceguera. El creía que veía, que no estaba ciego pero, al comenzar a ver, conoció la ceguera que antes le ocultaba  hasta la misma propia ceguera.

Sintió deseos de sentarse a la sombra de un abedul e ir contando lo que veía a quienes pasaban.

Pero luego prefirió y decidió enrolarse en el camino, ir haciéndolo encontrándose con otros, tal vez aún ciego, tal vez también como el vidente, y compartir experiencias.

Ese ver daría sentido a ese caminar.

Y ese caminar, desde el encuentro, encontraría explicación a  lo que ahora contempla.

Y el vidente comenzó su caminar. Ya lo había iniciado, pero ahora lo hacía con conciencia.

Los que veían, contemplaban terribles escenas de muerte:  Un hospital de maternidad acababa de ser bombardeado y había fallecido un bebe que apenas hacía unas horas había nacido. La madre lloraba: Antes gritó por dolores de parto. Ahora llora por dolores de muerte.

Otros contaban que ya los árboles no daban granadas ni las cepas racimos. Ahora las granadas  y los racimos andaban sembrados por el suelo esperando explotar al menor descuido de aquel anciano, o aquella mujer, que buscaban entre los escombros algo de comer o algo con qué calentarse en el invierno que iba llegando.

Y entonces el vidente comenzó a hablar. Contó que él ant.es también  había contemplado semejantes panoramas y había quedado petrificado por el estupor.

Pero un zarandeo fuerte, como de seísmo,   le revolcó por el suelo y comenzó a ver.

Y lo que vio fue que, en el camino, de las flores silvestres de las veredas, de los montes lejanos y de los puentes sonoros se elevaban cantos que invitaban a granar a las espigas y a brindar con vino generoso tomado de los propios lagares.

El vidente creía que el futuro estaba en el niño que nace, en la vida que nace, en los abrazos fuertes, en la mirada franca.

Y comenzó a llamar, a invitar, a los que encontraba. Les ofrecía ser camino con el hacer historia.

Y por las noches, cuando todos dormían , el miraba a las estrellas. Y sus guiños, sus destellos,  eran caricias que estimulaban su corazón para seguir mañana.

Nos encontramos en el camino. Somos historia. Tenemos en común hacer historia. No vendas las lanzas. Las usarían otros. Regala regaderas y hazte semilla.

¿Te parece?

José Luis Molina

27 de noviembre 2022                

 

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