En adviento, con los Derechos Humanos en la mochila y contemplando esta extraordinaria imagen de María Expectante, (embarazada) de la Colegiata de Toro (Zamora).
Esperar.
La espera.
Situación que puede provocar efectos diversos y contrarios.
Quien espera y en esa espera no encuentra fundamento, no le da sentido a
ese tiempo de “mientras tanto”, no se asomará a la esperanza. Provoca
desesperanza, desesperación.
Por el contrario, quien en ese esperar se sitúa en actitud productiva que
en él anida y lo impulsa hacia una concreción que ha de llegar, engendra en él
vida que irá creciendo y sabrá de la experiencia de la esperanza.
María, icono de adviento. María en
esperanza esperanzada que siente crecer en ella la VIDA. Dichosa María, llena
de gracia y de la vida que en tu vientre se está gestando.
María, la mujer cuya espera con alas de esperanza revolotea en nuestro
esperar.
Nuestro esperar que no es un sueño. Tampoco quimera. Es ir desgranando
los días de la vida y, en ellos, ir colocando motivos para la esperanza.
Dichosos nosotros sí, en este desgranar de los días, vamos poniendo
semillas de esperanza en un mundo donde
· El hombre respete al hombre,
· Donde el ser humano sea igualmente dignificado y respetado en cualquiera
de sus posibilidades,
· Donde nos respetemos a nosotros mismos y no vendamos nuestra dignidad por
un plato de lentejas o un hueco en los periódicos,
· Donde respetemos al mundo que no es propiedad privada sino realidad de
existencia colectiva con vocación solidaria.
José Luis Molina
11 de diciembre del 2022
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