Luz que denuncia las alambradas
que aprisionan liberando de la esclavitud, de la ceguera
“En el principio dijo Dios. Hágase la
luz. Y la luz se hizo . Y separó la luz de las tinieblas. Y la luz se hizo icónica en el día
resucitado. Las tinieblas en la noche de los cuchillos largos”
Perdonad que comience esta reflexión
con ese párrafo introductorio pero sentí las ganas , tras haber leído el
evangelio, de formular mi síntesis del mismo.
El Evangelio de hoy es largo .
Prácticamente ocupa entero el capítulo 9 del Evangelio de san Juan.
No obstante, pudiera ser, que algunos
de ustedes en la celebración de la eucaristía a la que asistan proclamen uno
abreviado.
¿En que consiste esto? En que van
suprimiendo algunos párrafos con lo cual lo abrevian.
Ciertamente que quienes realizan esta
reducción intentan mantener un sentido. Pero, a veces, se suprimen aspectos
importantes.
Todo esto se debe a que, desde la
posturas de mínimos, se evite que la
gente, que emplea el tiempo necesario en aquello que les interesa, se
cansen.Hay que ponerlo fácil.
Pues bien, con todos los respetos, yo
creo que en el relato de hoy no se debía abreviar. Es más, les recomendó que de
todas maneras se lean entero el citado capítulo 9 de San Juan hasta el
versículo 41.
Precisamente hoy, en mi reflexión,
quiero centrarme en los últimos versículos 39-41.
A lo largo de todo el relato muestra
como Jesús es luz, como el ciego, ciego de nacimiento, ciego que nació, que
abrió los ojos a una sociedad, a una cultura religiosa, a unas tradiciones que
eran las antípodas del proyecto de Dios. Al nacer se le negó la luz.
Se encuentra con Jesús y le abre los
ojos, la vida empieza a ser diferente, los criterios para construirla son
otros, etc. Y queda descalificada la comunidad donde había nacido y crecido.
Pero la oscuridad no se queda indiferente
y comienza el acoso y derribo.
Bien. Esto es el relato.
Pero donde yo me fijaba hoy, repito,
es en el final.
Dice Jesús:
Yo he venido al mundo para un
proceso, para un discernimiento: Conmigo, a los que se les ha quitado la luz,
la vista, verán, sabrán y conocerán el proyecto de Dios. Y los que dicen que
ven, que ven las cosas como ha sido siempre, como les ha convenido, según sus
intereses, esos, quedarán ciegos, sin ver, fuera de la luz.
Claro está que esto no les gustaba a
los fariseos. Se sentían tocados. Se daban por aludidos.
E intentan, por última vez,
arremeter, ridiculizando que Jesús los quiera llamar ciegos a ellos, entendidos
en la ley.
¿No les parece que esto sigue pasando
hoy?
Ojalá no nos pase a nosotros.
Y la respuesta es lapidaria. Ahí es donde yo, hoy, me he fijado.
Les dice:
Si no vierais y vuestro actuar fuera
en la oscuridad y la ignorancia involuntaria, no habría ruptura con Dios.
Lo malo es que veis, que sabéis lo
que es según Dios y lo que no lo es y seguís haciendo en la oscuridad: Estáis
en la ceguera.
Hay un dicho español, seguramente
sacado de aquí, que dice . “No hay más ciego que el que no quiere ver”
Pensemos sobre todo esto. Analicemos
nuestro itinerario. Subrayemos lo que sea oportuno.
Un abrazo
José Luis Molina
19 de marzo del 2023
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